Dibujado por Alexéi Iorsh
Cabe recordar que la comunicación interestatal no tiene por qué tener como objetivo ponerse de acuerdo en algo. Durante los años de guerra fría entre los dos países la comunicación era bastante intensa pero ni mucho menos siempre tenía como objetivo firmar algún acuerdo, ni tan siquiera solucionar un problema concreto. Era mucho más importante entender la lógica de las acciones y, a ser posible, las intenciones del bando opuesto.
A partir de principios de los años 90 estos mecanismos y prácticas empezaron a perderse ya que parecía que ya no eran necesarios. El riesgo de guerra dejó de percibirse como un peligro real y obligatoriamente la actividad negociadora tenía que conducir a resultados concretos. Sin embargo, los cambios políticos de 2014-2015 demostraron que las esperanzas de que la confrontación se retirara definitivamente y de forma irrevocable eran una ilusión. Los usos y costumbres de la época de la guerra fría regresaron pero no hay instrumentos para contrarrestarlos.
La línea de actuación de Estados Unidos en relación a Moscú desde el momento de la entrada de Crimea en la Federación de Rusia consistía aproximadamente en lo siguiente: reducir los contactos al mínimo hasta que el Kremlin no cambie de comportamiento.
Esta actitud no dio resultados. Las esperanzas de Washington de que Rusia cambiaría su curso en relación con Ucrania no se justificaron. Desde el otro lado también quedó claro que Moscú difícilmente puede confiar en que el país vecino llegará a una estabilidad aceptable sin la voluntad y participación de EEUU. Y, por último, ha empezado a crecer una tensión general que se refleja en distintos tipos de acontecimientos desagradables en los que participan buques militares o aviones de Rusia y de la OTAN.
Sin embargo, no se puede hablar de una guerra fría total ya que existen desafíos comunes que no se pueden ignorar. Por ejemplo, Moscú y Washington entienden de forma distinta la génesis de los acontecimientos en el Próximo Oriente pero no ponen en duda que el Estado Islámico es una amenaza tanto para los rusos como para los norteamericanos.
Barack Obama entra en la fase final de su presidencia, cuando el jefe de Estado piensa en primer lugar en su legado. Su presidencia ha tenido lugar en un momento difícil, de una acelerada deconstrucción del orden mundial, por lo que conseguir éxitos internacionales era complicado objetivamente.
También ha cometido errores graves. Ahora es especialmente importante concentrarse en las directrices de su curso político que pueden pasar a la historia. En el caso de Obama se trata en primer lugar de Irán y puede ser que de Cuba. El final de la epopeya iraní exige un minucioso trabajo en todas direcciones y el acuerdo se prevé muy frágil por lo que es indispensable la máxima cooperación de todas las partes, incluida Rusia.
En un plano más amplio es evidente que Barack Obama no quiere dejar Oriente Próximo en el estado de caos en el que se encuentra ahora y aquí también se necesita la participación de Rusia, o como mínimo su neutralidad.
Ucrania, en cambio, en términos del legado que le quedará, no promete nada bueno, el presidente es consciente que no se auguran avances rápidos.
A juzgar por todo esto, la nueva etapa de las relaciones ruso-estadounidenses (hasta principios de 2017) será más o menos así: establecimiento de un diálogo de trabajo a nivel de las personas responsables de la seguridad político-militar a fin de minimizar los riesgos de choques casuales, intercambio de opiniones y puede que pasos concretos en la resolución de los problemas en Oriente Próximo. No cabe esperar una posición única pero tampoco una confrontación de verdad. En el caso de Irán es muy probable que haya una activa colaboración y en el tema de Siria no habrá cambios bruscos. Las posiciones respecto a la crisis de Ucrania continuarán siendo opuestas pero, seguramente, las partes intentarán evitar una escalada.
Este modus vivendi no significa que se modificará la retórica, al contrario, la reducción real de la tensión, posiblemente, tendrá que compensarse con declaraciones más belicosas. Pero en general se podría mantener una situación semejante hasta el final de la presidencia de Obama. Y en un futuro dependerá del conjunto de muchos factores entre los cuales uno de los más importantes será la dinámica de las relaciones de las dos partes con China.
Fiódor Lukiánov es el presidente del Consejo de Política Exterior y de Defensa.
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Publicado originalmente en ruso en Rossiyskaya Gazeta.
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