¿Hacia dónde se dirigen las relaciones Rusia-EE UU?

Dibujado por Serguéi Yolkin

Dibujado por Serguéi Yolkin

El enfriamiento durante los últimos años de las relaciones ruso-estadounidenses condujo a la finalización del llamado reinicio. La culminación fue la renuncia de Barack Obama a viajar a Moscú después de la cumbre del G20 que tendrá lugar en San Petersburgo.

Entre las causas se mencionan la falta de química personal entre Putin y Obama, la irritación de la Casa Blanca por la campaña antiamericana que hasta hace poco se llevó a cabo en Rusia. Además, también se alude a las duras medidas del gobierno ruso para limitar la dependencia de muchas ONG rusas de la financiación extranjera, a la represión, puntual pero que se va ampliando, contra los activistas políticos. Asimismo, la absurda 'ley Magnitski' y la todavía menos digna reacción rusa, desempeñaron un papel importante.

En la esfera geopolítica la cooperación por el tránsito procedente de Afganistán apenas tiene lugar, parece ser que por culpa de los precios demasiado elevados que aplica la parte rusa a las cargas.

Respecto a Siria, las posiciones son claramente divergentes. En este contexto la huida a Rusia de Edward Snowden, que Moscú no necesitaba para nada, fue simplemente la gota que colmó el vaso. Sin embargo, todo esto son razones secundarias del empeoramiento de las relaciones ruso-norteamericanas. Paso a lo que, desde mi punto de vista, es lo más importante.

Los dos países tienen intereses comunes en asuntos mucho más importantes que los temas bilaterales heredados de la época de confrontación nuclear. Ambos pueden contribuir al desarrollo pacífico de China y toda la situación alrededor de ese país, evitar que se expanda el caos creciente en el mundo árabe, limitar las consecuencias de la propagación del armamento nuclear, colaborar con la comunidad mundial para evitar que empeore la situación con el clima, el agua, la producción y la cibercriminalidad.

Sin embargo, en el marco del reinicio, estos problemas se dejaron en segundo plano o de lado. Fueron los temas de la antigua agenda los que se colocaron en un primer plano. El principal instrumento del reinicio fue la reducción del armamento nuclear propuesto por los estadounidenses. Los diplomáticos rusos aceptaron con placer la propuesta de ocuparse de un tema que ya les era habitual. Los amigos-negociadores desde los tiempos de la Guerra Fría se encontraron y pusieron en marcha el viejo electrógeno.

Firmaron un acuerdo, absurdo desde el punto de vista del desarme real, políticamente positivo pero limitado. Durante cierto tiempo el ambiente general de las relaciones se normalizó. Pero poco después el asunto se estancó. Los norteamericanos propusieron continuar reduciendo, sobre todo el armamento táctico nuclear. Pero esto no convenía a los rusos ya que el armamento nuclear es uno de los últimos argumentos que apuntalan el estatus de una de las principales grandes potencias. Además,  el potencial nuclear compensa en parte muchos puntos débiles de Rusia en la esfera de la seguridad militar.

Empezaron los debates habituales sobre quién tiene más de qué. Para bloquear los intentos norteamericanos de reducir la superioridad cuantitativa rusa en armamento táctico, que no amenaza a nadie, Moscú anunció que no lo reduciría mientras exista la amenaza del despliegue del sistema de defensa antimisiles en Europa

El racional Obama, que con el objetivo de restablecer la economía norteamericana y la sociedad emprendió una profunda reducción del presupuesto destinado a defensa,  renunció de facto a los planes de desplegar el escudo antimisiles en Europa.

En Moscú optaron por no darse cuenta de la renuncia norteamericana. En primer lugar, no tenían intención de emprender una nueva reducción del armamento nuclear. En segundo lugar, parte de los especialistas en misiles, y de los círculos de funcionarios cercanos a ellos, tenían la esperanza de que una parte del dinero procedente del petróleo se gastaría en el despliegue de una nueva generación de misiles pesados. En tercer lugar, parece ser que parte de los rusos se creyó los argumentos propagandísticos sobre el peligro del escudo norteamericano.

En cualquier caso, el relanzamiento del proceso de limitación de las armas nucleares, como era previsible, volvió a militarizar las relaciones entre los dos países y arrinconó otros problemas que potencialmente podrían estar en la agenda. El fracaso del reinicio consiste en que su elemento central fue el que lo hundió. Estaba sentenciado a pesar de sus buenas intenciones.

También jugó un papel importante el escaso interés económico mutuo. En la balanza también empezaron a pesar menos los recursos energéticos rusos. Es poco probable que Obama se permitiera renunciar a un encuentro con el presidente de China. Finalmente, cuando se va aproximando la fecha de la retirada de las tropas de la OTAN de Afganistán se ha reducido también el interés que tenía Washington por Moscú en esta cuestión.  

A principios del decenio actual, redactamos un informe junto con los colegas del Club de Valdái sobre la necesidad de una nueva agenda en las relaciones ruso-estadounidenses.

Preveíamos que si no se aprobaba una nueva agenda las relaciones en base a un programa que ya hace tiempo no es importante, fracasarían. La predicción se ha cumplido. Todo el mundo ha perdido, han perdido los dos países.

¿Hacia dónde hay que dirigirse a continuación? Es posible empezar a perjudicarse mutuamente. Los estadounidenses tienen  más opciones pero Rusia también puede hacerlo.

Sin embargo, es mejor utilizar la pausa para elaborar una agenda de las relaciones bilaterales que mire hacia el futuro. Su principal vector tiene que ser la limitación del crecimiento del caos, el liderazgo a la hora de solucionar problemas globales. Rusia y todavía más, los EE UU, pueden prescindir el uno del otro. Sin embargo, por separado ambos tienen muchas menos posibilidades de influir en el mundo actual. Sería mejor para todos si estos países, atrayendo a otros, actuaran lo más conjuntamente posible. 

Serguéi Karagánov es decano de la Facultad de Economía y Política Mundial de la Universidad Nacional de Investigación “Escuela Superior de Economía”.

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