Enfriar las relaciones hostiles

Dibujado por Konstantín Máler

Dibujado por Konstantín Máler

El expresidente de la URSS considera prioritario poner cese a la violencia en Ucrania y recuperar la confianza entre Rusia y Occidente.

La situación en Europa y en el mundo es extremadamente alarmante. La crisis ucraniana sigue causando estragos. Los esfuerzos destinados a su resolución pacífica son insuficientes para afrontar las amenazas que se ciernen sobre todos nosotros.

En los últimos días se oyen declaraciones respecto a que hay oportunidades para salir del punto muerto. Pero el fuego no cesa y las personas siguen muriendo.

Mijaíl Sergéievich Gorbachov (Privólnoe, 1931) fue Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) de 1985 hasta 1989 y presidente de la Unión Soviética de 1989 a 1991. Recibió el Premio Nobel de la Paz en 1990 y actualmente es uno de los propietarios del periódico de oposición Nóvaya Gazeta.

El resultado de los acontecimientos de los últimos meses es el catastrófico desplome de la confianza en las relaciones internacionales. A juzgar por declaraciones recientes, los diplomáticos de ambos lados están ancorados en un enfrentamiento perenne. Esto es muy peligroso. No podemos vivir instalados en la exaltación de las pasiones como ocurre en la actualidad.

Es necesario hacer todo lo posible para revertir la tendencia actual.  ¿Cómo hacerlo?

A mí y a otros veteranos de la política mundial, que en nuestro tiempo contribuimos en gran medida al cese de la guerra fría, nos llegan peticiones para crear algo parecido a un “consejo de sabios” que elabore propuestas para salir de la crisis.

Creo que vale la pena hacerlo: la experiencia de los veteranos puede ser útil.  Pero querría ahora expresar algunas consideraciones.

En primer lugar, es necesario de una vez por todas reconocer la necesidad de un alto al fuego urgente y perentorio y prevenir las catástrofes humanitarias.

Considero que las dos partes del conflicto ucraniano rompen el alto al fuego, que las dos partes son culpables de la aplicación de tipos de armas especialmente peligrosas y de cometer violaciones de los derechos humanos. La “guerra hasta el victorioso final" es imposible. Es hora de poner punto final a las hostilidades.

Las bases para la resolución del conflicto son los acuerdos de Minsk. No hay otras.

Rusia, como declaró el presidente Putin, tiene la posibilidad de influir en Donetsk y Lugansk. La comunidad internacional puede hacer lo propio con en el gobierno de Ucrania que, por cierto, ha reconocido que el problema no se puede solucionar por la vía militar. Es necesario utilizar todos los resortes y ejercer una firme presión sobre todas las partes del conflicto.

Hay que enfriar la polémica, las acusaciones cruzadas, no permitir el desenfreno propagandístico. No sirve para nada, sólo lleva el problema a un callejón sin salida más profundo.

Es necesario ponerse de acuerdo sobre las medidas urgentes que hay que tomar para prevenir una catástrofe humanitaria. Y poner las bases para la creación de un consorcio internacional que preste ayuda y contribuya a la recuperación de las regiones que han sufrido daños.

Además, hay que acometer una tarea estratégica: el restablecimiento de la confianza. Debe abordarse simultáneamente junto con la reorientación del conflicto ucraniano de la actual fase militar a la fase política.

Restaurar la confianza no mediante declaraciones sino por medio de acciones concretas. Sobre todo, hay que acabar de construir el edificio de la seguridad europea.

A finales de 1990, en una cumbre celebrada en París, se firmó la Carta de la Nueva Europa. Luego se olvidaron de ella. Como resultado no se efectuó la desmilitarización de la política europea. No se dieron pasos concretos a fin de crear organismos y mecanismos para garantizar la seguridad europea.

Pero la carta de la ONU prevé que las disputas y los conflictos deben considerarse y resolverse a nivel regional, antes de llegar al Consejo de Seguridad de la ONU. Por lo tanto, es precisamente a nivel regional donde es preciso instituir mecanismos e instrumentos de asesoramiento en el ámbito de la seguridad, de la diplomacia preventiva, de la mediación y de la resolución pacífica.

Las estructuras regionales más próximas a los “escenarios” de los posibles conflictos pueden actuar, en caso de que sea necesario, de un modo más rápido y flexible que los mecanismos de las Naciones Unidas en tanto es una organización global.

No deberíamos volver simplemente a la idea propuesta a principios de la década de 1990 del Consejo de Seguridad de Europa, sino pensar en cómo equiparlo con mecanismos efectivos. Podrían trabajar en régimen de “vigilancia permanente”, de estudio y monitoreo de los conflictos existentes, tanto los latentes como los potenciales (en vías de gestación), elaborar propuestas para acciones preventivas y medidas para la resolución de los conflictos.

Estos mecanismos podrían también asumir la preparación y la formación de grupos de observadores, intermediarios y representantes de la comunidad internacional en las zonas donde haya tensiones y conflictos.

El establecimiento de estas estructuras mejoraría el ambiente en torno a los esfuerzos para resolver los conflictos existentes, estimularía una búsqueda más activa.

Además, tenemos que volver a trabajar codo con codo para hacer frente a amenazas y retos globales. En este momento Occidente casi ha roto la colaboración con Rusia en estos ámbitos. Y esto se suma a las sanciones

Pero ¿acaso no salimos todos perjudicados del abandono de la lucha conjunta contra el terrorismo, el cambio climático y las pandemias? Hay que “enfriar" urgentemente las relaciones en este sentido.

Invito a los mandatarios de Rusia y de los Estados Unidos a considerar la celebración de una cumbre con una agenda amplia y sin condiciones previas. Hay que revisar a fondo el estado de las relaciones y problemas. Después de todo, ambos países tienen una responsabilidad especial. Cuando la desatienden, el mundo paga las graves consecuencias.

Es necesario también celebrar una cumbre entre Rusia y la Unión Europea.

No hay que temer que alguna de las partes “pierda su autoridad” o que se apunte la victoria de la propaganda. Todos estos miedos deben quedar relegados al pasado. Hay que pensar en el futuro.

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Artículo publicado originalmente en ruso en Rossiyskaya Gazeta.

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