La revista, orgullosa y digna compañera de la
pinacoteca en el proyecto, rinde homenaje a los artistas que han dejado
su huella en la prestigiosa publicación de moda con una exposición que
fija la mirada en el desnudo, eterno tema del arte universal.
La muestra combina imágenes captadas por maestros como Horst, Arnold
Genthe, Edward Steichen, Sara Moon o Paolo Roversi, con clásicos de las
Bellas Artes como el escultor francés Auguste Rodin, los impresionistas
Renoir y Gauguin, o el gran retratista ruso Valentín Serov.
"Cuando Vogue nos ofreció su colección, decidimos establecer un diálogo
entre la fotografía y la obra clásica. Sin duda, no es un diálogo
directo ni está ideado para que el espectador encuentre relación o
negación entre las piezas expuestas", explicó a Efe Olga Veriánova,
directora del proyecto.
La primera de las tres salas de esta
exposición de 67 fotografías y una veintena de lienzos y esculturas,
inicia el recorrido por la historia del desnudo desde la clásica
antigüedad de Grecia y Roma hasta la fotografía de principios del siglo
XX, pasando por el Renacimiento y el Barroco.
Abren el diálogo
el torso de mármol de Afrodita, una escultura griega del siglo II A.C, y
el desnudo renacentista del italiano Giulio Romano "Mujer ante el
espejo".
"El Renacimiento recuperó el desnudo, sin
considerarlo pecado como en la Edad Media", apunta Veriánova, y vuelve a
destacar el diálogo entre épocas al mostrar la fotografía "La
diseñadora británica Vivienne Westwood con su marido Andreas
Kronthaler", de Annie Leibovitz, colocada entre las dos obras
anteriores.
La belleza marchita de la mujer retratada por
Leibovitz, una artista de nuestro tiempo, bien podría inspirar a un
pintor renacentista.
Rodeada de dos clásicos, "la diseñadora
no tiene aspecto de una mujer mayor, aunque ya no tan bella para ser
retratada en el género contemporáneo, sí tiene una pose neoclásica que
nos remite a la cultura renacentista", señala Veriánova, también
directora del departamento de fotografía del museo moscovita.
Al otro extremo de la pequeña salita, luce una fotografía de Arnold
Genthe, que en 1938 retrató el cuerpo femenino ocultando su rostro y
extremidades en una clara alusión a las esculturas griegas.
"La fotografía de Genthe recuerda un torso en mármol de la Antigüedad", explica la directora de la exposición.
De los cánones clásicos, de "una belleza femenina que representaba",
según Veriánova, "la perfección absoluta, tanto física como espiritual",
la exposición avanza hacia otros ideales más exóticos, desde un punto
de vista histórico, que nacen en el siglo XIX y se consolidan a lo largo
del XX.
La apertura del arte al exotismo lo representa "La
reina. La mujer del Rey", de Paul Gauguin, un lienzo que ensalza el
atractivo de una soberana tahitiana.
"Es la Eva de las antiguas civilizaciones orientales", según la directora del proyecto.
En el centro de la sala cuelga otra pieza clave para esta exposición:
el retrato de principios del siglo pasado de la bailarina rusa Ida
Rubinstein, que con su extremada delgadez y tez blanca bien podría ser
prototipo estético de nuestro tiempo.
"Su belleza no era
reconocida por la sociedad de su tiempo. Su retrato nos inspiró para
dedicar buena parte de la muestra a las bellezas distintas", dijo
Veriánova.
Cima de la extravagancia, para algunos casi
grotesca, y al lado de fotografías de mujeres de todas las razas que en
algún momento de su larga historia adornaron las páginas de Vogue,
reposa sobre el suelo una obra del colombiano Fernando Botero, escultura
de una mujer cuyas generosas formas habrían inspirado al mismísimo
Rubens.
El Museo Pushkin integra una de las mejores
colecciones rusas de arte europeo y cuenta con obras de los grandes del
Romanticismo (Goya, Delacroix), el Impresionismo (Renoir, Van Gogh,
Monet, Degas), el Cubismo (Picasso), el Fauvismo (Mattisse), el
Surrealismo (Dalí) y el Simbolismo (Chagall, Rivera).
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