Las autoridades rusas han cambiado en varias ocasiones el régimen de financiación de Osetia del Sur y los planes de rehabilitación. Fuente: Reuters
Hace cinco años estalló la guerra en Osetia del Sur. El presidente georgiano, Mijaíl Saakashvili, ordenó la ejecución de una operación militar en esta república separatista. Al día siguiente de comenzar el conflicto, Rusia anunció la entrada de sus tropas en Osetia del Sur. Estos acontecimientos fueron bautizados como la ‘guerra de los cinco días’ y se convirtieron en el pretexto oficial para el reconocimiento, por parte de la Federación de Rusia, de la independencia de Osetia del Sur y Abjasia. Cinco años después, la prensa rusa ha tratado de averiguar qué le ha dado la independencia a Osetia del Sur.
Si se observa Tsjinval desde el aire cinco años después de la guerra, parece que se trate de una nueva ciudad, cubierta con una inflorescencia de tejados rojiverdes. El centro de la ciudad está relativamente reformado, constituyendo un agradable entorno para quienes lo visitan por un par de días. Sin embargo, si se presta atención a los detalles, es evidente que el proceso de recuperación aún no ha concluido. Muchos habitantes han habitado casas en ruinas durante varios años, y las condiciones de vida de algunos de ellos siguen sin alcanzar la normalidad.
Las autoridades rusas han cambiado en varias ocasiones el régimen de financiación de Osetia del Sur y los planes de rehabilitación: al principio había muchos intermediarios implicados en estos planes, incluido el Ministerio de Desarrollo Regional; pero los intermediarios ya se han ido y el proceso sigue en marcha. Los lugareños culpan de todo a la corrupción de los altos cargos, que se han limitado a robar miles de millones destinados a la rehabilitación de la república y han huido con ellos.
La administración de Osetia del Sur califica de ingratitud el descontento popular. En una charla extraoficial con un antiguo alto cargo, este comentó que “el pueblo no quiere ver nada, aunque se están haciendo muchas cosas”. El asesor del presidente de la república, Soslán Dzhusóev, cree que “no hay duda de que el proceso de rehabilitación no ha cumplido las expectativas, pero estas expectativas se habían exagerado desde el principio: la gente esperaba una rápida recuperación después de la guerra”.
Todos los interlocutores de Kommersant Vlast han expresado su preocupación, en mayor o menor medida, ya no solo por las amenazas externas, sino también a nivel interno. Serguéi Zaséev, presidente del Consejo de políticas juveniles, afirma que mientras Osetia del Sur se encontraba en estado de guerra con Georgia la sociedad estaba unida. Pero ahora que Rusia garantiza su seguridad y las amenazas externas han desaparecido, la sociedad es otra, está segregada. Una prueba de esto, según el joven funcionario, es el hecho de que se haya registrado en la república una “enorme cantidad de partidos políticos”.
La joven politóloga Alina Dzhióeva tiene su propia visión de lo sucedido: está convencida de que la profunda brecha que se está abriendo entre el pueblo y la administración podría provocar la formación de una sociedad civil más activa. “Dentro de un año se celebrarán aquí las elecciones parlamentarias, ya hay registrados 15 partidos políticos; la gente está intentando organizarse de alguna manera e influir en los procesos económicos y políticos vigentes”, explica. “Para mí, esto demuestra el deseo de la gente de cambiar su entorno. Cinco años después de aquel agosto de 2008 estamos empezando a entender que nadie va a hacer nada por nosotros. Y si lo hacen, nosotros no sacaremos ningún beneficio”.
En un contexto de recuperación prolongada y ante el velado descontento popular, parece que se han disipado los comentarios sobre la posible inclusión de la república como parte de la Federación de Rusia. Muchos miembros de la administración dicen ahora que el pueblo ha elegido la independencia.
La sociedad sigue percibiendo a Rusia como el Estado que ha reconocido la independencia de Osetia del Sur y ha librado a sus habitantes del horror de la guerra y de la incertidumbre, motivo que siempre será objeto de sus agradecimientos. La gran mayoría de los habitantes de Tsjinval están de acuerdo con que el principal logro de estos cinco años ha sido conseguir dormir sin temer la llegada de una nueva guerra.
Sin embargo, a veces da la sensación de que en la conciencia de estas personas existen dos imágenes de Rusia: la del país que les protegió, reconoció su independencia y les prestó ayuda; y la de un país que delegó en una serie de funcionarios corruptos capaces de lucrarse con la guerra.
“El reconocimiento de nuestra independencia por parte de Rusia fue sobre todo muy importante desde el punto de vista psicológico y moral”, comenta la directora del centro de comunicación y prensa IR, Irina Gaglóeva. “Rusia nos dio la oportunidad de construir un futuro”. Pero, en opinión de Gaglóeva, aún es pronto para relajarse: Osetia del Sur se enfrenta a numerosas amenazas; la mayor parte del mundo no reconoce su independencia, Georgia no ha perdido la esperanza de recuperar alguna vez esta república y la división social que se está empezando a manifestar en la actualidad favorece a los ‘detractores’.
“Hoy se pueden observar todos los ingredientes de una depresión nacional: la gente no cree en sí misma, en la sociedad, en las autoridades, en el país. La vida transcurre por pura inercia; no hay actividad. Quizás esto se deba a que la economía no avanza hacia ninguna dirección: de momento solo hemos vivido un estancamiento generalizado”, opina Gaglóeva.
Tanto las autoridades de Osetia del Sur como las de Moscú prometen que la economía de la república despertará por fin, y a principios del año 2014 ya se podrá hablar de desarrollo socioeconómico.
Mientras tanto, la relación entre Osetia del Sur y Georgia sigue siendo extremadamente tensa. Osetia del Sur lleva varios meses reforzando la franja fronteriza. Georgia, por su parte, advierte de que los guardias rusos están desplazando la línea fronteriza hacia su territorio, mientras que Osetia del Sur considera este proceso como una demarcación de la frontera común y corriente.
Al mismo tiempo, gran parte de las autoridades osetias afirman que, tarde o temprano, se tendrá que restablecer la relación con Georgia, su vecino más cercano. David Sanakóev está convencido de que Tsjinval solo podrá iniciar el diálogo con Tiflis cuando Georgia “garantice que no volverá a atacar Osetia del Sur, exponga una valoración de las actuaciones políticas y jurídicas emprendidas por su gobierno en relación con los ciudadanos de la república separatista, y cuando compense los daños que se le han causado”.
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Según Alla Dzhióeva, a nivel de calle ya se están desarrollando relaciones entre Tsjinval y Tiflis, aun en ausencia de relaciones oficiales entre las dos capitales. Tiflis está geográficamente más cerca que Vladikavkás, y en invierno, cuando la autopista transcaucásica se cubre de nieve, la república queda aislada de Rusia durante varios días. “Los enfermos graves de Osetia del Sur acuden a nosotros solicitando que los traslademos a un hospital de Tiflis, precisamente”, cuenta Dzhióeva. “Creo que la diplomacia popular sí permitirá el desarrollo de estas relaciones: ni nosotros ni los georgianos nos vamos a mover a ninguna parte. En algún momento se tendrán que encontrar puntos en común”.
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