Los niños atrapados entre guerras

Fuente: AGE

Fuente: AGE

El Instituto Cervantes de Moscú presenta la primera muestra completa sobre los ‘niños de la guerra’, que recorrerá distintas ciudades rusas. Material documental y testimonios personales recuerdan el drama de 3.000 jóvenes exiliados en la URSS.

“Escaparon de la guerra a otro país donde también les recibió la guerra”, relata Dolores Cabra

“Ni nosotros, niños españoles evacuados a la URSS en 1937 y 1938, ni nuestros padres pensaron que la separación duraría tanto”, cuenta Manuel Arce, responsable de la Fundación Nostalgia en Rusia, uno de los 3.000 niños que fueron enviados al exilio en la Unión Soviética durante la Guerra Civil española (1936-1939). 

Hoy apenas quedan cien de ellos en Rusia. Los más jóvenes han cumplido ya 80 años. “Tuvieron que dejar atrás su infancia, su patio del colegio. Escaparon de la guerra a otro país donde les recibió la Segunda Guerra Mundial”, comenta a RBTH Dolores Cabra, secretaria general de la Asociación Archivo Guerra y Exilio (AGE), una de las principales organizadoras de la muestra 'Los niños de la guerra cuentan su vida, cuentan tu historia'. Cabra ha dedicado casi veinte años a la búsqueda de documentación y testimonios de los familiares para organizar la exposición. También se ha encargado de la logística para entregar a Rusia una historia completa de los niños que no consiguieron escapar de la guerra.

La muestra, formada por los testimonios de los propios niños y el material documental recuperado y digitalizado por la AGE y el Archivo Nacional de Cataluña (ANC), cuenta en primera persona el drama del desarraigo y las despedidas de aquellas criaturas marcadas por las guerras.

Antonio Herranz, hijo de uno de los niños de la guerra, reconoció en una de las fotos de la muestra a su tío: “Mi padre y mi tío salieron hacia la URSS desde Santurce [Vizcaya]. La abuela les preparó las maletas y el abuelo llegó del frente para despedirse; una semana más tarde murió en combate. Mi padre y mi tío llegaron a Leningrado [actualmente San Petersburgo] en el barco La Habana. Les recibieron muy bien, incluso les daban caviar, pero ellos se negaban a comerlo. Después, los niños fueron divididos en grupos y les enviaron a sitios diferentes. Mi padre fue destinado a Eupatoria, en Crimea. Les cuidaban bien y no escatimaban en gastos. Si se les rompía la ropa, les daban prendas nuevas. Hasta que un día, estando en la playa, mi padre escuchó el rugido de los messerschmitts [aviones], que conocía muy bien de su paso por España. Se dio cuenta de que algo iba mal de nuevo”, recuerda Antonio. 

Durante la Segunda Guerra Mundial, unos 75 de aquellos niños de la guerra cayeron combatiendo como voluntarios del Ejército Rojo. Alrededor de 200 personas murieron en los bombardeos. “Hemos vivido el horror de la guerra junto al pueblo ruso. Las desgracias unen más que las alegrías. Los años vividos allí nos unieron a Rusia para siempre”, subraya Manuel Arce, que vivió 30 años en la URSS y después decidió volver a España.

Hubo varias oleadas de retorno, pero no siempre fue un regreso feliz. Algunos españoles volvieron a hacer las maletas rumbo a la URSS por falta de apoyo familiar en España o por desconfianza del régimen de Franco. Otros se fueron a Cuba, donde después de la Revolución de 1959 trabajaron de intérpretes o asesores económicos y militares. 

“Mi padre volvió a ver a su madre en París en 1956”, relata Antonio Herranz. “Después estuvo trabajando en Cuba y su madre fue a verle allí. Más tarde vivió un tiempo con nosotros en Moscú. Recuerdo que yo hacía de traductor entre las dos abuelas. Cuando en 1977 la abuela murió, mi padre decidió quedarse en la Unión Soviética con toda la familia”.

 

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