Rusia, el enemigo menos aconsejable

Estados Unidos parece enfrascado hoy en crear una nueva, aunque paradójicamente conocida, imagen de su enemigo del siglo XXI: Rusia, en sustitución del terrorismo, pretexto de turno de principios de esta centuria para sus gastos bélicos.

La posición asumida por Washington de respaldar a formaciones armadas para derrocar al legítimo presidente sirio, Bashar Al Assad, a todas luces dejó al descubierto sus vínculos con grupos terroristas que campearon con su violencia por Siria hasta 2015.

El antiterrorismo norteamericano queda en evidencia, cuando los propios cabecillas armados confirman la ayuda de la nación norteña que echa por tierra su imagen de luchador a ultranza contra ese flagelo.

Cuando se hizo evidente, como advirtió el presidente ruso, Vladimir Putin, de que el peligroso juego con los extremistas se podía salir de las manos, con la toma de Mosul, en Iraq, por el movimiento terrorista Estado Islámico (EI), fue necesario cambiar de estrategia.

Sin embargo, el anuncio de la Casa Blanca de iniciar operaciones aéreas, sin el consentimiento de Damasco, en Iraq y Siria, tuvo poca efectividad en el terreno, pues mientras se realizaron bombardeos de la coalición contra el EI, este grupo más bien aumentó en Siria.

Pero con la entrada en escena de la aviación rusa en 2015, a petición de Damasco, muchos informes altisonantes de Washington del combate a los terroristas quedaron desenmascarados, pues en ocasiones en lugar de atacarlos se les llevaba suministros.

En un inicio, Estados Unidos debió aceptar las acciones de Rusia, pues llegó a Siria para combatir un mal común. Pero la efectividad de los golpes de una fuerza aérea espacial que opera con modernos aparatos se convirtió en elemento incómodo para la Casa Blanca.

La efectividad de su aviación en Siria enfrentó un aumento proporcional de una campaña mediática para desprestigiar a Moscú, primero con las acciones en el estado levantino y su supuesto carácter genocida, y luego para situar a Rusia como enemigo.

Finalmente, Washington pasó a crear la imagen de Rusia como enemigo a combatir, pues en la Guerra Fría era un conflicto de amenazas, pero siempre convencidas ambas partes de la necesidad de evitar una guerra, que probablemente sería nuclear, con nefastas consecuencias.

Ahora la situación es peor, consideraron expertos reunidos recientemente en la VII Conferencia Internacional de Yalta, organizada por la revista 'Vida Internacional'.

En esta ocasión, Rusia enfrenta en solitario a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, que colocará en territorio de antiguos países socialistas del Pacto de Varsovia a sus tropas, aviones tácticos y armamento de destrucción masiva.

Además, se palpa una peligrosa sensación entre algunos generales estadounidenses de que esta vez sí tendrían bien acorralada a Rusia y podrían vencerla, estimaron especialistas en el encuentro científico de Yalta, en Crimea.

Pero formar a Rusia como la nueva imagen de Occidente para justificar presupuestos militares como el de Estados Unidos, con 569 mil millones de dólares, solo para este año, resulta un tanto arriesgado, pues no sería el enemigo más aconsejable.

Aunque Moscú gasta en su defensa poco más de los 58 mil millones de dólares que el Pentágono dedica este año a 'operaciones imprevistas en el extranjero', tampoco se puede desechar el hecho de que el país euroasiático triplicó sus gastos bélicos desde 2008.

En ese tiempo, Rusia consolidó su victoria contra los terroristas en el Cáucaso norte, creó unas fuerzas armadas en gran parte formada por profesionales, modernizó su Armada y Fuerza Aérea y volvió al patrullaje permanente de mares y espacios aéreos en el orbe.

La demostración de las efectividad de esos gastos, que este año llega a los 87 mil 800 millones de dólares, lo fue la actuación precisa de nuevos modelos de la aviación y la Armada rusa en Siria.

Convertir a Rusia en la nueva imagen del enemigo mundial de Estados Unidos y Occidente para que suene la alcancía del gasto militar puede llevar a un nivel de tensiones en el orbe, cuyas consecuencias serán difíciles de predecir, afirmaron politólogos en el foro de Yalta.

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