La relación con el pasado separa a Ucrania y Rusia

Dibujado por Tatiana Perelíguina

Dibujado por Tatiana Perelíguina

En Donbass reina la desolación. La actividad armada con sus víctimas y sus daños materiales no cambiará nada, se ha establecido un equilibrio de fuerzas. Aunque tampoco nadie parece querer resolver el conflicto, cambiar el estado de las cosas.

¿Por qué las relaciones ruso-ucranianas, que siempre han sido amistosas, han llegado a esta situación? El conflicto ha ido acompañado de una intención por parte de Occidente de “atar en corto” a Ucrania (sin hacerse cargo de ninguna responsabilidad), lo cual quedó claro en la campaña para la firma del acuerdo asociación entre Kiev y la UE. Rusia ofreció resistencia y con ello bastó para iniciar un proceso de destrucción. Sin embargo, las consecuencias no habrían sido tan fatales si en el interior de Ucrania, así como entre Rusia y Ucrania, no se hubiera acumulado el potencial de una explosión política y nacional.

Alexannder Solzhenitsyn profetizó en sus memorias que la “cuestión ucraniana es una de las cuestiones más peligrosas de nuestro futuro… Las mentalidades de ambas partes están poco preparadas para ello”. Y continuaba: “Del mismo modo que los ucranianos intentan demostrar en vano que todos nosotros provenimos de Kiev, los rusos no quieren hacerse a la idea de que el pueblo del Dniéper es distinto y de que son los bolcheviques quienes han sembrado un gran resentimiento y una gran discordia entre nosotros”.

Solzhenitsyn señaló el principal problema: el conflicto de la autodeterminación. En ello reside la causa del actual enfrentamiento en el sureste de Ucrania, la raíz de la trágica falta de entendimiento entre las sociedades rusa y ucraniana.

Ambos pueblos son muy cercanos étnica y culturalmente, están unidos por una historia común, aunque este factor es un arma de doble filo. La historia común no tiene por qué aproximar a los pueblos. No en vano la principal línea de desmarque en Ucrania es la relación con el pasado, el conjunto de acontecimientos y modelos que sellan la identidad nacional. Es imposible conciliar la idea de que los nacionalistas que luchaban en el bando de los nazis  son los auténticos héroes, con el Día de la Victoria que acostumbra a celebrar la gente que se identifica con la tradición soviética.

La proximidad cultural entre los rusos y los ucranianos, junto con la heterogeneidad de la sociedad ucraniana, ha instalado una “mina” bajo la construcción estatal de Ucrania. La caída de la URSS y del bloque comunista entre las décadas de los 80 y de los 90 engendró un determinado tipo de autodeterminación: una tendencia “hacia Europa”, para alejarse del “imperio”. En Europa Central y Oriental, incluyendo los países bálticos, esto funcionó, pero poco a poco fue perdiendo impulso.

Por un lado Europa percibió una línea que separaba su ámbito histórico y cultural “legítimo” de un ámbito que pertenecía a otra comunidad. En el imaginario de la mayoría de los europeos, Ucrania formaba parte de este segundo grupo. Por otro lado, Ucrania nunca ha tenido una identidad clara como, por ejemplo, la de los países bálticos. La sociedad siempre ha vacilado en este sentido.

La presión ejercida con el objetivo de obligarles a autodefinirse ha provocado lo que vemos ahora. Al mismo tiempo, la crisis y la guerra estimulan los intentos de formar una identidad nacional siguiendo un modelo que a principios de los años 90 funcionó, es decir, el modelo antirruso. Se trata de un proyecto muy arriesgado, ya que provoca el rechazo como mínimo de una parte de la población y garantiza la contraposición de Rusia.

De todos modos, para Rusia lo que está sucediendo tampoco es simplemente un conflicto regional más. El propio Solzhenitsyn, en su famoso artículo del año 1990 “Cómo reorganizar Rusia”, escribió acerca de la indivisibilidad de las tres repúblicas eslavas y opinaba que la conservación de esta unión (y ya no de la URSS en general) era la clave del futuro de Rusia.

Lo más importante es que el imaginario ruso todavía no tiene claro cuáles son sus propias fronteras. No las fronteras políticas formales, sino las fronteras mentales. Tanto la integración euroasiática como la concepción del Mundo Ruso y la reacción a los acontecimientos en Ucrania son partes integrantes de este proceso de autodeterminación postsoviética. Y para Rusia este es un proceso particularmente complicado, porque la caída de la URSS vino acompañada de la pérdida de lo que se consideraba parte inherente de “nuestro país”.

Estas autodeterminaciones antagónicas pero estrechamente ligadas entre sí son la razón de que todo sea tan trágico y doloroso. Los factores externos y los matices geopolíticos son agravantes, pero no son las circunstancias principales. Precisamente por esta razón la diplomacia trabaja en unas condiciones tan duras.

Fiódor Lukiánov es el presidente del Consejo de Política Exterior y de Defensa. 

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