Casa Rusia, un nuevo centro divulgativo de la cultura rusa, abre sus puertas en Madrid

Vinculado a la Iglesia ortodoxa, el espacio se abrió la semana pasada en la capital de España. Fuente: Vera Vasilyán

Vinculado a la Iglesia ortodoxa, el espacio se abrió la semana pasada en la capital de España. Fuente: Vera Vasilyán

El espacio, adscrito a la primera Iglesia ortodoxa de la capital, aúna tradición y cultura en su programación.

“ka linka kalin ka kalin ka moya”, entonan un coro de voces. Con esta versión coral de Kalinka, del compositor Iván Petróvich Lariónov, se inauguró, en Madrid, el jueves 3 de octubre, Casa Rusia, un nuevo centro de promoción de la cultura rusa adscrito a la primera Iglesia Ortodoxa de España. El centro, “de dos aulas y media”,  pretende abrir una puerta al acervo cultural del país más grande del mundo. 

“Cuanto más espacios accesibles haya, más se divulgará la cultura rusa”, comenta, durante la presentación, Svetlana Maliavina, profesora de lengua rusa del grado Lenguas Modernas y sus literaturas en la Universidad Complutense de Madrid. 

“Bienvenidos a la Iglesia de Santa María Magdalena”, recibe el padre Andréi Kórdochkin, representante de la Iglesia Ortodoxa en Madrid. El templo desde el que habla, al norte de la capital, en el barrio de Hortaleza, amplia sus actividades. Fundado este mismo año, este espacio religioso pretende ser “un centro educativo abierto”. “Forma parte de la tradición ortodoxa que, asociado a la iglesia, exista un espacio relacionado con la cultura rusa”, explica el padre Andréi. De ahí, que quiera que “la parroquia sea un lugar que incluya a todo el mundo”. “Y vamos a abrir nuestras puertas a todo el mundo no solo a nuestros feligreses o a la comunidad rusa”, añade el párroco. La iglesia es la única de España dedicada a la comunidad ortodoxa, una tradición que en Madrid arraigó hace 12 años. 

Cinco inmensas cúpulas doradas, un edificio muy esquemático y una niña en primer plano. Para la pequeña Olga eso es el Centro Ruso, adosado a la iglesia, en los edificios parroquiales. La arquitectura de la iglesia llama la atención de todo el que cruza la Gran Vía de Hortaleza. 

En medio de parques, edificios residenciales, centros comerciales y varias avenidas de densa circulación de coches, resaltan las brillantes torres. En su inauguración llamó la atención de los vecinos -el concejal del barrio de Hortaleza acudió al evento-, y ahora sigue impactando a propios y extraños. De ahí que la mayoría de niños que acudieron este verano a algún curso en el centro las hayan dibujado. 

Sus obras cuelgan de la pared de la sala principal de la pequeña Casa Rusia. “Es estupendo que hay un espacio específico para los niños. Cuanto más joven comienzas el estudio de una lengua o una cultura, más fácil les resultará”, apunta la profesora Maliavina. 

Un grupo de personas está más nervioso durante la presentación del centro. Conocen bien el espacio; los pasados meses han estado acudiendo a recibir clases de ruso en una de sus aulas. Durante la inauguración, van a recibir los diplomas que certifican ese acercamiento a la lengua de Dostoievski. “La grandeza de un centro no se calcula por el espacio que ocupa sino por los acontecimientos que ocurren en su seno”, afirma Eduard Sokolov. 

El director del Centro Ruso de Cultura y Ciencia, en la céntrica calle Atocha, quiso mostrar su apoyo al nuevo espacio realizando una donación de libros y material audiovisual. Una muestra del entendimiento de ambos espacios. Aunque uno es laico y el otro está adscrito a la Iglesia ortodoxa, ambos espacios tienen el objetivo de divulgar la cultura rusa. No compiten sino que se retroalimentan. 

Blinis, ensaladilla olivier, salmón, alcaparras y arenques de todo tipo. Por el paladar también se descubren nuevos mundos. Tras los discursos y la entrega de diplomas, la celebración continuó en el patio. Horas antes, un grupo de voluntarios se pasó la tarde cocinando en las dependencias de la propia iglesia. Además de las aulas, Casa Rusia cuenta con una pequeña cocina desde la que quieren acercar las especialidades típicas a este barrio de Madrid y a todo el que quiera acercarse. 

Todos los sábados hornean pan que luego venden a precios populares. Hoy han elaborado empanadas, entrantes y varios pescados marinados. “Y ensaladilla rusa de verdad”, dice una de las cocineras en referencia a la típica ensalada olivier. Lo maridan con champán. Los más atrevidos, con un chupito de vodka. “El objetivo de la Casa es divulgar tradición y cultura”, apunta el padre Andréi. El licor entra dentro de este epígrafe. La música también. 

A capela al principio y luego acompañada por una guitarra, una joven empieza a entonar canciones en ruso. Todos la rodean y la escuchan. Acaba la primera serenata, aplauden y la cantante invita a seguirla. Empieza a entonar Kalinka. Inmediatamente las palmas resuenan en la sala y el público canta el estribillo. “Ka lin ka kalin, kakalin ka maya”.

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