Viaje de ida y vuelta de la URSS a Argentina

Stepán Nefiodov Ezria nació en 1876 en un pequeño pueblo de Mordovia, Baevo, en el seno de una familia muy pobre. Con los años se convirtió en un escultor de renombre internacional y tuvo una vida marcada por la guerra fría.

 

Cortesía del museo de bellas artes de mordovia

En manos de Erzia, la madera adquiría un sentido místico. Desde su infancia observó la relación que tenían sus paisanos con la madera. “En Mordovia se adoptó el cristianismo muy tarde, a principios del siglo XX, y hasta entonces se practicaba el culto pagano. Erzia trabajaba a dúo con la naturaleza; si le gustaba la forma de un árbol, dejaba intacta una parte de su trabajo, de modo que el árbol podía considerarse su coautor”, cuenta Alexandra Lobanova, directora adjunta de investigación del Museo Erzia de Bellas Artes de Mordovia.

La reforma del museo se ha alargado dos años y, finalmente, en 2014 empezó a recibir visitas de nuevo en las salas renovadas. Este museo de Saransk, además, tiene mucho que enseñar: alberga 300 obras del escultor, incluidas las del periodo argentino. 

23 años en Argentina

En gran medida, la elección de Argentina como lugar de residencia tuvo que ver precisamente con la madera. Tras la Revolución de Octubre, el escultor apoyó al nuevo gobierno, realizó numerosas exposiciones y monumentos a los héroes de la revolución. En 1926, viajó a París para exponer sus trabajos y para recuperar unas piezas que se habían quedado en Francia a principios de siglo.

Ezria vivió en París medio año, participó en varias exposiciones, se hizo famoso y fue invitado a una exposición en Montevideo, desde donde finalmente viajó a Buenos Aires.

“Cuando llegó a Argentina en 1927 descubrió los árboles locales: el algarrobo, el urunday y el quebracho. Fue crucial para su carrera; el nuevo material le resultaba mucho más fácil de trabajar que las variedades de madera a las que estaba acostumbrado, lo que dio lugar a una gran cantidad de figuras poéticas”, cuenta la directora del museo mordvino de Erzia, Liudmila Narbekova.

 

Cortesía del museo de bellas artes de mordovia

Tras la exposición de 1927 en Buenos Aires, el escultor se ganó los halagos de los periódicos locales y decidió quedarse en Argentina hasta 1950. Allí atrajo la atención del público (incluso de las primeras personas del Estado) y se maravilló con las riquezas naturales del país.

El escultor se adentró en la selva, dibujó a los indígenas, creó numerosos retratos, entrelazando sus motivos latinoamericanos con los de Mordovia. Los bosques del Chaco eran tan distintos de los de su Rusia natal... Los indios paganos le recordaban a las figuras mordvinas de su infancia temprana, lo que le daba a su obra una energía invisible, un encanto que empujó a Erzia a quedarse en Argentina por muchos años.

El regreso a la Unión Soviética

La historia del regreso de Erzia a Rusia es propia de una novela negra. El espía y diplomático Yuri Paporov, que sirvió en las embajadas soviéticas de América Latina tras la Segunda Guerra Mundial, le ayudó a volver a la URSS.

Según Alexandra Lobanova, Ezria era muy reacio a vender sus trabajos y, cuando en 1946 cayó gravemente enfermo, empezó a preocuparse por lo que le ocurriría a sus obras tras su muerte. Su deseo era devolverlas a Rusia.

La historia la contó el propio Yuri Paporov en un libro titulado ‘El gran Ezria. El reconocimiento y la tragedia’ que publicó en 2006. A través de su secretaria, Luisa Orsetti, se puso en contacto con la misión rusa en Montevideo. Enseguida, se extendió el rumor en los círculos artísticos de que quería regresar pero eran los tiempos de la guerra fría. Su viaje de vuelta tardó bastante tiempo en decidirse. El Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), mientras tanto, le ofreció tres millones de dólares por la compra de todas sus esculturas, pero Ezria se negó.

 

Cortesía del museo de bellas artes de mordovia

Esperó cuatro años de trámites burocráticos, tiempo en el que se le volvió a presentar otra tentación. Paporov contó en una entrevista concedida en 2007 al periódico ruso Argumenti i Fakti que una de sus estudiantes, una gran escultora llamada Dorotea, estaba enamorada de Erzia. Este insistía tanto en que quería marcharse, que la escultora decidió romper con él y casarse con un millonario que murió al poco tiempo. Dorotea se quedó con toda la fortuna de su marido y ante Ezria se abrieron nuevas posibilidades financieras.

Sin embargo, el artista regresó a la URSS en 1950 junto con sus trabajos, 175 toneladas, 97 cajas, 180 esculturas de madera, escayola, bronce y mármol que Ezria regaló al Estado soviético.

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