Fuente: Konstantín Zavrazhin / Rossiyskaya Gazeta
Moscú parece contar con más opciones que las previstas por los instigadores del aislamiento internacional de Rusia. Para empezar, entre los euroescépticos se han encontrado posibles aliados. A mediados de febrero, Vladímir Putin visitó Hungría, donde acordó con el primer ministro Viktor Orbán nuevas condiciones para la exportación de gas y se firmó una serie convenios intergubernamentales secundarios.
Parece poco, pero en las condiciones actuales esta visita adquiere un importante simbolismo. Al Kremlin le interesa demostrar que Europa no tiene una sola voz en lo que respecta a Moscú, que hay líderes dispuestos a cooperar con Rusia. Orbán, por su parte, necesita gas a un precio razonable y, al mismo tiempo, trata de importunar a la UE posando con Putin ante las cámaras para obtener algunas concesiones.
También se han mostrado interesados en un acercamiento con Moscú los representantes del partido ganador de las elecciones de Grecia, Syriza. Grecia lleva sumergida desde 2008 en un pozo de deuda del que aún no ha podido salir. Los griegos necesitan presionar a la Unión Europea para conseguir unas condiciones de pago más ventajosas, de ahí el coqueteo con Moscú.
Aunque solo sea formalmente, podría considerarse que se ha roto el muro de división con Europa. Moscú aún tiene esperanza de que la relación con sus socios europeos (aunque solo sea en el ámbito económico) se recupere de forma gradual. Sin embargo, el Kremlin no olvida que la UE ha sido incapaz de declarar su independencia respecto a EE UU en la política internacional, de modo que ya no hay lugar para el entusiasmo.
Por otro lado, la gira que el presidente ruso realizó por América Latina el pasado julio también fue una muestra del creciente interés que Rusia muestra por esta región. Putin asistió a la cumbre de los BRICS en Fortaleza y también visitó Cuba, Nicaragua y Argentina. Además de la intención de impulsar las relaciones comerciales el mandatario ruso subraya la creciente importancia de la región en un mundo multipolar. En su reunión con Cristina Kirchner, Putin declaró que Argentina es un socio estratégico. Además, las relaciones con Venezuela se intensificaron tras la llegada al poder de Chávez en 1999 y este país es actualmente el mayor comprador de armas rusas en la región. Además, desde hace décadas Cuba mantiene buenas relaciones con Rusia. En la reciente visita del ministro de Defensa Serguéi Shoigú a estos dos países volvió a quedar patente esta cercanía. El ministro también visitó Nicaragua, un país de creciente importancia para Rusia, ya que participará en el proyecto del canal de Nicaragua, alternativa al de Panamá.
El giro a Oriente Próximo
Moscú no se limita a la búsqueda de socios en el continente europeo. Se están haciendo esfuerzos significativos para conseguir progresos en Asia y en Oriente Próximo.
El primer logro de 2014 en este sector ha sido el acercamiento de Egipto, uno de los países más influyentes del mundo árabe y un gran aliado de EE UU, que ha manifestado su deseo de adquirir grandes partidas de armamento ruso y de desarrollar su relación con Moscú en general.
La visita de Putin ha recordado a los progresos conseguidos a principios de los 60 por Nikita Jruschov.
Es más, los resultados de la reciente visita de Putin al El Cairo parecen un déjà vu: en aquella ocasión, Jruschov construyó a crédito la presa de Asuán, ahora Putin а planea levantar en Egipto, también a crédito, su primera central nuclear.
También avanza la relación entre rusos e iraníes. El acuerdo para la venta de petróleo iraní a Rusia por un valor de 20.000 millones de dólares, tan debatido en 2014, al final no se concluyó. Pero Teherán sigue necesitando tecnología y armamento de última generación, además energía atómica.
Otro peso pesado de la región es Turquía, que tampoco se ha apresurado a apoyar las sanciones contra Rusia. Al contrario, Ankara se ha enganchado de buena gana al proyecto para construir un gasoducto tras el bloqueo del South Stream.
Y ahora los BRICS
Sin embargo, las conquistas en Oriente Próximo no son la parte más significativa de la política exterior rusa. Tras su disputa con Europa, los principales aliados de Rusia son sus socios del grupo BRICS: Brasil, India, China y Sudáfrica. Aunque no han apoyado abiertamente a Rusia por la anexión de Crimea, tampoco han juzgado este movimiento de Moscú.
Da la impresión de que los países del grupo BRICS están cansados de la desproporcionada política norteamericana de las últimas décadas, surtida de ideas mesiánicas a la vez que supeditada a las peripecias de la lucha entre republicanos y demócratas.
Resulta significativo que, a lo largo del pasado año, China cerró varios acuerdos energéticos con Rusia y la India sigue comprando armamento ruso.
Justamente de estos países dependerá la posición de Rusia en el mundo contemporáneo. Y es que, mientras su relación con Moscú siga vigente, no será necesario hablar de aislamiento.
No obstante, la nueva política exterior del país eslavo tiene un coste significativo. Todos los aliados actuales de Rusia sin excepción pretenden negociar así unas condiciones favorables en el suministro de energía o de armamento.
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