Los ciudadanos de Rusia están empezando gradualmente a utilizar un enfoque científico en la educación de sus hijos, y particularmente en la de las niñas. Si antes, según las normas aceptadas en la Unión Soviética, maestros y educadores a menudo suplantaban la función de los padres, ahora la gente intenta cada vez más pasar más tiempo con los niños e incluso ha empezado a asistir a charlas y entrenamientos y a leer libros de psicología para aprender a relacionarse con los niños.
Es especialmente importante que los hombres también han empezado a mostrar interés por la cuestiones de la educación de sus hijos. En muchas familias rusas antes el padre estaba presente de una forma puramente formal lo que condujo a la aparición de toda una generación de mujeres que no ven ningún sentido en crear y mantener una familia tradicional.
Padre oriental y padre europeo
La psicóloga Alina Koliósova explicó al corresponsal de Moskovski Komsomolets que el papel del padre, importante para la niña y para su desarrollo, depende de la estructura social.
En el modo europeo de abordar la educación la niña se educa de una forma libre, valora la independencia y exige al hombre ser su compañero con igualdad de derechos, y aprende desde la infancia a ser responsable de sus propios actos. En el oriental el padre ocupa una posición dominante y toma decisiones por la niña, qué debe hacer y con quién debe casarse, y junto a eso también tiene la responsabilidad de estas decisiones. En cuanto a estas normas Rusia está en una posición intermedia y por un lado los hombres son muy estrictos con sus hijas pero llega un momento en que les dejan una libertad total que la niña no sabe utilizar. El resultado es que a las mujeres de Rusia no les es fácil formar una familia.
Severidad e indiferencia
María tiene 33 años, no ha estado nunca casada y tampoco tuvo ninguna relación seria larga. Esta chica considera que crear una familia como en la que ella creció no vale la pena. “Antes pensaba que probablemente hay que casarse pero después comprendí que no quiero formar una familia y que no sé cómo tendría que ser para que fuera una familia feliz. Mi padre prácticamente no participó en la educación de mi hermano y en la mía, todo la hacía mamá, pero no tenía suficiente tiempo para nosotros, porque los dos tenían que trabajar. Tal como yo recuerdo siempre tuve que tomar mis propias decisiones y no sé pedir consejo. Es cierto que cuando era adolescente mi padre me exigía volver a casa no más tarde de la hora que marcaba él, pero en cuanto me hice un poco más mayor dejó de interesarse completamente por mi vida, al igual que en la infancia”. Dice que ahora tiene muy buena relación con sus padres pero que no tiene unos recuerdos cálidos de su infancia. “Puede ser que si me hubieran hecho más caso y hubiéramos hablado más, yo querría ser parte de una familia y crear una propia, pero me es más fácil i y claro quedarme sola”, explica María.
Gentileza, consideración y diligencia
La jefa de la fundación benéfica “Familia e infancia”, Svetlana Rudniova, explicó a RBTH que en Rusia, cuando se educa a una niña, se le intenta hacer desarrollar la gentileza, la consideración y la diligencia. Si la niña no dice groserías y sabe preocuparse por los demás recibe la aprobación de la familia, del padre y de los que la rodean. Si el padre apoya y aprueba su aspecto exterior la criatura no tendrá problemas en un futuro.
“En una familia rusa tradicional el padre siempre había participado en la educación de los hijos, les enseñaba oficios, el trabajo en el campo, - explica la especialista. – Pero en la época soviética todo esto empezó a cambiar porque mandaban a los dos, al padre y a la madre, a trabajar y se proclamaba la consigna de que los padres y educadores tenían que ocuparse del niño. Ahora también existen este tipo de familias pero como norma general se trata de las capas sociales con niveles más bajos de ingresos, donde la gente se ve obligada a pasar mucho tiempo en el trabajo y no a ocuparse de los niños. Si el nivel de ingresos es superior al medio los hombres se ocupan mucho de los niños”. Según Rudniova, esa falta de educación en casa era el resultado de la falta de cultura psicológica en el país.
Rudneva explica que ahora a los rusos les han empezado a interesar aspectos psicológicos de la educación de los niños e incluso asisten a cursos especializados. “He observado que ha crecido el interés por parte de los padres hacia los libros de psicología y talleres en los que se les enseña a dialogar con los niños sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Y esto atañe tanto a madres como a padres”, concluye la experta.
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