Siberia debe desarrollarse por sí misma

Dibujo de Niyaz Karim.

Dibujo de Niyaz Karim.

Una vez más se debate en el Foro de Krasnoyarsk sobre el desarrollo de las regiones orientales de Rusia. Estoy convencido de que ni la empresa pública, ni las fundaciones o el Ministerio pueden resolver los problemas de Siberia, y por razones de lo más evidentes.

En primer lugar, según los datos de 2012, casi el 75% de los ingresos de la Federación Rusa por exportaciones (cerca de 410.000 millones de dólares) está garantizado por mercancías obtenidas o producidas más allá de los Urales. Según datos provisionales, en 2012 el total de las inversiones en la economía de Siberia y del Extremo Oriente fue de 1,9 billones de rublos o 62.000 millones de dólares. Si las autoridades federales tienen la intención de que Siberia 'despegue', sería mucho mejor que parte de esos ingresos se quedaran en la región.

En segundo lugar, solo hoy el mercado puede dar una correcta comprensión de cuáles son las orientaciones en términos de empleo del dinero. De hecho, el Estado y sus funcionarios tienen tendencia a invertir en proyectos gigantescos cuyo coste es ostensiblemente difícil de compensar.

En los informes sobre las estrategias de desarrollo de Siberia y el Extremo Oriente leemos acerca de la construcción de ciudades en el Ártico, del puente en la isla de Sajalín y del túnel bajo el estrecho de Bering. Desde Moscú todo parece interesante, pero desde Sajalín son menos de 160.000 las personas que cada año van al 'continente', el coste de un túnel hasta Alaska excede en varias veces el volumen anual del comercio de la Federación de Rusia con dicho Estado americano, y a través del Transiberiano se exportan fundamentalmente minerales y carbón.

En tercer lugar, Siberia es una región que ahora requiere enormes inversiones en el ámbito social y esta tarea la pueden llevar a cabo mucho mejor las autoridades locales que las federales. Entretanto, el puente de Sajalín, el túnel a Alaska, la recolonización de la Costa del Ártico y los proyectos ferroviarios requerirán durante una década 150.000-200.000 millones de dólares, esto es, una cifra una vez y media superior a lo gastado ya en construcción de viviendas en todos los territorios de más allá de los Urales en toda la historia postsoviética.

Siberia es una zona única de Rusia. Siempre ha sido un lugar donde se han concentrado, tanto voluntariamente como no, activistas de todo el país. Los rusos fundaron las primeras ciudades a orillas del océano Pacífico antes que los americanos; tendieron la vía ferroviaria casi al mismo tiempo que ellos. ¿Cuándo nos quedamos atrás y por qué? Hace bastante tiempo y, sobre todo, porque empezamos a desarrollar Siberia como un territorio dependiente de Moscú. Nos quedamos rezagados porque fundamos la primera universidad en Siberia trescientos años después de haberla conquistado, mientras que los británicos lo hicieron cincuenta años después de haber iniciado la colonización de Nueva Inglaterra. En mi opinión, en lugar de crear una nueva empresa pública, las autoridades deben adoptar medidas completamente diferentes para fomentar el desarrollo de Siberia y del Extremo Oriente.

Antes que nada, hay que dar pasos importantes hacia el desarrollo del federalismo fiscal. No menos de una cuarta parte de los impuestos procedentes de los recursos naturales deben destinarse al desarrollo de la región, y las decisiones sobre cómo emplear estos ingresos deben ser tomadas con una amplia participación de los ciudadanos y, de un modo ideal, incluso mediante referendos locales o encuestas.    

Luego, es imprescindible que se comience a aumentar la efectividad real de la economía siberiana. La experiencia de los Estados Unidos y de Canadá demuestra que no es necesario construir de nuevo las ciudades del norte: hay que desarrollar un método de conquista del territorio. Los compromisos formulados en las estrategias de desarrollo de Siberia y del Extremo Oriente de “formar importantes centros de población para desarrollar la rezagada conquista del territorio” son absurdos y contraproducentes. En Siberia no hay problemas de población, la densidad más allá de los Urales es, de media, de 2,26 habitantes por kilómetro cuadrado contra los 0,49 de Alaska y los ¡0,03! de las regiones del Canadá septentrional. Hay problemas con la utilización que se da: la productividad en las empresas públicas (incluidos los ferrocarriles rusos) es seis veces inferior que en Europa o en Japón. El desafío de hoy no es ampliar sino restringir el territorio y aumentar la efectividad de su gestión.

Por último, hay que repensar el papel de Siberia en la economía y en la política del Pacífico. La economía de toda la región es 34 veces inferior a la china y 6,5 veces a la californiana. Tenemos que incorporarnos a la economía del Pacífico, construir vínculos no sólo con China sino también con Corea del Sur, Japón, Australia, Canadá e incluso con Estados Unidos. No hay que pensar que el Océano Pacífico es sólo Asia. El PIB de los Estados que limitan con el océano corresponde en un 48,6% a los países asiáticos, mientras que los países de Latinoamérica y Norteamérica constituyen el 46,1%. Rusia en esta región representa un equilibrio natural y no un fiel escudero de China. Pero, quién sabe por qué, esto es más evidente en Siberia que en Moscú, donde últimamente se ha extendido la costumbre de mirar sólo en dirección a Pekín.

Vladislav Inozemtsev es el director del Centro para Estudios postindustriales y miembro del colegio del Ministerio para el desarrollo regional de la Federación de Rusia.

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