México y Rusia: una relación cálida en tiempos de Guerra Fría

Carlos Salinas (izquierda) saluda a Mijaíl Gorbachov en 1991.

Carlos Salinas (izquierda) saluda a Mijaíl Gorbachov en 1991.

TASS
‘Russia Beyond’ continúa una serie de artículos que analizan el rumbo de las relaciones bilaterales entre ambos países. Esta vez recordamos la segunda mitad del siglo XX.

Los lazos de amistad entre los pueblos mexicano y ruso, y el interés de ambos gobiernos en el mutuo conocimiento y cooperación, llevaron a que, tras un breve periodo de ruptura de relaciones oficiales, estas se reanudaran en 1942.

En aquel año, el presidente mexicano Manuel Ávila Camacho nombró como embajador ante la Unión Soviética a Luis Quintanilla, seguido en 1944 por Narciso Bassols, distinguido intelectual, académico y polí­tico de izquierda de México.

Por su parte, el primer embajador enviado por la Unión Soviética en esta nueva fase de la relación fue Konstantín Umanski, quien formó parte de los cuadros de jóvenes comunistas más allegados a Stalin.

La gestión de Umanski en México concluyó a principios de 1945, lamentablemente de manera trágica. En enero de ese año, el gobierno de Costa Rica convocó a Umanski para que presentara sus cartas credenciales como enviado extraordinario con carácter concurrente ante ese país. En un gesto de amistad, el Gobierno de México puso a su disposición un avión de la Fuerza Aérea para trasladarlo a San José. El 25 de enero, el embajador Umanski y su comitiva despegaron, pero poco después el avión se incendió y cayó. Solo dos personas —un tripulante y la esposa de un funcionario ruso­— sobrevivieron. Diez meses después, en octubre de 1945, la Unión Soviética nombró como embajador en México a Alexánder Kapustin.

Tres décadas de intercambio intenso

En las décadas de los 40, 50 y 60, el intercambio bilateral, sobre todo cultural y comercial, se intensificó. En 1959 tuvo lugar la primera visita de un alto funcionario soviético a México, el primer vicepresidente del Consejo de Ministros de la URSS, Anastás Mikoyán. En el marco de su visita, se presentó una muestra soviética en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México.

El intercambio cultural se amplió. En México se presentaron actividades artísticas como el ballet del Teatro Bolshói, el circo de Moscú, y cantos y danzas del Ejército soviético. Por su parte, el público de la URSS pudo disfrutar de presentaciones de grupos musicales mexicanos como Los Panchos y Los Candilejos, así como el ballet de Amalia Hernández.

En los 60 comenzaron los contactos parlamentarios bilaterales y en 1966 se creó la Asociación URSS-México. Prestigiosos mexicanos, como el expresidente Lázaro Cárdenas y el artista David Alfaro Siqueiros, ganaron sendos Premios Lenin en 1955 y 1966, respectivamente. En 1968, cuando México fue sede de los Juegos Olímpicos, el canciller mexicano Antonio Carrillo Flores visitó Moscú.

Antonio Carrillo Flores (a la izquierda), con el ministro de Exteriores de la URSS, Andréi Gromiko, en Moscú, en 1968.

La primera visita de un presidente mexicano a Rusia se produjo en abril de 1973, cuando Luis Echeverría viajó a la URSS. En esa ocasión se emitió un comunicado conjunto, y se firmaron varios acuerdos en materia comercial. Se alcanzó también el compromiso de celebrar consultas de manera regular sobre diferentes temas, así como de constituir una comisión mixta que se reuniría periódicamente. En julio de ese mismo año tuvo lugar la primera reunión de dicha comisión.

El mayor dinamismo de la relación se notó también en varias visitas de delegaciones con diferentes propósitos. Coincidiendo con la de Luis Echeverría, un grupo de expertos mexicanos en energía nuclear viajó a Moscú y la región de Sverdlovsk.

Había un importante interés por parte de ambos pueblos en conocer más de la cultura e historia del otro. Así, en 1978 México presentó en Moscú y en el Hermitage de Leningrado una exposición de obras de tres grandes muralistas mexicanos: José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.

David Alfaro Siqueiros, en Moscú.

La visita oficial del presidente José López Portillo a la URSS en 1978 fue también significativa. En los documentos firmados destacan amplias coincidencias en posturas frente a problemas internacionales. Estas coincidencias se mantuvieron en los años 80 en temas como el desarme y los conflictos en Centroamérica.

Solidaridad y apoyo
en los 1980

A partir de 1985, con la llegada de Mijaíl Gorbachov al frente de la URSS, se abrieron nuevos espacios, y las relaciones con México se tornaron más abiertas. Un ejemplo de solidaridad se dio tras el lamentable terremoto de septiembre de 1985 en México, que afectó particularmente a la Ciudad de México, cuando la URSS envió ayuda material y financiera, y el pueblo mexicano recibió significativas muestras de solidaridad del soviético.

Ya en 1986 el entonces can­ciller de la URSS, Eduard Shevarnadze, visitó México, donde hizo una llamada a fortalecer la cooperación en la seguridad en la región del Pacífico, ya que el Gobierno soviético consideraba que México era un actor fundamental en la zona. Aún hoy en día la colaboración entre ambos países en ese sentido continúa activamente en diversos ámbitos, como en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC).

El canciller mexicano Bernardo Sepúlveda viajó a Moscú en mayo de 1987. Fue el primer canciller latinoamericano recibido por el presidente Gorbachov.

La última visita de un jefe de Estado a la Unión Soviética antes del intento de golpe de Estado de 1991 fue la del presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari, quien no solo pudo reunirse con Gorbachov, sino que también se entrevistó con Borís Yeltsin.

Rubén Beltrán Guerrero fue embajador de México en Rusia entre 2012 y 2022. El texto fue elaborado con la colaboración de Nayeli Ceceña.

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