La primera guerra de Chechenia, uno de los
conflictos más sangrientos de finales del siglo XX, cumple hoy 20
años de su comienzo olvidada por los rusos, que perdieron la contienda, y
por los chechenes, que parecen haber enterrado sus anhelos de
independencia.
"La guerra que (el presidente ruso, Borís)
Yeltsin lanzó contra Chechenia en 1994 fue un grave error, mientras la
segunda que inició (Vladímir) Putin en 1999 fue simple y llanamente una
revancha", aseguró a Efe Grigori Yavlinski, histórico dirigente del
partido liberal Yábloko.
Durante 21 meses, entre el 11 de
diciembre de 1994 y agosto de 1996, el Ejército ruso y los combatientes
chechenes se enzarzaron en una guerra total que, según diversas fuentes,
costó la vida a entre 50.000 y 100.000 civiles.
"Bienvenido
al infierno", rezaba un cartel en las afueras de la capital chechena,
Grozni, antaño una de las más bellas ciudades del Cáucaso Norte que,
tras el bombardeo ruso, fue comparada con Dresde, arrasada por los
bombardeos aliados en febrero de 1945.
Grozni, donde vivía un
gran número de rusos que trabajaba en el sector petroquímico, fue
martilleada con tal saña por el Ejército ruso en los primeros tres meses
de la guerra que apenas quedó un edificio en pie.
"Hubo una
crueldad ilimitada por ambos bandos. No había observadores sobre el
terreno ni respeto a ninguna norma o derecho internacional. Se
cometieron numerosos actos de salvajismo y traiciones", señaló
Yavlinski.
Un mes antes de que el último líder soviético,
Mijaíl Gorbachov, firmara el 25 de diciembre de 1991 la defunción de la
URSS, Chechenia proclamó su independencia tras unas elecciones ganadas
por el antiguo general soviético, Yojar Dudáyev.
Al año
siguiente, Rusia retiró su contingente militar y acordó con las
autoridades chechenas el reparto a partes iguales del armamento del
Ejército, aunque, según la mayoría de fuentes, el grueso de los
arsenales se lo quedaron los chechenes.
No obstante, las
medidas autoritarias introducidas por Dudáyev, la creciente influencia
de la mafia, el mayor descontento entre una buena parte de la población
chechena y la propia inestabilidad política y económica en Rusia
propiciaron la invasión rusa.
"Yeltsin ignoró la opinión
pública. La mayoría de los rusos estaban en contra de la guerra,
incluidas la intelectualidad y las élites regionales. Quería demostrar
por la fuerza que tenía razón, que Chechenia es parte de Rusia y que
debe subordinarse al Kremlin. El diálogo con bombardeos es un camino a
ninguna parte", señaló.
No obstante, lo que debía ser "una
pequeña guerra victoriosa", como la definió Oleg Lóbov, asesor de
Yeltsin, se convirtió en un triste reflejo de la debilidad del Estado
heredero de la todopoderosa Unión Soviética.
Unos 3.000
soldados rusos murieron en los primeros tres meses de guerra, lo que
tardó el Ejército en tomar Grozni, donde los tanques rusos fueron
masacrados en diciembre de 1994 por las bazocas en manos de los
guerrilleros chechenes.
Según la directora del Comité de
Madres de Soldados, Valentina Mélnikova, en total murieron más de 14.000
soldados, casi tantos como en diez años de invasión soviética en
Afganistán, mientras los caídos entre los guerrilleros ascendieron a
unos 3.000.
Mientras, el escritor ruso-chechén Guerman
Saduláyev considera que en Chechenia lo que estalló fue una "guerra
civil" entre chechenes, ya que, "ni mucho menos todos querían
independizarse de Rusia".
Lo que ocurrió, según dijo Saduláyev
a Efe, "es que los rusos comenzaron a matar indiscriminadamente y
entonces los que estaban a favor y en contra de Dudáyev se aliaron
contra el enemigo común, el Ejército ruso".
Chechenes de todas
las edades, caracterizados por la televisión rusa como salvajes y
sangrientos bandidos, se echaron al monte y lograron hacer frente a uno
de los ejércitos más potentes del planeta.
Después del
asesinato de Dudáyev con un misil ruso en abril de 1996 y de que los
chechenes reconquistaran Grozni en una acción relámpago se iniciaron
negociaciones de paz y se firmaron los Acuerdos de Jasaviurt
(Daguestán).
Los acuerdos contemplaban un alto el fuego, la
retirada del Ejército ruso -que abandonó el territorio en diciembre de
1996-, el desarme de la guerrilla y, en cinco años, abrían la
posibilidad de iniciar un proceso de autodeterminación.
No
obstante, los chechenes perdieron la paz, ya que fueron incapaces de
estabilizar el territorio, donde el terrorismo, el radicalismo islamista
y los secuestros ganaron terreno, lo que llevó a Moscú a lanzar la
segunda guerra chechena.
Fue en octubre de 1999, poco después
de la llegada al Gobierno de Vladímir Putin, de la muerte de 246
personas en la explosión de dos edificios de viviendas de Moscú y de la
incursión de islamistas radicales chechenes en la vecina república rusa
de Daguestán, cuando los militares rusos volvieron a poner sus botas en
Chechenia.
"Fueron una serie de operaciones especiales.
Insisto, operaciones especiales, el pretexto para la segunda guerra
chechena", aseveró Yavlinski, en alusión a la presunta participación de
los servicios secretos rusos en los atentados contra los edificios en
Moscú.
En su opinión, el mayor coste de esas dos guerras es que "la vida humana perdió todo valor en Rusia".
Mientras, Saduláyev opina que "la segunda guerra fue inevitable, ya
que los chechenes no pudieron crear un gobierno democrático y los
bandidos campaban a sus anchas, y Chechenia se convirtió en un enclave
terrorista incontrolado".
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