Hablando de la situación internacional.
— Ya conté una vez este viejo chiste y no puedo no volverlo a contar. Se encuentran un pesimista y un optimista. El pesimista toma una copa de coñac y dice... huele a chinche. El optimista corre hacia una pared, agarra un chinche, lo huele y dice... ¡mmm huele a coñac!
Prefiero ser un pesimista que toma coñac que un optimista que huele a los chinches.
— No entiendo qué es lo que no le gusta a la sociedad alemana en la energía atómica. No quiero hacer ningún comentario al respeto… Pero… No entiendo, ¿con qué al encender la calefacción? No quieren gas, tampoco quieren desarrollar la energía atómica… ¿Estufas de leña? Pero para conseguir leña también hay que ir a Siberia...
Durante el discurso con Christoph Leitl, presidente de la Cámara Federal de Economía de Austria, sobre Ucrania.
— En el año 1914, Ucrania formaba parte de Austria…
— ¿Qué quiere decir?.. ¿Qué propuestas tiene?
— Significa que ahora, cien años después, Ucrania…
— Ya me da miedo escuchar lo que sigue…
Reacción de Angela Merkel a la broma de Vladímir Putin.
- Hay muchos chistes que se pueden contar sobre este tema… No importa cómo actuar durante el derecho de la noche de matrimonio, el resultado al final es el mismo. (Se refiere a las relaciones entre EE UU y Europa).
A la pregunta sobre la situación económica y si ya había pasado lo peor de la crisis, Putin respondió con una chiste.
Se encuentran dos amigos. Uno le pregunta al otro,
— ¿Qué tal?
— Como una cebra. A veces blanco, a veces negro.
— Y ahora, ¿qué toca?
— Ahora negro, dice.
Pasa medio año, se encuentran otra vez.
— ¿Y ahora como va?
— ¿Ahora negro.
— ¿Cómo es posible? Hace medio año era negro.
— No, parece que hace medio año era blanco.
Putin habla sobre la burocracia y los funcionarios contando un viejo chiste soviético.
— Un espía va al edificio de Lubianka (sede del KGB) y dice:
— Soy espía, quiero entregarme.
— ¿De dónde es usted?
— De EE UU.
— Entonces vaya a la ventanilla número 5.
Va a la ventanilla número 5.
— Buenos días, soy un espía estadounidense, quiero entregarme.
— ¿Tiene una arma?
— Sí.
— Entonces vaya a la 7.
Va a la 7.
— Buenos días, soy un espía estadounidense, tengo una arma, quiero entregarme.
— A la 10.
Va a la ventanilla número 10.
— Buenos días. Soy espía estadounidense, tengo una arma, quiero entregarme.
— ¿Y tiene dispositivos de comunicación?
— Sí.
— Entonces a la 20.
Va a la ventanilla 20.
— Buenos días. Soy espía, tengo una arma y un dispositivo de comunicación. ¡Quiero entregarme!
— ¿Y tiene alguna misión?
— ¡Sí!
— Pues, vaya a hacerla y no moleste a los que están trabajando.
— Siempre nos alegran sus visitas, que se dan en un ambiente oficial y nos dan la oportunidad para solucionar problemas importantes. Pero hoy al verlo bajándose del avión, llevando su equipaje, me preocupé. Por un lado es muy democrático, por otro lado pensé que todo va muy mal en EE UU, que no haya nadie que ayude al secretario de Estado a llevar su maletín. Escuché que la economía va bien, que no hay recortes grandes. Después pensé que en esta maleta debía haber algo importante que no se puede prestar a nadie. ¿Llevará algo de dinero? Para que comerciemos sobre cuestiones clave.
Ahora en serio, es un placer recibirle aquí. Ahora, hablando sin bromas, tratamos de encontar algunos puntos de encuentro que nos permitan seguir adelante en las cuestiones bilaterales y en cuestiones de la agenda internacional. Bienvenido..
— Gracias señor Presidente. Cuando tengamos un encuentro cara a cara le muestro qué es lo que tengo en el maletín. Creo que se sorprenderá, en el buen sentido.
Te contamos todo lo que quisiste saber sobre Vladímir Putin
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