Revelaciones de
un chamán
siberiano

"Esto no es un espectáculo, sino un trabajo"
María Karnaújova
RBTH
En el sur de Siberia, entre las estepas y la taiga viven los jakasios, un pueblo que ha conservado las antiguas tradiciones del chamanismo. Hasta ahora dan gracias a los espíritus y honran la memoria de sus antepasados junto a sepulcros gigantes. RBTH tuvo la ocasión de visitar a una de las chamanes jakasias más poderosas.
La apacible voz de la chamán María Sagalakova invita a cuatro personas que vienen en busca de su ayuda a entrar en la yurta (vivienda tradicional de los jakasios). María es una mujer bondadosa y va vestida con ropa de colores brillantes. Nada de movimientos frenéticos de ojos ni plumas en el pelo. Junto al umbral de la yurta, un gato se frota contra los pies de los huéspedes. En el interior, entre ropas tradicionales y utensilios, unos iconos asoman en la esquina.

"Son de mi madre —sonríe la chamán al percibir la mirada—. Respeto todas las religiones por igual. Todas tienen una misma esencia, solo que tienen diferentes formas. Todas creen en fuerzas superiores. A mis 65 años aún no he visto a ningún ateo. Todo el mundo cree en algo".

En el centro de la habitación de tierra hay un fuego, y tras él, una cama llena de objetos de culto. La yurta está casi en penumbra, ya que son las brasas de la leña las que iluminan el hogar. "Siéntense alrededor del fuego para que pueda verlos", insiste la chamán.
Una vez que todos han entrado, una pata de oso atada con un cordón cae con estrépito al suelo. "Es el espíritu de la casa, guarda la entrada a la yurta. Si cae, significa que ha llegado alguien con pensamientos egoístas" , afirma María sin inmutarse. Toma un tambor de la cama y lo acerca al fuego para secarlo.

Cada tambor de chamán es único, tiene su alma propia. Puede ser un animal de transporte para los viajes a otros mundos, o puede convertirse en un arma para luchar con los espíritus. Tras la muerte del chamán, la piel de su tambor debe ser agujereada.

"Vayan sacando los productos", nos dice. Vodka, carne cruda, galletas, pan, leche… Los huéspedes de la chamán han traído todo esto para el fuego.

Los jakasios son un pueblo que habita los territorios de taiga y estepa de Siberia meridional y el valle del Yeniséi, el segundo río más caudaloso de Rusia.
Hablan un idioma túrquico. Han conservado su idioma, sus creencias, su cocina, tradiciones y leyendas. Los monumentos más antiguos de la cultura de los jakasios, que marcó el inicio de la arqueología rusa, son de la Edad de Cobre (alrededor del IV milenio a. C.).

Según sus mitos, el origen de los jakasios se relacionaba con las montañas. Por su parte, los antropólogos consideran que los jakasios proceden de uno de los pueblos de las estepas que habitaban el Imperio mongol y que, tras la desintegración de éste a mediados del siglo XIV, creó su propio estado. En el siglo XVIII, el territorio de los jakasios fue conquistado por el Imperio ruso. Según datos del censo de 2011, el número total de jakasios en Rusia está en torno a las 75.000 personas.


~75 000

Jakasios viven en Rusia
12%

de la población de Jakasia son jakasos étnicos
63 600

Jakasios viven en Jakasia

Chamán por herencia

María Sagalakova
La familia de Sagalakova es numerosa. María cuida el huerto, el jardín, pasta el ganado, cocina, limpia, y en verano cuida de los niños. Según se cuenta, su clan procede de en un gran chamán y la propia María heredó los poderes de su padre.

Desde niña María posee una intuición sorprendente, pero sus auténticas facultades aparecieron aparecieron cuando tenía 40 años, tras el nacimiento de su hijo menor. En lugar de nanas, de sus labios se desprendía un canto gutural. Tres años después, María quedó totalmente paralizada durante nueve meses y durante este tiempo tenía siempre el mismo sueño. No fueron de ayuda ni los doctores, ni los psicólogos, ni la iglesia.

Finalmente María decidió acudir a los chamanes. Estos le explicaron que su destino era ayudar a la gente y que si no se abría a los espíritus, moriría a los 50 años. Sin embargo, no tenía forma de recibir ayuda. Su padre, que también había sido chamán, no pudo transmitirle sus conocimientos de forma directa, ya que en la Rusia soviética los chamanes eran fusilados o deportados, por lo cual practicaba su actividad en secreto.

Durante el trance María se escucha a sí misma, porque habla y realiza los actos de forma involuntaria. Para que a sus sucesores le resulte más fácil, toma notas.

Pero el mayor texto de su colección corresponde al libro de visitas. La gente acude a Sagalakova casi cada día. Y si no viene nadie, debe trabajar igualmente, porque si no, los espíritus la castigarán.
La leyenda de los chamanes del clan Sagalakov

Un poderoso chamán compró para sus hijos, con fines matrimoniales, a una muchacha de asombrosa belleza perteneciente a un clan jakasio. Según la tradición, si el hijo mayor no está casado, el menor no tiene derecho a casarse. La muchacha tuvo que casarse con el mayor.

Pero cuando la muchacha se encontraba en el último mes de embarazo, huyó a la taiga. Allí se alimentaba de bayas y setas, y caminaba en busca de gente. Dio a luz junto a unos árboles. Envolvió al niño recién nacido, lo colocó en un serbal y fue a pedir ayuda a la yurta más pobre.

