La complicada situación política de Ucrania tras el cese de la violencia

Dibujado por Natalia Mijáilenko

Dibujado por Natalia Mijáilenko

El alto el fuego en el este de Ucrania constituye un paso muy esperado que pone fin a un derramamiento de sangre despiadado y absurdo. Sin embargo, las partes del conflicto no han llegado a una solución pactada y el proceso político que sigue promete ser altamente complicado.

La primera fase tras el intercambio de prisioneros consiste en determinar qué controla cada parte del conflicto y en delimitar sus áreas de responsabilidad. Cualquier conflicto de esta naturaleza constituye una guerra sin frentes claros, por lo que a la firma del armisticio le siguen las negociaciones sobre las ‘fronteras’.

Puesto que desde el punto de vista del derecho internacional el territorio de Ucrania se encuentra bajo la jurisdicción de Kiev y las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk no están reconocidas como tales, para alcanzar un acuerdo hará falta buena voluntad, principalmente de la parte ucraniana.

En este caso concreto, la buena voluntad significaría reconocer que se ha perdido el control real de una parte del Estado, lo que sin duda no resultará sencillo y podría provocar un auténtico cataclismo en Kiev.

Al deslinde le sigue la cuestión sobre el control en la línea de contacto. La OSCE ha tomado parte en el proceso político desde el principio, de modo que sería lógico que esta organización asumiera una función supervisora. En Viena —donde se encuentra su sede central— se desarrollarán sin duda intensos debates sobre el personal y sus facultades.

A continuación se tendrán que iniciar las negociaciones sobre el estatus de la región. Resulta imposible calcular las probabilidades de cumplimiento del compromiso a partir de las declaraciones hechas por las partes. En público, naturalmente, se adoptan posturas más categóricas, más exigentes; pero es posible que entre bastidores se desarrolle una conversación más objetiva. Sin embargo, la experiencia de otros conflictos latentes (como el de Transdniéster o el de Abjasia y Osetia del Sur) demuestra la enorme dificultad que implica recuperar un control que se ha perdido de facto. Por esta razón, para conservar la integridad territorial de Ucrania, hará falta un esfuerzo sobrenatural y un enfoque muy creativo de los derechos de autonomía. Hasta qué punto está Kiev preparado para esto en las condiciones actuales es todavía una incógnita.

La situación política en este momento es un polvorín; no todo el mundo es partidario del alto el fuego. Por otra parte, la idea de que Ucrania tiene más posibilidades de conformar un Estado nacional estable sin la región de Donbass surgió antes de que estallara el último ‘asalto’ de este sangriento enfrentamiento. Así que, en realidad, también Kiev podría poner rumbo hacia una congelación de la situación.

Las autoridades de las repúblicas separatistas tienen por delante la tarea de organizar un aparato económico-administrativo con cierta base legal. Esto requiere unas elecciones y, por consiguiente, unas organizaciones políticas que participen en ellas. La experiencia que se desprende de otros conflictos congelados desvela que, tras la obtención de la independencia, suelen surgir líderes unipersonales como, por ejemplo, Ígor Smírnov en Transdniéster o Vladislav Ardzinba en Abjasia. Sin embargo, al este de Ucrania no existen actualmente personalidades destacadas que gocen de una autoridad o un liderazgo incondicional. Aunque lo cierto es que una dirección autócrata difícilmente contentaría a los habitantes de esta región, situada prácticamente en el centro de Europa.

Está claro que, como ha ocurrido en situaciones análogas, el papel de los ‘veteranos’ —es decir, los miembros y líderes de las formaciones armadas—  será significativo. Por ejemplo, tanto en Nagorno-Karabaj (territorio disputado por Azerbaiyán y Armenia) como en Abjasia (separada de facto de Gerogia) el grupo de gobierno sencillamente no puede cumplir sus funciones sin el apoyo de las formaciones veteranas; para ser más exactos, la élite política está principalmente compuesta por representantes de la élite militar. Con más razón estas nuevas organizaciones prestarán una atención especial a la formación de unas fuerzas armadas y el apoyo a estas. La ausencia de un estatus político reconocido por todos reduce las garantías de una existencia independiente de estos territorios, dejando solo las garantías militares.

Un tema aparte son los intereses de otras fuerzas externas, las cuales han aumentado considerablemente el riesgo y la tensión durante el conflicto.

Las dificultades a las que se enfrentan Rusia y la UE

Rusia se enfrenta a una difícil decisión, y es que la responsabilidad moral y económica de un territorio que se separe de Ucrania de facto recaerá sobre Moscú. Sin duda habrá una partida de ayuda económica para la rehabilitación del Donbass, pero la falta de un acuerdo sobre su estatus político hace arriesgada cualquier inversión en la región.

El escenario ideal para Rusia, al parecer, sería la confección de un modelo de Ucrania unificado, que garantice un alto grado de autonomía para las regiones de Donetsk y Lugansk, además de salvaguardar sus derechos y oportunidades como miembros del país. En tal caso, la ayuda a estas regiones estaría enmarcada dentro del proyecto internacional para la rehabilitación de Ucrania (el cual se pondrá en marcha de todas formas) y su pertenencia a Ucrania dejaría una vía de influencia en la política interna del país.

Sin embargo, la probabilidad de que se llegue a un acuerdo similar no parece ser muy alta. Así que Moscú tendrá que contribuir a la formación de las administraciones de la RPD y de la RPL (estos nombres probablemente cambiarán, aunque de momento se pueden seguir usando) sin tener claras aún las perspectivas de futuro.

En cuanto a la Unión Europea —cuya contribución a la crisis ha sido considerable—, su labor ahora se centra en la búsqueda de socios para la rehabilitación de Ucrania o, dicho de otro modo, en la búsqueda de socios con los que compartir los costes. Europa reconoce que sin la colaboración de Rusia el levantamiento de Ucrania sería sencillamente imposible y, tras la firma del alto el fuego, los europeos intentarán que Moscú suavice la presión económica sobre Kiev. No queda claro en qué desembocará todo esto, puesto que la UE endurece las sanciones contra Rusia, lo cual no contribuye a generar una atmósfera de confianza.

La postura más destructiva, sin duda alguna, la mantienen los Estados Unidos, quienes miran la crisis de Ucrania a través del prisma de sus propios intereses estratégicos en Europa y de la contención de Rusia.  

Los acontecimientos de 2014 se han convertido en una clara muestra de los procesos cardinales por los que aún está pasando el territorio de la antigua URSS. Procesos que harán mella en las fronteras, en la identidad de los diferentes pueblos y en el equilibrio geopolítico de fuerzas. El destino del este de Ucrania no es más que una parte de la gran y confusa imagen que nos depara el futuro, imagen que de momento solo podemos presentir. 

Fiódor Lukiánov es presidente del Consejo de política exterior y de defensa de Rusia.

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