Serguéi Diághilev,
el hombre tras
la 'revolución del
arte ruso'

Anna Galayda, especial para RBTH
Los famosos 'Ballets rusos', que retumbaron en Europa y EE UU en el primer cuarto del siglo XX, fueron obra de un hombre: Serguéi Diághilev. Lo curioso es que no tenía talento ni como pintor, ni como compositor musical ni como coreógrafo. Sin embargo, no hay ningún ámbito artístico que no fuera tocado por su esplendor. Tenía un don para sentir el talento y una pasión por el arte y descubrió nuevas maneras de desarrollarlo, que todavía son relevantes a día de hoy.
La 'Atenas de Perm'
Este hombre, considerado con un sentido del gusto insuperable, nació lejos de la capital cultural el 31 de marzo de 1872 en el óblast de Nóvgorod. Hijo de Pável Diághilev, coronel de la Caballería de Guardia. La madre murió cuando él era pequeño pero Serguéi tuvo una niñez llena de amor, cariño y placidez gracias a la atmósfera que creó su madrastra. La ciudad de Perm – unos 1.500 km al este de Moscú – y uno de los centros industriales de los Urales, era el nido familiar.
Los Diághilev, de derecha a izquierda: Serguéi Diághilev, Yelena Panáeva (su madrastra), Yuri, Pável (padre), Valentín

En el centro de la ciudad todavía hoy se encuentra una mansión en estilo del clasicismo ruso, que a mediados del siglo XIX compró el abuelo de Serguéi. Después de que se instalaran los padres de Serguéi, fue conocida como la 'Atenas de Perm', un importante centro cultural de la ciudad donde cada semana se reunía la élite para cantar, tocar instrumentos musicales, presentar espectáculos de aficionados y donde invitaban a los artistas que estaban de gira por la ciudad. La distancia a Moscú y Petersburgo no impedía que uno se sintiera partícipe de la vida cultural de la ciudad. La madrastra de Serguéi, Elena, recibía desde Petersburgo las revistas literarias y musicales. Quienes fueron compañeros de Diághilev en la escuela recordaban que los estudios eran la parte más aburrida de su vida y que trataba de dedicarle el mínimo tiempo posible. Toda su atención se centraba en aprender nuevas lenguas, leer libros, tocar el piano, en las clases de composición y en su participación en los espectáculos.
¡En el mundo del arte!
En el año 1890 Diághilev terminó el instituto y comenzó a estudiar en la facultad de Derecho de la Universidad de Petersburgo. Al mismo tiempo comenzó a recibir clases de composición musical en el conservatorio con el famoso compositor Nikolái Rimski-Kórsakov. Allí conoció a Ígor Stravinski, que durante dos décadas se convertirá en uno de sus principales 'descubrimientos' que regaló al mundo.

Sin embargo, en ese momento fue más significativo el acercamiento a Dmitri Filosófov, primo de su misma edad. Gracias a él, Serguéi, que tenía un irresistible carisma desde la niñez, se vio en el centro de los círculos de jóvenes pintores. Diághilev era asiduo a conciertos, espectáculos y presentaciones de exposiciones. Gracias a sus nuevos amigos estaba en el centro de todos los eventos. La vieja cultura de la nobleza estaba desapareciendo para dejar paso a la Edad de Plata, la época del modernismo. El movimiento artístico Mir iskusstva (Mundo del arte), creado por Diághilev y sus amigos, los artistas Alexander Benois, León Bakst, Valentín Serov y otros, se convirtió en una de las cumbres de esta nueva época.

Sergúei Diághilev durante sus años estudiante
Diághilev, que para ese momento ya se había graduado en la universidad, se había dado cuenta de que sus intereses estaban lejos del ámbito del derecho. Era obvia su habilidad para que los proyectos artísticos más ambiciosos cobrasen vida. Dio sus primeros pasos en la ilustración. Como fundador de Mir iskusstva organizó exposiciones de acuarelistas alemanes y británicos así como de artistas rusos y escandinavos.