En esa yurta vivía una pareja de ancianos. Enviaron al abuelo a buscar al niño. El abuelo encontró el serbal entre los abetos, y vio que delante de él, en un cedro, había un águila con el pico ensangrentado. El abuelo pensó que el niño había muerto. Se acercó al serbal y vio que el niño estaba sano y salvo, solo que a su alrededor yacían varios depredadores muertos. Ninguno de ellos se había podido acercar al niño, ya que lo protegía el águila. Este niño se convirtió en un gran chamán, el primero del clan Sagalakov, que a los nueve años ya curaba a la gente.

El secreto de los rituales

La chamán comienza a alimentar el fuego. Éste se alza, se inflama, y alguien cree ver en él unas bocas abiertas.
"La comida cae fuera del fuego, miren. ¿Han visto alguna vez árboles con cintas colgadas? La gente las cuelga cuando quiere pedir un deseo. Las cintas rojas significan un deseo a los espíritus del sol y del fuego; las verdes, a los espíritus de la naturaleza; las azules, al cielo; y las blancas representan pensamientos puros. Al colgarlas, es imposible pensar en algo malo durante todo el día. El viento agita las cintas y tus deseos se cumplen. Junto a estos árboles, y también junto al poste, siempre hay que detenerse y dejar galletas, caramelos o monedas. Y ustedes no lo hacen; el fuego me lo ha mostrado", explica.

María Salagakova
Los jakasios siempre se han considerado a sí mismos huéspedes en esta tierra, ya que los auténticos amos son los espíritus de las montañas. El hombre inventó su propio idioma para comunicarse con ellos: los rituales. Se considera que cuanto mejor sea la comunicación con los espíritus, mayor será la prosperidad con la que viva la gente.

"Esto no es un espectáculo, sino un trabajo, una pesada carga, no hay nada de tiempo para una misma. Y algunos piensan: te compras un tambor, das unos cuantos golpes y ya eres un chamán. O se reúnen en grandes grupos y hacen el kamla (los rituales). ¿Cómo puede ser esto? Todos tenemos espíritus distintos, y yo nunca voy a ponerme al lado de un chamán oscuro", explica.

Finalmente, María se viste con un atuendo tradicional: un vestido rojo, de amplio dobladillo, con un corte en el pecho y una capucha negra bordada con conchas y decorada con cintas que casi le ocultan la cara.

"Miren al fuego, pidan a todos perdón y perdonen a todos. Quemen todos los problemas en él. No hacen falta palabras especiales ni oraciones. Simplemente hablen desde el alma".
Tras cerrar los ojos, la chamán comienza a realizar el ritual: a viajar por otros mundos, a conversar con los espíritus, a mirar a través de sus ojos, a dejarlos entrar en ella. Camina en círculos y a veces canta, otras veces conversa con alguien o se ríe a carcajadas. También susurra, grita, o parece imitar el murmullo de un arrollo y el piar de los pájaros.

Con un mazo en forma de hoja de árbol, que simboliza que domina los cuatro elementos, golpea el tambor. Sobre las cabezas de lo visitantes que considera que tienen talento golpea la parte de arriba del tambor: apela al mundo superior, donde viven los dioses. La chamán se retuerce con frenesí y sus manos se alzan hacia el cielo. Frente a las personas normales golpea en el centro del tambor: simboliza el mundo de los seres humanos y los espíritus de la naturaleza. Cuando cree que alguien tiene el alma frágil, golpea en la parte inferior del tambor, es la forma de comunicar que tienden hacia los espíritus del inframundo. Finalmente, junto a aquellos cuyos corazones están llenos de maldad o envidia, las manos de la chamán caen hacia abajo, como si los espíritus se posasen sobre sus hombros.

"He terminado, puede usted salir", la chamán deja irse a un visitante, soltando el mazo.

El olor de las hierbas arrojadas a la hoguera hacen que a uno le dé vueltas la cabeza. La chamán aconseja a uno de los asistentes que se haga amigo de la Luna y alardee de sus verrugas, para que ella se las quite. A otro le aparta el espíritu de un antepasado que influye insistentemente en su vida, a un tercero le libera de los mosquitos.
El chamán es un conductor de las fuerzas de la naturaleza: se encarga de que la persona que realiza una petición quede en armonía con la naturaleza y los espíritus. Tras el ritual de purificación, María reparte amuletos fabricados por ella misma.

"A veces sucede que me pincho un dedo y cae una gota de sangre sobre un amuleto, con lo cual ya he hecho una ofrenda y significa que el amuleto será poderoso. Otras veces, los hilos se enredan y me paso horas desenredándolos, con lo cual ya estoy poniendo en ellos mis fuerzas. Puedo decir qué tipo de persona es alguien por el tipo de amuleto que escoja. Por cierto, este amuleto es bueno para las articulaciones", María muestra un adorno de madera, y puede observarse que en una mano tiene seis dedos.

La chamán se quita los atuendos rituales, se seca la frente y, cansada, se sienta junto al fuego.

"La gente me dice 'tú siempre tienes dinero'. Por supuesto, ¡porque trabajo como una mula! Hoy en día la gente ha dejado de esforzarse; yo considero que se trata de una enfermedad. Viven en un pueblo y no plantan un huerto, ¿dónde se ha visto eso? Ni trabajan ni aprecian el trabajo ajeno, y si fuera al revés, los chamanes tendrían menos trabajo. ¿Sabe usted?, la misión del chamán es ayudar a la gente, hacer el bien. Basta hablar con una persona y ya me siento bien por el hecho de que esa persona esté mejor, de que sepa cómo proteger su futuro. Nuestra fuerza está en la fe de la gente". ■

Text by Maria Karnauhova, edited by Alstair Gill and Vsevolod Pulya
Image credits: Alexander Kryazhev/Ilya Pitalev/RIA Novosti; Reuters; Shutterstock/Legion-Media; Maria Karnauhova
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