La guerra deshumaniza y destroza los valores
esenciales de los seres humanos, pero también hay situaciones que hacen
progresar a los enemigos hasta recuperar la humanidad perdida, y eso es
lo que cuenta "Mandarinas", un filme con el que el georgiano Zaza
Urushadze se quedó a las puertas del Óscar.
"Lo que yo quería
era transmitir esos valores humanos, esas virtudes humanas que pueden
influir y hacer cambiar la actitud de los enemigos frente al otro",
explicó el realizador en una entrevista con Efe en Madrid.
Con
esa apuesta por el lado humano de la guerra, Urushadze logró que su
filme, una coproducción con Estonia, fuera una de las cinco nominadas de
este año al Óscar a la mejor película en habla no inglesa, que
finalmente se llevó la polaca "Ida".
Situada en 1990, en plena
guerra entre la separatista Abjasia y Georgia, la película cuenta cómo
un carpintero estonio Ivo ayuda a su compatriota Margus, que espera
recolectar sus mandarinas antes de que el conflicto les alcance de
lleno.
Un incidente entre georgianos y abjasos acaba con dos heridos, uno de cada bando, en casa de Ivo.
La hostilidad es la nota dominante en un primer momento, pero el
director le da la vuelta a la historia para contar cómo dos personas de
ideologías opuestas pueden "progresar en su pensamiento y en su actitud
hacia el otro", explicó Urushadze.
Una película que partió de
un encargo por parte de los productores estonios, que querían contar la
historia de miles de compatriotas que desde hacía 150 años vivían en los
pueblos de Abjasia y que en su mayoría tuvieron que salir de allí por
la guerra -alrededor de 300.000 están aún refugiados en Georgia-.
Sobre esa idea, Urushadze escribió en solo dos semanas el guion de
"Mandarinas", aunque adaptándolo a lo que él siempre busca en sus
películas.
"En cuanto al estilo, mis películas -"Mandarinas"
es su quinto largometraje- son todas muy diferentes, pero en el fondo
están todas enfocadas a la parte humana y moral de las personas".
De esa búsqueda de la humanidad salió esta historia sobre dos
enemigos, dos personas que están en lados opuestos en una guerra y una
tercera que transmite esos valores humanos.
"Unas virtudes
humanas que pueden influir, cambiar la actitud de los enemigos entre
ellos", explicó el realizador, para quien la guerra es un escenario pero
no el tema central de la película.
Es, reconoce, "un tema muy
doloroso para Georgia" y, obviamente, ha tenido y tiene una gran
influencia para la vida diaria, pero su objetivo no era mostrar ese
conflicto, sino un conflicto humano y moral.
Porque los
abjasos y georgianos vivían en un mismo país, como vecinos, "tan
mezclados entre ellos que no se diferenciaba a los abjasos de los
georgianos", una situación que se acabó con la guerra.
En
"Mandarinas" se puede ver esa lucha externa y el conflicto interno de
unos personajes diferentes e iguales, que se entienden con un idioma
común, el ruso, y que pese a las divergencias son mucho más parecidos de
lo que quieren reconocer.
Rodada en un desolado y
contradictoriamente bello paisaje rural, la simplicidad de la vida de
los protagonistas es el mejor alegato contra cualquier guerra.
"No es una película centrada en actos locales, el fondo de la película
se puede trasladar a cualquier país del mundo, a cualquier parte del
mundo. Es una película más universal que local", opinó el realizador,
que ha sorprendido con una película que estuvo nominada al Globo de Oro y
al Óscar y que ahora se estrenará en todo el mundo.
"Fue muy
importante que una película de países tan pequeños como Georgia y
Estonia llegara a los Óscar y a los Globos de Oro. Le ha dado un gran
impulso", reconoció Urushadze.
Una película que está vendida a
toda Latinoamérica, aunque sin fecha de estreno, dijo el realizador,
que resaltó el trabajo de unos actores sin los cuales no habría sido
posible conseguir este resultado.
Los estonios Lembit Ulfsak y
Elmo Nuganen, y los georgianos Giorgi Nakashidze y Misha Meskhi son los
protagonistas de una película que consigue superar cualquier barrera
nacionalista para contar simplemente una historia humana.
Lea más: “El odio es un sentimiento que no lleva a ningún lado”>>>
A la edad de 95 años el escritor Daniíl Granin habló en 2014 en el Bundestag alemán sobre el sitio de Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial, en el que comabtió.
Todos los derechos reservados por Rossíiskaia Gazeta.
Suscríbete
a nuestro boletín
Reciba en su buzón el boletín informativo con los mejores artículos sobre Rusia: