Cuando un soldado soviético arriesgó su vida para salvar a una niña alemana

Reuters
Por haber salvado a una pequeña alemana, en Berlín se levantó un monumento al sargento Nikolái Masálov, pero no recibió nunca la mayor recompensa soviética: el título de Héroe de la URSS. Él, sin embargo, nunca pensó que esto fuese un gran problema.

Los visitantes del parque Treptower, en Berlín, no pueden evitar encontrarse con el grandioso monumento de 12 metros de altura dedicado a la victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial. Sobre los restos de una esvástica rota, un soldado de bronce sujeta una espada en una mano y una niña con la otra. 

Pocos saben que este monumento, que simboliza la liberación de Europa del nazismo por el Ejército Rojo, tiene una historia real detrás. El soldado es el sargento Nikolái Masálov, inmortalizado en bronce por su gesta heroica.

Misión imposible

Sucedió al final de la guerra. El 30 de abril de 1945, el 220º Regimiento de Guardias de la 79ª División de Fusileros del Ejército Rojo estaba a punto de entrar en la estratégicamente importante localidad berlinesa de Tiergarten. Tanto la infantería soviética como la alemana esperaban el bombardeo preliminar tras el cual se daría la señal para el asalto.

De repente, en medio del tenso silencio, sonó el grito de una niña que llamaba a su madre. Nadie podía identificar dónde estaba la pequeña, pero la voz venía de tierra de nadie, una zona que en pocos minutos se convertiría en un infierno sobre la tierra.

Había que hacer algo, y Nikolái Masálov fue el primero en reaccionar. Preguntó a su comandante: “Déjeme salvar a la niña, sé dónde está”. El superior respondió: “No podrás llegar, sargento. ¡Los alemanes te matarán!”. “Lo haré, y sé cómo”, fue su respuesta.

El mariscal Vasili Chuikov fue testigo de la peligrosa hazaña protagonizada por Masálov: “Las ametralladoras empezaron a disparar. El sargento Masálov se arrastraba hacia adelante, pegado al asfalto. De vez en cuando, se refugiaba en los cráteres poco profundos causados por la explosión de los proyectiles. No se olvidó de explorar cada bache y cada grieta en su camino, para evitar las minas. Cruzó el malecón y se escondió detrás de un saliente en la pared de hormigón del canal. Luego volvió a oír el llanto de la niña. De forma lastimosa, no paraba de llamar a su madre. Parecía que su grito animaba a Masálov a avanzar. Y entonces el soldado se irguió alto y poderoso. Las medallas brillaban en el pecho. Ni las balas ni la metralla pudieron detenerlo”.

Masálov desapareció detrás de un muro del canal. Durante varios minutos su destino fue un misterio. Y entonces sonó una voz: “¡Atentos! Dadme cobertura de fuego. La ametralladora está a la derecha, en el balcón de la casa con las columnas. Acabad con ella”.

Protegido por sus camaradas, Masálov logró arrastrarse hasta la niña. Resultó que su madre había muerto bajo el puente, a causa de unas heridas, mientras intentaba escapar de Tiergarten. Tras llevar a la niña a un lugar seguro, Nikolái participó en el asalto a Tiergarten.

Un recuerdo eterno hecho de bronce

Cuando en 1946 se concibió la idea de levantar un monumento en Berlín en honor de los soldados libertadores soviéticos, se eligió la imagen y la historia de Masálov.

Curiosamente, el propio Nikolái no tenía ni idea de la existencia monumento. Lo vio después de su construcción en una caja de cerillas y recordó que el escultor Evgueni Vuchétich había dibujado un boceto con su retrato poco después de la victoria soviética.

A petición personal de Stalin, la ametralladora que debía ir en la mano del soldado fue reemplazada por una espada. Al mismo tiempo, el aspecto de la niña del monumento se inspiró en la hija del comandante de Berlín. Desafortunadamente, todos los intentos de encontrar a la verdadera chica alemana salvada por Masálov fracasaron.

A pesar de que Nikolái Masálov fue condecorado con varias condecoraciones durante la guerra, nunca se le otorgó la más importante: Héroe de la Unión Soviética.

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