El giro asiático de Moscú es previo a las sanciones de Occidente

Dibujado por Niyaz Karim

Dibujado por Niyaz Karim

La decisión rusa de estrechar los lazos económicos con India, Vietnam, Corea del Sur y China es parte de una cuidada estrategia que ya se había adoptado mucho antes de la actual crisis ucraniana.

Es obvio que un gran número de adinerados hombres de negocios y oligarcas rusos están preocupados ante la perspectiva de las sanciones económicas impuestas al país por los EE UU y la UE. Muchos miembros de esta elite tienen propiedades, negocios e inversiones en Occidente y prefieren pasar allí sus vacaciones. La amenaza de sanciones ha supuesto un verdadero shock para un gran número de las personas que se hicieron ricas tras la crisis del rublo de 1998 y que no han tenido ningún tipo de problema en pasearse por Europa occidental y los Estados Unidos hasta la fecha.

En 1998, cuando India realizó pruebas nucleares, el mundo entero se unió para condenarla y Occidente se apresuró a imponer sanciones económicas. De hecho, el Gobierno de Borís Yeltsin también condenó las acciones indias de un modo menos severo, pero se negó a subirse al carro de las sanciones. Las pruebas se llevaron a cabo un año después de la crisis financiera en el este de Asia e India parecía tener unos cimientos económicos fuertes en aquel momento.

Cuando Occidente se dio cuenta de que ni ralentizaban la economía india ni obligaron al país a firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear ni el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares, se levantaron las sanciones. Los oportunistas capitalistas se apresuraron a intentar sacar beneficios del país. Visto el modo en el los intereses económicos occidentales se impusieron sobre sus afirmaciones moralistas en el caso de India, la comunidad empresarial rusa no debería preocuparse demasiado sobre las consecuencias a largo plazo de las sanciones, sino echar un vistazo a las oportunidades que le ofrecen las economías emergentes.

Los medios de comunicación internacionales han presentado de manera sesgada la visita de Ígor Sechin, presidente de Rosneft, a India, China, Japón, Corea del Sur y Vietnam como una especie de reacción instintiva a las sanciones económicas contra Rusia. Pero el impulso de los vínculos económicos con el Este lleva más de una década formando parte de la agenda de Vladímir Putin.

Rusia tiene como objetivo alcanzar un comercio bilateral con China por valor de 100.000 millones de dólares en 2015. Esto se puso en marcha en 2004, tan pronto como se resolvió la disputa fronteriza entre los dos países. La estrategia política centrada en Asia no es nueva para el Kremlin; el hecho de que en 2012 se eligiese Vladivostok como sede para la cumbre del APEC estaba encaminado a potenciar la imagen del país en el continente asiático.

Una de las piedras angulares de la política exterior de Putin desde que llegó al poder en 2000 ha sido la creación de una asociación estratégica con India. Además de acercar diplomáticamente a los dos países, allanó el camino para una mayor implicación económica. Esto incluye una creciente cooperación en proyectos gubernamentales como el Proyecto de Energía Nuclear de Kudankulam, además de esfuerzos activos para que los sectores privados de ambos países participen en la dinamización del comercio.

La Unión Aduanera de Rusia, Bielorrusia y Kazajastán ha estado negociando acuerdos de libre comercio con Vietnam y Nueva Zelanda y un Acuerdo General de Cooperación Económica con India. La propuesta kazaja de trabajar hacia un acuerdo similar con Turquía también está siendo tomada en consideración. Asimismo, fue Moscú la que tomó la iniciativa de convertir los BRIC,  de un acrónimo de inversión, en un grupo económico al que también se unió Sudáfrica.

Es importante para Rusia impulsar el comercio con países asiáticos, ya que las probabilidades de un enfrentamiento político con sus socios de este continente son realmente escasas. China parece satisfecha con el modo en el que se resolvió su disputa territorial con Rusia y la ridícula teoría de una invasión demográfica china en el Lejano Este ruso ha sido descartada por la mayoría de pensadores mínimamente racionales.

¿Podría alguien de manera medianamente realista vaticinar una guerra entre Japón y Rusia por las islas Kuriles? Tokio reclama las islas, a las que denomina “Territorios del Norte”, pero no reduce el comercio ni los vínculos económicos con Moscú, ni amenaza al país en foros internacionales.

¿Podría India apoyar algún tipo de intento de aislar internacionalmente a Rusia? Tras la llamada Revolución Naranja de 2004 en Ucrania, cuando Vladímir Putin se enfrentó a un aislamiento global cada vez mayor, India le abrió sus brazos al presidente ruso, molestando así a los varios gobiernos europeos implicados. Recientemente, Nueva Delhi se negó a apoyar las sanciones contra Moscú y fue uno de los primeros países en reconocer públicamente que Rusia tenía intereses legítimos en Crimea.

No importa cuánto presione la diáspora india en los EE UU para que su país natal entre en la órbita de Washington; es muy improbable que esto ocurra.

Es también muy improbable que los aliados asiáticos de Rusia y sus socios en grupos como los BRICS usen el chantaje económico para acelerar la agenda política. Asimismo, estos países también guardan una evidente distancia con el entorno cercano de Rusia y no están por la labor de alentar o financiar dudosos movimientos opositores. Tampoco forman parte de una alianza militar mal encaminada, cuya razón de ser en el siglo XXI son los intereses financieros de un enorme e influyente lobby de fabricación de armas.

El clima geopolítico actual ofrece una excelente oportunidad, tanto a las empresas estatales rusas como para las privadas, para explorar nuevos y lucrativos mercados y expandir el tejido económico global del país: es precisamente aquí donde los poderes económicos emergentes de Asia entran en juego.

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