La creación de la revista Mir iskusstva supuso una nueva etapa en su carrera. Gracias a la revista unió a los intelectuales y pintores de Rusia y el arte ruso comenzó a emerger, primero en todo el país, y posteriormente en todo el mundo.

Debuts en Europa
En 1906 Diághilev organizó una exposición de arte ruso en el salón de otoño de París en la que se presentaron al público francés Benois, Repin, Serov y Malyavin. Empujado por el éxito al año siguiente organizó en la capital francesa los "Conciertos históricos rusos", en los que hubo música de Rajmáninov y Rimski-Kórsakov.

En 1908 mostró al público europeo la ópera 'Borís Godunov', de Músorgski. La gran combinación de un momento trágico de la historia rusa- interpretado por Alexander Pushkin (que escribió el drama en el que se basa la ópera); la vigorosa música de Músorgski, que rompía con la tradición musical; la escenografia; el coro del Teatro Bolshói y el talento del famoso bajo Fiódor Shaliapin causaron una gran impresión en el público europeo.
Trajes para bailarines de la ópera folclórica Jovanshchina, escrita por Modest Músorgski. Diseñado por Alexander Lozhkin, 1909
Un año después Diághilev volvió a París con un ballet. El conjunto se había creado con bailarines del Teatro Mariinski de San Petersburgo y del moscovita Teatro Bolshói, que fueron a París durante sus vacaciones. El propio Diághilev escogió el programa y apostó por las representaciones de Mijaíl Fokin, de 29 años, que tenía dificultades para desarrollar su carrera en el conservador Teatro Mariinski. 'Le Pavillon d'Armide', 'Les Sylfides' y 'Nuit d'Égypte' tenían referencias al arte europeo, mientras que 'Le festin' y 'Las danzas polovtsianas' representaban el exótico arte ruso. La escenografia estuvo diseñada por Alexander Benois y Léon Bakst. El verdadero símbolo de esta gira fue Anna Pávlova, y su imagen en una posición arabesca adornaba los pósters.
Posters de los Ballets rusos de Diághilev

París, que había dado al mundo 'Sílfide' y 'Giselle', a principios del siglo XX prácticamente se había olvidado del ballet como género propio y solamente aparecía en las escenas de algunas óperas. De modo que la impresión que causaron los 'Ballets rusos', con sus conjuntos de un excepcional nivel, fue todavía más fuerte.

Pero lo que provocó furor fue que en este género poco serio y medio olvidado se podían hacer espectáculos llenos de integridad artística y libertad creativa. Todas la revistas de París y de Europa acabaron escribiendo sobre los 'Ballets rusos' que al principio fueron considerados como una especie de arte bárbaro.
Los Ballets rusos en Sevilla, 1916. Serguéi Diághilev (en el centro)
El triunfo de los bárbaros
Un conflicto con la dirección de los Teatros Rusos Imperiales, la institución estatal que no estaba cómoda con los triunfos de Diághlev, y que veía con terror el hecho de que sus empleados participaran en experimentos radicales, acabó por hacer que crease su propio conjunto teatral.

Pablo Picasso (con una gorra) con una tela para el ballet Parade, realizado por los Ballets rusos de Diághilev en el Teatro Chatelet de París, 1917
Las nuevas estrellas de Diághilev fueron Tamara Karsávina y Vaslav Nijinski. Sin una fuente de ingresos estable estaban constantemente de gira. El empresario se vio forzado a realizar ballets de múltiples actos. Gracias a Diághulev el ballet en tres partes sigue siendo el espectáculo más popular de ballet en Occidente.

