Los tártaros de Crimea le han dado la espalda
al jefe del Kremlin, Vladímir Putin, y se niegan a reconocer la anexión
rusa de la hasta hace poco península ucraniana, aseguró a Efe Mustafá
Dzhemilev, líder de esa minoría en el exilio.
"Ya estuvimos en
Rusia (...) durante más de 200 años. Todas las desgracias que ha vivido
nuestro pueblo comenzaron con la anexión rusa de Crimea en 1783. Fue
entonces cuando los rusos eliminaron nuestro Estado", señala desde su
oficina en Kiev.
Dzhemilev asegura que la larga conversación
que mantuvo con Putin antes del referéndum de independencia del 16 de
marzo ha reforzado aún más, si cabe, su defensa de la integridad
territorial de Ucrania.
"Me sorprende que Putin repita sin
cesar los dogmas de la propaganda rusa: que al poder Kiev han llegado
unos fascistas. Motiva su ocupación en que había que defender a la
minoría rusa. Es una excusa idiota", señala.
El líder tártaro
recuerda que el 58 % de la población es rusa y que esa etnia "controla
el 90 % de los cargos políticos, las escuelas y los medios de
comunicación", por lo que la supuesta amenaza es falsa.
"Los
únicos que sufrieron discriminación en Crimea somos nosotros y,
curiosamente, hemos sido los únicos que defendimos la unidad de
Ucrania", indicó.
Putin le dio a Dzhemilev garantías de que
permitirá el retorno de todos los tártaros a Crimea, la enseñanza de su
lengua, restablecerá la toponimia y aprobará un programa de desarrollo
económico para esa minoría musulmana.
Pero la respuesta que
recibió el jefe del Kremlin fue la demanda de que retire las tropas
rusas y el boicot del referéndum separatista por parte de los casi
300.000 tártaros (un 12 % de la población crimea).
"Moscú
deseaba conocer la opinión del pueblo crimeo. Ese término no existe. El
único pueblo originario de Crimea es el tártaro. El resto, en particular
los rusos, son colonizadores y no tienen derecho a decidir el estatus
de Crimea", recalcó.
La ley promulgada por Putin sobre la
rehabilitación de los tártaros, que fueron deportados por Stalin por
colaborar con la Alemania nazi, pero también de los armenios, alemanes y
griegos de Crimea, tampoco ha ayudado al Kremlin a granjearse al apoyo
de esta minoría.
"Rehabilitación significa reconocimiento de
culpa. No es eso lo que necesitamos. Es Rusia quien debe disculparse por
deportarnos y reconocer que cometió un crimen. Decir que nos perdonan
es humillante", explicó Dzhemilev.
Y recuerda que Catalina la
Grande aprobó también en su momento un manifiesto en defensa de los
tártaros, "pero semanas después ordenó degollar a todos nuestros líderes
políticos, militares y religiosos, tras lo que nos convertimos en una
minoría en nuestra propia tierra", relata.
Dado que se
resisten a aceptar la anexión rusa, los rusos intentan dividir a los
tártaros con toda clase de prebendas y a los más activos los persiguen
judicialmente, los multan y los amedrentan, denuncia.
"Ésta es
una política vergonzosa. Quieren que renunciemos por la fuerza a la
ciudadanía ucraniana y que solicitemos pasaportes rusos. No lo haremos",
insistió.
En particular, recuerda que un tártaro que llevaba
una bandera rusa, fue secuestrado a la vista de todos, como se puede ver
en Youtube, y cuatro días después apareció muerto en un descampado, sin
que las autoridades hayan hecho nada para detener a los culpables.
"Putin me dijo que ha pedido a las autoridades que no haya
provocaciones contra los tártaros. Pero es que la autodefensa popular
está integrada por criminales. Hemos luchado siempre por nuestros
derechos por medios pacíficos, pero ahora estamos al límite", advirtió.
En un gesto simbólico, Dzhemilev recuerda que la única bandera que
sigue ondeando en Crimea está izada en el edificio del Medzhlis
(Asamblea Popular Tártara) en Simferópol, capital crimea.
"La
retiraron, pero la volvimos a izar. No es un simple trozo de tela, es un
símbolo de nuestra resistencia a la ocupación rusa", indica ufano.
Dzhemilev está ilusionado con la llegada al poder en Ucrania de Petró
Poroshenko, un "político honesto y de convicciones firmes, pero
diplomático y tolerante" que defendió en el Parlamento el reconocimiento
de los tártaros como pueblo original de Crimea.
"Estoy seguro
que defenderá la integridad territorial de Ucrania y luchará por el
retorno de Crimea, pero para lograr sus objetivos necesitará el apoyo de
la comunidad internacional. Ucrania es ahora muy débil", indica.
Y descarta que Moscú permita que los tártaros de Crimea celebren su
propio referéndum de autodeterminación para crear una autonomía en el
seno de Ucrania, ya que, aduce, Rusia no tiene tradición democrática.
Dzhemilev, que nació en Crimea en 1943, pero fue deportado con seis
meses a Uzbekistán, fue un conocido disidente soviético que pasó 15 años
de su vida en campos de concentración (gulag) y prisiones por su
defensa de los derechos humanos.
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