Cómo ir más allá del conflicto con EE UU

La candidata demócrata Hillary Clinton en Kentucky durante un acto de la primarias.

La candidata demócrata Hillary Clinton en Kentucky durante un acto de la primarias.

AP
No se espera una mejoría de las relaciones entre Rusia y EE UU con la llegada a la Casa Blanca de un nuevo mandatario. Los más probable que quien gobierne después de Barack Obama tenga unas relaciones todavía más duras con Rusia.

Las relaciones entre Rusia y EE UU entran en el tercer año de confrontación. La buena noticia es que en el último año la confrontación se ha estabilizado, se ha convertido en la "nueva norma" de las relaciones. La mala noticia es que el enfrentamiento será de larga duración, y que recientemente, tras el armamento desplegado en Europa del este la rivalidad es de carácter político-militar.

A pesar de estabilización parcial de la situación en el Este de Ucrania y la cooperación en Siria,  se mantiene el peligro de un enfrentamiento directo entre Rusia y EE UU. Hay que tener en cuenta que la confrontación actual, en contraste con la de la Guerra Fría, es claramente asimétrica. La disparidad de fuerzas, en favor de EE UU, hace que Rusia compense su debilidad con un aumento de sus “apuestas”: la disposición a tomar más riesgos y a actuar por sorpresa para colocar al adversario en una situación de desventaja.

Por otro lado, esta desigualdad combinada con un sentimiento de superioridad moral hace que EE UU subestime a Rusia, de la que dice que se encuentra "en una situación de creciente decadencia". Las acciones del país eslavo se perciben como un farol y como formas de aumentar la presión.

En estas circunstancias el riesgo de que haya incidentes es muy alto. Los incidentes con barcos y aviones rusos o estadounidenses en el Mar Negro y en el Báltico pueden elevar la confrontación a un nivel más peligroso.

La cooperación no acaba con la rivalidad

En los últimos meses surgió la esperanza de que la tensión se rebajase, pero fue algo ilusorio. La confrontación es de una naturaleza más profunda. No nace de los malentendidos o de errores concretos de una de las partes sino del choque de dos particularidades. EE UU se ve a sí mismo como un país excepcional y Rusia insiste en ser tratada en igualdad de condiciones.

Así las cosas, la cuestión tiene que ver con el orden mundial, con el papel que desempeña EE UU y el estatus de Rusia.

De esto se desprende que aunque haya intereses comunes, como detener la proliferación de armas de destrucción masiva o la lucha contra el extremismo islámico, no puede haber cambios fundamentales. 

Las propias condiciones de la cooperación son motivos de arduas discusiones y no hay que hacerse muchas ilusiones de que las relaciones se calmarán con la llegada a la Casa Blanca de un nuevo presidente. Los más probable es que el sucesor de Barack Obama vaya a mantener unas relaciones todavía más duras con Rusia.

Es también improbable que a corto plazo se suavicen o se levanten las sanciones occidentales contra Rusia. Las sanciones de EE UU van para largo y las de la UE, a pesar de los esfuerzos de diferentes políticos por cambiar la situación, también estarán en vigor durante un largo periodo. La cuestión no es solamente la solidaridad transatlántica. Berlín y Bruselas vinculan el levantamiento de las sanciones al cumplimiento de los acuerdos de Minsk, cuando Kiev no puede implementarlos sin que tenga consecuencias fatales para su propio poder. De modo que no parece previsible que vaya a haber un cambio a corto plazo y la culpa del fracaso de Minsk se atribuirá a Moscú.

El final de la Pax Americana

A mediados esta década entramos en el primer cuarto de siglo del periodo conocido como "Pax Amerciana" de dominación mundial de EE UU que no estaba cuestionada. En estos momentos las potencias mundiales se encuentran en un periodo de rivalidad.

EE UU ha cambiado su estrategia global en respuesta a estos cambios y ha pasado de apoyar el universalismo (estimulación de la globalización, la promoción de "los valores democráticos en el mundo") a fortalecer claramente la posición de Occidente y a disuadir activamente a los países que desafían a EE UU.

En estas circunstancias todavía es pronto para buscar una salida al enfrentamiento. El gobierno ruso es activo pero lo máximo que puede conseguir gracias a esta táctica es ganar tiempo. La pregunta clave es si Moscú puede aprovechar este momento para reforzar su posición como uno de los países líderes en la arena mundial y al mismo tiempo fortalecer su poder económico, científico y cultural.

En lo que respecta a las relaciones con EE UU, lo más importante a corto y medio plazo es la gestión de la propia confrontación. Antes que nada hay que evitar los incidentes, llegar a una "congelación" efectiva del conflicto en Donbass y, finalmente, apoyar los contactos directos con personas influyentes de EE UU con el objetivo de evitar interpretaciones erróneas de las acciones de uno u otro lado.

Dmitri Trenin, director del Centro Carnegie de Moscú.

Publicado originalmente en ruso en RBC Daily

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