La vida de un pueblo del Ártico se transforma con la llegada de refugiados

Lev Fedoseyev / TASS
Nikel, un pueblo de apenas 12.000 personas cerca de frontera rusa con Noruega, se ha convertido en lugar de paso para cientos de refugiados provenientes de Siria. La difícil situación de estas personas ha provocado cambios en este remoto lugar.

"Ahora sabemos perfectamente qué productos son halal", declara Elena, vendedora en un supermercado en Nikel, un pequeño pueblo de 12.000 habitantes situado en la frontera entre Rusia y Noruega. "Antes aquí no había musulmanes. Hemos tenido que recordar cómo se dice 'hola' y 'por favor' en inglés y también los números; y eso que yo en la escuela no lo aprendí. Ha sido un choque cultural".

Elena tiene 42 años y dos hijos y ha vivido toda su vida en Nikel. La vida en este pequeño pueblo de frontera, en el que casi todo el mundo trabaja en la fábrica de gigante minero y metalúrgico Norilski Nikel siempre había parecido tranquila. Pero hace poco en la vida de estos habitantes irrumpió la política internacional.

La guerra de Siria fuerza a millones de personas de Oriente Próximo a buscar una vida mejor en otros países. La mayoría de los refugiados escoge los países europeos y algunos de ellos quieres llegar a los ricos países de Escandinavia.

En los medios ya ha aparecido el término "viaje ártico": los refugiados llegan en tren o avión hasta Múrmasnk, ciudad rusa en el Círculo Polar, y tratan de cruzar en cualquier medio de transporte hasta la frontera con Noruega o Finlandia.

Las zonas del norte de Escandinavia están poco pobladas, por lo que la llegada de refugiados ha sido desastrosa para lugares fronterizo como Sør-Varanger, en Noruega.

Los guardias fronterizos fueron incapaces de atender todas las solicitudes de asilo y las autoridades locales no pudieron colocar a los refugiados en alojamientos temporales. Como resultado se formó una enorme cola de entrada.

En Rusia está prohibido por ley quedarse en la zona fronteriza, por lo que tuvieron que ir a Nikel, un lugar que no cuenta con infraestructura para acoger a tanta gente.

El director del único hotel local explica que en el momento de mayor afluencia había en el edificio cerca de 200 personas, y la mayoría carecía de ropa adecuada para protegerse del frio y además no hablaban ruso.

Los refugiados se dieron de bruces con el mercado negro. Se montó una lista de precios para cruzar en algún medio de transporte, que incluía entre otros un paso prioritario por la frontera. Otro de los apartados era el alquiler de una bicicleta.

Está prohibido cruzar a pie la frontera entre Noruega y Rusia. Los habitantes de Nikel comenzaron a deshacerse de sus viejas bicicletas soviéticas, por las que les darían un par de dólares en el chatarrero. En Noruega las enviaban inmediatamente a reparar y es que no se ajustaban a los parámetros europeos de seguridad.

Los problemas de los refugiados

A finales de noviembre, Noruega dejó de aceptar refugiados tras declarar que sus centros de acogida temporal estaban llenos. Los que no tuvieron tiempo para cruzar la frontera, regresan a Múrmansk. Muchos han decidido ir a Finlandia. A diferencia de Noruega, Finlandia es miembro de la UE y se comprometió a acoger refugiados a través de las cuotas establecidas el pasado septiembre.

La ruta desde Múrmansk hasta la frontera finlandesa es mucho más difícil, porque en el camino apenas hay lugares habitados donde los inmigrantes podrían esperar su turno para cruzar. Muchos están desesperados y tratan de llegar hasta la frontera a pie. Las autoridades tratan de impedírselo y es que en invierno este intento puede ser fatal.

Algunos empresarios de Múrmansk sacan dinero de los refugiados. Les piden cuantiosas sumas por un viejo automóvil soviético. Las autoridades finlandesas, a diferencia de las noruegas, han prohibido cruzar la frontera en bicicleta. 

Además, los guardias fronterizos finlandeses se niegan a aceptar más de 15-20 solicitudes al día. Hasta entonces solo los residentes de Múrmansk cruzaban esta frontera para ir de compras.

Sin embargo, cruzar la frontera no es suficiente para recibir asilo. Hay inmigrantes que tienen el permiso de residencia en Rusia y dominan el ruso. Las autoridades europeas ya han declarado que deportarán a Rusia a estos “falsos refugiados”.

Los residentes de la ciudad de Níkel creen que ellos también pagan las consecuencias. “Estamos acostumbrados a calles tranquilas, a no preocuparnos por nuestros hijos que salen a la calle. Tras la llegada de olas de refugiados, empecé a temer por mis hijas: quién sabe lo que puede pasarles por la cabeza, pertenecen a una cultura totalmente diferente”, afirma Elena.

No se trata del primer flujo migratorio que llega a esta zona del norte recientemente. Hace apenas año y medio los países del norte, junto con Rusia, acogieron a los desplazados  provenientes de Donbass. “Tal vez siempre será así”, Elena se encoge de hombros. 

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