Fuente: AP
Los dos mayores figurantes del continente europeo —Rusia y la Unión Europea— están estrechamente vinculados por medio de sus raíces culturales, históricas y civiles. La UE representa más del 50 % del comercio exterior ruso y más del 80 % del capital extranjero acumulado en la economía de Rusia.
El país eslavo, por su parte, ocupa el 3.º puesto (por detrás de EE UU y China) en la lista de países exportadores a la Unión Europea y el 4.º en la de compradores de la producción procedente de ella. Además, es el mayor proveedor de gas natural a la UE y el segundo en volumen de suministro de petróleo y productos derivados de este. A pesar de todos estos factores vinculantes, las diferencias políticas les impiden instaurar un régimen sólido de cooperación.
La relación entre la Unión Europea y Rusia sentó sus bases en los años 90 del siglo pasado. En junio de 1994, entre la Federación de Rusia y los 15 países miembros de la Comunidad Europea se firmó un acuerdo bilateral de colaboración que preveía un impulso de las relaciones comerciales y del diálogo político.
Sin embargo, este acuerdo entró en vigor el 1 de diciembre de 1997 por razones meramente políticas: la UE dilató el proceso de ratificación del documento debido al comienzo, en diciembre de 1994, de la primera guerra de Chechenia.
La situación de Chechenia incomodaba desde hacía tiempo a los europeos, que culpaban a Moscú de violar los derechos humanos. Así pues, en una resolución adoptada en enero de 1995, el Parlamento Europeo pidió “posponer la firma del acuerdo temporal de comercio y otras cuestiones derivadas entre la Federación de Rusia y las Comunidades Europeas, detener el proceso de ratificación del Acuerdo de Colaboración y Cooperación entre las dos potencias y aplazar la tramitación de la solicitud de adhesión de Rusia al Consejo de Europa”.
A pesar de que la UE retomaba el tema de Chechenia con regularidad, a finales de los años 90 y principios de la década del 2000 la cooperación entre Moscú y la Unión Europea empezó a avanzar poco a poco. Rusia se adhirió al Consejo de Europa a pesar de las críticas en 1996. Incluso el estallido, a principios de 1999, de la segunda guerra de Chechenia no provocó la salida de Rusia de esta organización.
El inicio de la integración
En junio de 1999, el Consejo de Europa firmó un documento denominado ‘Estrategia colectiva de la UE en relación con Rusia’ que confirmaba la necesidad de facilitar la integración de Rusia en el ‘espacio europeo’, así como fomentar la consolidación de los principios del Estado de derecho y la continuación de las reformas en el país eslavo.
Rusia, por su parte, preparó en noviembre de 1999 una ‘Estrategia de desarrollo a medio plazo de las relaciones entre la Federación de Rusia y la Unión Europea (2000-2010)’. Moscú veía en la creación de un sistema de seguridad colectiva y de una zona de libre comercio con Europa, así como en el mantenimiento de un alto grado de confianza mutua y de cooperación, los cometidos fundamentales de la asociación.
En 2005, las partes suscribieron la ‘Hoja de
ruta para la creación de los cuatro espacios comunes’, un documento que preveía la creación de una asociación estratégica mediante la
formación de cuatro espacios comunes: un espacio económico, un espacio de
seguridad interior y justicia, un espacio de seguridad exterior y un espacio
dedicado a la educación y la ciencia. En particular, se había propuesto la
firma en un futuro más o menos próximo de un tratado de libre comercio (TLC)
con la participación de ambos socios, así como la transición gradual a un
régimen sin visados. No obstante, no se ha llegado ni a lo uno ni al o otro.
Aumento de la tensión
El estallido en agosto de 2008 de la guerra en Osetia del Sur provocó la congelación de las negociaciones para la firma de un nuevo acuerdo entre Rusia y la UE.
A partir de entonces, la relación bilateral entre ambas partes se ha visto ensombrecida por divergencias en cuestiones energéticas y por nuevas críticas a Rusia por la violación de derechos humanos. Sin embargo, ha sido la crisis de Ucrania la que ha asestado el golpe más duro a la relación ruso-europea. Las partes se culparon mutuamente de interferir en los asuntos internos de Ucrania y de tratar de convertir el país en una especie de colonia.
Según comentó a RBTH Tatiana Parjalina, experta en la UE de la Academia de las Ciencias de Rusia, a pesar de todos los acuerdos firmados “la asociación estratégica entre la UE y la Federación de Rusia no se ha consolidado, de lo que ambas partes son responsables”.
En su opinión, las razones principales de este desenlace son la falta de confianza y la existencia de un conflicto de intereses. Sin embargo, también opina que la relación entre la UE y Rusia gozaba de bastante estabilidad antes de los acontecimientos de Ucrania y que tras la adhesión de Crimea todo cambió drásticamente.
Una nueva confrontación
A partir marzo de 2014, los países de la Unión Europea empezaron a imponer sanciones que fijaban la prohibición de entrada en la UE a varios políticos rusos, la congelación de los activos extranjeros de una serie de empresas y altos funcionarios rusos, restricciones a las exportaciones e importaciones —principalmente en el sector de las telecomunicaciones—, así como restricciones en el transporte, en el sector energético y en la industria militar.
Por otra parte, se impusieron restricciones a las operaciones crediticias de los bancos estatales rusos y a la financiación de grandes empresas de la industria defensiva. Las negociaciones relativas a la cuestión de los visados también se suspendieron.
Rusia respondió a la actuación de Europa con sus propias sanciones, imponiendo un embargo de las importaciones al país de una serie de productos agroalimentarios, lo que supuso un duro golpe para los agricultores europeos. Moscú ha advertido de que, si se endurecen las sanciones occidentales, podría prohibir la importación de automóviles, alcohol y tabaco europeo. Según los expertos, el intercambio de sanciones costará a las partes diez mil millones de euros.
“Muchos expertos no se habrían imaginado tal enfrentamiento entre la UE y Rusia a mediados-finales de los 90. Sin embargo, la actual crisis ha demostrado que algo así es posible. La situación aún no se ha agravado en extremo, aún no hemos tocado fondo”, señala Parjalina.
El conocido periodista y empresario Yuri Kobaladze coincide con Parjalina: “de momento, las buenas vivencias acumuladas durante todos estos años entre Rusia y la UE contienen el desgaste de sus relaciones bilaterales. Sin embargo, las partes se están desplazando rápidamente hacia su completa destrucción; todo depende de la capacidad que tenga la clase política para frenar esta escalada”.
Por otra parte, Tatiana Parjalina se muestra bastante pesimista: “Hasta ahora no he observado voluntad de compromiso en ninguna de las partes implicadas”. Sin embargo, confía en que dentro de unos meses, cuando los efectos económicos de las sanciones se empiecen a sentir, la sociedad civil y los círculos empresariales de Occidente empiecen a presionar a los políticos.
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