Durante los primeros años, cada nueva gira de los Ballets rusos tenía más éxito que la anterior. Al principio Diághilev atrajo al público con el exotismo ruso, producciones como 'Petrushka', 'El pájaro de fuego' y 'Scheherazade' sorprendieron al público por su vanguardismo en comparación con los espectáculos europeos. La famosa y polémica producción de 'La consagración de la primavera' de 1913 de Ígor Stravinski y con coreografía de Vaslav Nijinski supuso un punto de inflexión para los 'Ballets rusos'. Prácticamente separó a Diághilev y su compañía de Rusia antes de la Primera Guerra Mundial. Durante el ensayo final del ballet hubo golpes con el público, dividido en dos grupos, no basados en la etnia o la clase sino en su gusto: había defensores del ballet tradicional y aficionados al vanguardismo. Se atacaban los unos a los otros y se tiraron sillas y paraguas.

Desde ese momento los 'Ballets rusos' ya no eran una muestra del arte oficial ruso aunque Diághilev continuó colaborando exclusivamente con sus compatriotas durante años.
Bocetos para los trajes de los Ballets rusos
Adelantado a su tiempo
Los Ballets rusos durante la gira australiana, 1936-1940
El estreno del ballet 'Parade' fue otro punto de inflexión para Diághilev. Para crear este espectáculo se reunió a un equipo formado por Jean Cocteau y Erik Satie, responsables de la escenografía y de la música, mientras que Pablo Picasso se ocupó de los sets y el vestuario, y la coreografía fue obra de Léonide Massine. El ballet cubista que crearon solo se representó en una ocasión y no fue bien recibido. Sin embargo, la producción era una especie de manifiesto de Diághilev: sin ingresos fijos y completamente dependiente de la popularidad del público no podía renunciar al atributo que más le importaba en el arte: el progreso y la oportunidad de experimentar.

Por es razón la compañía se arruinó en varias ocasiones y él mismo estuvo a punto de entrar en bancarrota. En ocasiones no tenía dinero ni para pagar su habitación de hotel. Pero Diághilev no estaba dispuesto a sacrificar sus principios. Fue gracias a esto que los 'Ballets rusos' dieron al mundo a Nicolás Roerich, Natalia Goncharova, Achille-Claude Debussy, Serguéi Prokófiev, Vaslav Nijinski y George Balanchine, entre otros.
Actores de los Ballets rusos. Arriba, de izquierda a derecha: Anna Pávlova, Adolph Bolm, Michel Fokine, Vaslav Nijinsky
Abajo, de izquierda a derecha: Michael y Vera Fokine, Gertrude Hoffmann y Theodore Kosloff, Lidia Lopokova y Alexandre Gavrílov, Tamara Karsávina y Vaslav Nijinsky
Interesado solo en lo más vanguardista, valiente y prometedor artísticamente, Diághilev estaba listo para romper con sus colaboradores si no eran capaces de generar nuevas ideas. Adoraba también el arte antiguo, hizo su debut reviviendo pintores rusos del siglo XVII, y su proyecto parisino estuvo marcado por el gran ballet 'Gisele' y por el estreno de 'La bella y la bestia' de Marius Petipa en Francia. Sin embargo, los caminos no explorados también lo tentaban y mientras caminaba por ellos mostró a Europa una parte del arte ruso que alimentaría a Occidente a lo largo de todo el siglo XX.

Diághilev murió en Venecia, su favorita, en 1929 cuando tan solo contaba con 57 años. Sin embargo el arte continúa por el camino que él abrió.
Walter Nouvel, Serguéi Diághilev y Serge Lifar en el Lido de Venecia
Texto de Anna Galayda
Editado por Oleg Krasnov
Fuentes de las imágenes: Vostock-Photo, Global Look Press, RIA Novosti, Museum of Political History of Russia,
State Russian Museum, Private collection in Moscow, Stepanov K.N., Bibliothèque Nationale de France,
Harvard Theatre Collection, National Gallery of Australia, CocteauFan, Réunion des Musées Nationaux,
Lachmann, Palais Dorotheum, GalleriX, Art Institute of Chicago, Museum of Avant-Garde Mastery,
National Library of Australia, Pierre Choumoff, Bert. A, Frank C. Bangs
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