Rusia declara la guerra a los buzones-incubadoras para niños indeseados

La Duma rusa y la Iglesia Ortodoxa se han aliado al declarar la guerra a los buzones-incubadoras instalados en hospitales, que salvan anualmente la vida de decenas de niños indeseados, según sus partidarios.

"El Estado no puede promover el abandono de niños. Los 'baby-box' (buzón-incubadora) no son otra cosa que un estímulo para el rechazo de recién nacidos", aseguró Elena Mizúlina, la presidenta del comité para Familia, Mujeres y Niños de la Duma o Cámara de diputados.

Mizúlina, conocida por controvertidas iniciativas como la ley contra la propaganda homosexual, la ha tomado ahora contra esa práctica, corriente en países como Alemania o Japón, pero que en Rusia sólo tiene cinco años de vida.

Presentó en la Duma un proyecto de ley para prohibir esas incubadoras que podría ser aprobado ya este año, al tiempo que exigió a la Fiscalía que compruebe la legalidad de las ya existentes.

Paradójicamente, en su momento la famosa diputada apoyó fervientemente la introducción de incubadoras, dada la gran cantidad de niños abandonados en plena calle en Rusia, pero ahora ha cambiado de idea.

"La práctica en todos los países demuestra inequívocamente que el número de rechazos aumentó de manera drástica", insiste, y recuerda que la propia ONU se ha pronunciado también en contra de esa práctica, que tiene su origen en la edad media y que fue abandonada por los zares en el siglo XIX por su alto coste.

Su principal argumento es que el anonimato hace imposible controlar a los que recurren a esas incubadoras, entre los que podría haber desde redes criminales de tráfico de niños hasta maridos despechados.

La diputada cuenta con el apoyo de la Iglesia, que considera que esa práctica es un arma más en la guerra amoral declarada por Occidente para "destruir" la institución familiar en este país.

También se ha pronunciado en la misma línea el Defensor del Menor, Pável Astájov, quien destacó que el número de niños en los orfanatos se ha reducido notablemente debido al aumento de la adopción, pero, mientras, se ha duplicado la compraventa de recién nacidos.

En el otro lado de la barricada se encuentra Elena Kótova, la presidenta de la fundación Cuna de Esperanza, que gestiona las 17 incubadoras que funcionan actualmente en Rusia.

"Instalamos la primera de ellas en la región de Perm (Urales), para lo que contamos con el apoyo unánime de las autoridades y los representantes de todas las confesiones religiosas: ortodoxos, católicos, judíos y musulmanes", declaró a Efe.

Kótova recuerda que "la Constitución garantiza el derecho a la vida" y que si existen los buzones-incubadoras es porque el Estado no cumple su parte del trato y, además, a las infractoras las envía a la cárcel.

"Las madres no saben adónde acudir y por eso abandonan a los niños. Tienen miedo a la máquina estatal. El ser humano no es ideal. Existe el derecho al error. Nuestras incubadoras salvan vidas", subraya.

Estima en torno a la veintena a los niños rusos que son colocados cada mes en esas incubadoras y sólo "en casos extremos" los pequeños murieron.

"En total, en estos cinco años, 42 de esos niños han sido adoptados y ocho han podido reunirse con sus familias originales, seis con sus madres y otros dos con sus abuelas", señala.

Un análisis genético es suficiente para que la madre pueda recuperar a su hijo en los tribunales, en caso de que admita su error y demuestre que puede encargarse del niño.

La incubadora no puede ser abierta desde fuera, ya que una vez colocado el niño en el buzón se cierra después de unos 30 segundos, tras lo que se enciende automáticamente el sistema de calefacción y ventilación y suena una alarma que alerta al personal del hospital.

"Antes a los niños los abandonaban en parques o portales. Lo más horrible son los contenedores de basura. Eso significa la muerte segura del bebé", comentó al respecto a la prensa un médico de urgencias en la región de Krasnodar (sur).

En cuanto el médico encuentra a un niño en la incubadora, donde no existen cámaras de vigilancia para garantizar el anonimato, debe avisar inmediatamente a la policía.

"El niño no tiene culpa de nada. No puede pedir ayuda o escaparse. Se queda donde lo dejan, inclusive a la intemperie en invierno", resalta Kótova, cuya labor fue calificada de "positiva" por el mismísimo Comité de Instrucción de Rusia adscrito al Kremlin.

Su fundación no se limita a salvar a niños abandonados, sino que ha abierto más de 200 centros de ayuda para acoger a embarazadas y mujeres que no pueden cuidar de sus hijos.

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Kótova admite que esas "cunas de emergencia" no son la solución al problema, pero insiste en que la única alternativa sería una ley que permitiera a las mujeres realizar partos anónimos en hospitales sin consecuencias penales. 

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