El presidente de EE UU aumenta la presión sobre el país asiático.
ReutersA la hora de analizar el posible impacto de las políticas de Donald Trump en los planes militares chinos es importante deshacerse de dos ideas falsas.
La primera es que las diatribas entre Trump y China suponen un gran constraste con las políticas de la Administración Obama.
Fue el anterior presidente de EE UU el que tomó la decisión de centrarse en Asia y de implementar una serie de medidas que dan la impresión de que EE UU se está preparando para un posible conflicto con China. Obama aumentó la presencia militar en el Pacífico y fortaleció las alianzas militares existentes. Por lo que respecta al aumento de la cooperación militar con Taiwán, siguió los pasos dados durante la presidencia de George W. Bush.
Trump ha rechazado la iniciativa económica clave de Obama en Asia: el Acuerdo Transpacífico de Cooperación (TPP) pero lo hizo por razones puramente políticas. El acuerdo era repudiado por sus votantes y no habrían perdonado los intentos del nuevo presidente por mantenerlo.
Aunque la administración Trump no sea responsable de las tensiones gepolíticas entre EE UU y China, lo más probable es que continúe las políticas de las anteriores administraciones y además, sea más resolutivo y consistente.
La segunda idea falsa tiene que ver con la rápida militarización a nivel mundial. Hay que tener en cuenta la inercia de la mayoría de los programas militares. Toma mucho tiempo crear complejos y caros sistemas de armas desde cero, en comparación con los procesos de la segunda mitad del siglo XX.
Muchos de estos sistemas, que van a ser entregrados ahora, se solicitaron hacer varias décadas. Por ejemplo, China comenzó el desarrolló de los misiles DF-42 a finales de la década de los 80. Los cambios políticos son más rápidos que la innovación técnico-militar.
Como resultado, la planificación militar de los principales países tiene en cuenta todos los posibles escenarios de riesgo. Por eso los planes militares de China en los años 90 se crearon, en gran medida, sobre la posibilidad de un enfrentamiento con EE UU.
El aumento de la presión sobre Rusia entre 2014 y 2016 resultó en una intesifiación de las cooperación ruso-china en la esfera militar.
La escala de la cooperación técnico-militar se acercó a la de los años 90 y principios del 2000, un periodo récord. En 2016 Rusia suministró armas a China por un valor de 3.000 de dólares. Además, los ejercicios militares conjuntos se han hecho más complejos y diversos.
Es esperable que aumente la presión de EE UU sobre China y que eso haga que Pekín tenga interés en aumentar la cooperación con Moscú, en un momento en el que la interacción militar ya es intensa.
Esto incluye ejercicios miltiares a gran escala que incluye a las fuerzas aéras, al ejército de tierra y a la armada, así como ejercicios de menor tamaño en la defensa antimisiles computerizada, los ejercicios conjuntos antiterroristas y los intercambios.
Un gran paso hacia delante podría ser la creación de una alianza político-militar entre Rusia y China. Esta unión podría crear las condiciones para que ambos países realizaran acciones conjuntas en diferentes partes del mundo, bajo el paraguas nuclear ruso-chino. Aunque esto requiriría una revisión de los principios básicos de la política exterior tanto de China como de Rusia.
Parece que sea más difícil en China, que desde hace décadas rechaza crear alianzas militares, aunque podría abrirse un debate sobre la cuestión.
Podemos asumir que una política más agresiva de la administración Trump conlleve un endurecimiento de la línea poítica en China y un aumento del gasto en defensa.
Esto podría hacer que aumentaran los ejercicios militares conjuntos con China y la extensión de los programas de cooperación técnico-militar con Rusia, así como una aceleración de los proyectos militares más importantes.
Sin embargo, por ahora no hay señales de que Moscú y Pekín vayan a crear una alianza formal.
Vasili Kashin es investigador de Instituto de Estudios del Lejano Oriente y de la Escuela Superior de Economía.
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