China y Rusia: una colaboración lógica

Dibujado por Alekséi Iorsh

Dibujado por Alekséi Iorsh

La visita de Vladímir Putin a China, planeada desde mucho antes de que sucedieran los últimos grandes acontecimientos mundiales, ha sido considerada desde el principio como un hito histórico, pero los cambios en el contexto internacional debidos a la crisis ucraniana y a la confrontación entre Rusia y Estados Unidos han convertido este viaje en un punto crucial de la historia de las relaciones bilaterales.

La enorme cantidad de acuerdos y contratos preparados para este encuentro demuestran la seriedad de los nuevos propósitos. Los ejercicios navales conjuntos,  presenciado por los presidentes de ambos países, sirven de aviso para el resto del mundo sobre la colaboración en el ámbito militar estratégico.

Además del deseo natural de dos países vecinos con semejante potencial de reforzar y desarrollar sus relaciones, Moscú y Pekín tienen ahora nuevas razones para promover el acercamiento.

La crisis ucraniana ha servido como pretexto a Estados Unidos para demostrar su arsenal de herramientas de presión sobre Moscú. Este arsenal no consiste tanto en sus incontables cabezas nucleares o portaaviones situados en el Mar Negro como en su capacidad de utilizar las claves económicas de la globalización, de aprovecharse del hecho de que la economía mundial moderna es producto del sistema estadounidense y esté regulada por dicho sistema. Ni siquiera Estados Unidos es capaz de aislar a una potencia como Rusia.

Pero sí que se puede obstaculizar su acceso a los mercados, a los recursos financieros y tecnológicos. Por esta razón Rusia necesita no sólo evitar esto a corto plazo, sino encontrar una alternativa que le permita adquirir unos recursos para su propio desarrollo totalmente independientes de la influencia estadounidense.

El cambio de orientación hacia Asia estaba preparándose mucho antes, lo único que ha conseguido la crisis ucraniana ha sido catalizar el proceso. El acercamiento con China no es solamente una decisión importante, es además una tarea muy complicada.

La República Popular China es un estado demasiado potente como para que cualquier socio, incluido un gigante como Rusia, no sienta miedo de ocupar una posición de subordinación respecto a ella. No es una cuestión de malas intenciones por parte de Pekín, sino de una relación objetiva de los potenciales económicos de ambos países.

La garantía para preservar una postura independiente respecto a China dependerá  de la habilidad política. Rusia por ahora es mucho más activa y notable en el escenario internacional. China le sigue de cerca, pero por ahora no se arriesga a convertir su peso económico en acciones políticas.

Desempeñar un papel independiente en el acercamiento con China será posible gracias a tres factores.

En primer lugar, hará falta una exhaustiva estrategia asiática que incluya aspectos internos (el desarrollo de Siberia y del Extremo Oriente) y externos (el posicionamiento en la Región Asia-Pacífico). Naturalmente, en coordinación con China y con el apoyo de esta.

En segundo lugar, una ampliación y mejora de las relaciones con otros países importantes en Asia, desde Japón y Corea del Sur hasta la India, Vietnam, Singapur o Indonesia. Algunos de ellos están más estrechamente vinculados a Estados Unidos y tienen un margen de acción más limitado. Pero la situación en Asia se ha vuelto muy complicada, por lo que también estos países están interesados en la diversificación. Si Rusia consigue no atarse demasiado a China, obtendrá un espacio para maniobrar.

En tercer lugar, a diferencia de China, Rusia posee una enorme experiencia de liderazgo. No en el sentido de hegemonía, como en el caso de Estados Unidos, sino desde el punto de vista de la promoción de ideas de naturaleza global capaces de atraer a otros estados y lanzar una “campaña” a escala mundial.

Debido a sus particularidades culturales, China no está capacitada para ello. Moscú también perdió en la época postsoviética estas cualidades, pero existe la posibilidad de formular otra visión del orden mundial porque durante el último año se han hecho evidentes los riesgos que entraña un mundo articulado en torno a Estados Unidos.

Por un lado figura el escándalo protagonizado por Edward Snowden y, por otro, la clara demostración de fuerza contra Rusia durante las últimas semanas por medio de instituciones mundiales.

Si Rusia opta por actuar como diseñadora de una “nueva” globalización, aunque únicamente sea mediante la promoción de eslóganes, esto equilibrará en parte su retraso económico respecto a China.

No debe imponerse la sensación de que el acercamiento interesa solamente a Moscú, de que Pekín permite amablemente a Rusia que se acerque. A China le preocupa lo que sucede en el mundo, en todas partes están creciendo todo tipo de manifestaciones de inestabilidad. Sobre todo en lugares inmediatamente cercanos a sus fronteras.

La orientación de Washington hacia Asia, a pesar del respeto que profesa a China, está evidentemente dirigida a evitar que aumente la influencia de esta región en el mundo. Los múltiples conflictos territoriales de Pekín con sus vecinos, que durante largo tiempo se habían mantenido en una especie de letargo, comienzan agravarse de nuevo y ya no se trata de casos localizados.

Justo durante los días de la visita de Putin a Shanghái hubo un aumento de las tensiones de Vietnam que llevó a la evacuación de ciudadanos chinos que viven en este país. Japón y Filipinas también esperan su turno.

A estos conflictos se pueden añadir las caldeadas disputas acerca del modelo de desarrollo económico que se sigue en China. Su economía entra en recesión y los especialistas señalan una tendencia poco favorable, aunque al mismo tiempo se registra un rápido y continuo crecimiento, mérito de la estabilidad del sistema político y del gobierno chino. Por ello, para la República Popular China un aumento cualitativo del nivel de las relaciones con Rusia (su mayor colaborador político y económico) también es más que necesario en estos momentos.

Tampoco cabe esperar una relación de colaboración sin problemas: dos países tan importantes no pueden no tener contradicciones o choques de intereses. Sin embargo, la lógica del desarrollo de los acontecimientos mundiales empuja a Moscú y Pekín al acercamiento, y esta nueva etapa abre unas nuevas posibilidades por las que vale la pena correr riesgos.

Fiódor Lukiánov es presidente del Consejo de Política Exterior y Defensa.

Artículo publicado originalmente en ruso en Rossíyskaya Gazeta.

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