Burocracia rusa: un muro no tan infranqueable

Dibujado por Natalia Mijáilenko

Dibujado por Natalia Mijáilenko

Las empresas españolas que trabajan en Rusia creen en general que los trámites son complicados, pero superables y valoran el resultado final del negocio.

De “imposible” a “ningún problema”, pasando por “complicado” o “muy complicado”. Este es el abanico de respuestas que dan empresarios españoles de distintos sectores preguntados acerca de cómo han superado las barreras burocráticas que se han encontrado al explorar el mercado ruso. ¿Por qué tanta disparidad de criterios? ¿Qué hay de cierto en el mito de que Rusia es uno de los países más burocráticos del mundo? 

Antonio Linares es miembro del consejo de dirección de la Asociación de Negocios Europeos (AEB, por sus siglas en inglés) y tiene una dilatada experiencia en Rusia. En un artículo suyo, dice lo siguiente: “En Rusia, el problema no es la falta de imperio de la ley, más bien es lo contrario: el imperio absoluto de la ley, una ley en permanente situación de en obras, con cambios y modificaciones y desarrollos que la adaptan siempre a algo que se pretende mejor, pero sin haber acabado de corregir o prever los problemas previsibles”. 

Sin embargo, Linares también afirma que “hay un transfondo positivo y es la voluntad de mejora y la de ayuda, si se afrontan los problemas con el tono adecuado”. 

Otro aspecto que destaca es la influencia del “tamaño” y la “visibilidad” del inversor, es decir, “en general, una empresa con cierto volumen e importancia y que tenga apoyos y relaciones con la comunidad de negocios internacional podrá sentirse razonablemente tranquila”. 

Algo similar opina Enrique Lacalle, presidente del Barcelona Meeting Point. Lacalle considera que las barreras burocráticas existen, pero también la manera de superarlas, con buenos contactos en las instituciones rusas. Así es como ha podido organizar dos misiones empresariales a Rusia, además de los salones inmobiliarios Russian Meeting Point de Barcelona y la Costa del Sol, entre otros. 

Luis Cacho es el consejero comercial de la embajada española en Moscú. Afirma que la burocracia rusa no es un mito, que es realmente “compleja, especialmente en algunos ámbitos vinculados con aduanas y comercio exterior. Es un hecho objetivo que no lo dicen las empresas españolas, sino toda una serie de organismos internacionales.” 

Es más, “las autoridades rusas son muy conscientes de que esas trabas burocráticas distorsionan considerablemente el clima de negocios y las posibilidades de inversión, por lo que están prestando una atención muy directa a estos problemas”. Ahora bien, la burocracia “está muy arraigada en la tradición y en la cultura rusas, por lo que no es fácil su eliminación”. 

En su opinión, “tampoco hay que magnificar el problema. Podemos definirlo como una dificultad, grave en algunos casos, pero no como un obstáculo. Así lo avala el gran numero de operadores extranjeros que actúan en Rusia y el volumen creciente de nuestra exportación a este país”. 

“La percepción de las empresas españolas respecto a la burocracia dependerá de su experiencia particular, pero en general, aprenden a sortear las trabas. Eso sí, les cuesta esfuerzo, tiempo y dinero”. 

Pero al final del camino les espera uno de los mercados más grandes del mundo, con unas perspectivas de consumo muy favorables. 

Otros elementos positivos, según Cacho, son la entrada de Rusia a la Organización Mundial del Comercio y la creación de la Unión Económica Eurasiática,  conformado por  Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, que tendrán como consecuencia –ya las están teniendo- una “clarificación de las reglas del juego”.  

En la diversidad está el gusto 

El consejero comercial constata diferencias por sectores. En aquellos donde existe una tradición de producción local, el inversor extranjero lo va a tener más difícil todavía. Y si hablamos de sector complicado, hay que citar el alimentario y el reciente veto ruso a importar determinados productos españoles. 

Esta medida ha afectado de pleno al grupo Balfegó, que se dedica a la comercialización de atún rojo. “Nos hacía mucha ilusión poder estar en Moscú, ya que en esta ciudad se ha desarrollado mucho la alta restauración en los últimos años. Además, es la única capital importante de Europa en la que no tenemos presencia”, declara el director comercial de la empresa, Isaac Hermo. 

Representantes de la firma han estado dos veces en Rusia; cuentan con un acuerdo con un socio ruso desde hace casi dos años; han hecho todos los trámites requeridos por el Ministerio de Agricultura –se quejan, por cierto, de que estos requerimientos son “poco claros”-… Pero, nada. “La puerta está cerrada y ni siquiera vemos luz al final del túnel”. 

Un poco mejor lo tienen, de momento, las empresas vinícolas. Desde Codorniu, que lleva más de 30 años en el mercado ruso, comentan que “es un país difícil, dónde la burocracia juega un papel determinante. Todo lleva mucho tiempo, y hay que ser muy persistente y tenaz.” 

Sin embargo, “es uno de los diez mercados más importantes en facturación y margen para el grupo. Además, es un mercado emergente con un gran potencial”, por lo que seguirán insistiendo. 

Una de las prácticas, por cierto, de este sector consiste en acceder a Rusia a través de Lituania, donde se ha creado una “expertise”, una especie de oficina especializada en  tramitación aduanera y de logística para los productos que se dirigen a Rusia. 

En cambio, desde la firma de cerámica Porcelanosa aseguran no tener “ningún problema” con la burocracia rusa, ya que tienen un socio distribuidor ruso, que se encarga de todo. Y lo mismo sostienen desde la editorial RBA. 

Finalmente, la directora de la oficina comercial de Cataluña en Moscú, Elena Palaguina, asevera que “no tenemos quejas entre los clientes sobre la burocracia”. Eso sí, advierte a quien se quiera aventurar en el mercado ruso, que hacer negocios en Rusia no es como hacerlos en la Unión Europea. Subraya que se están haciendo esfuerzos importantes para aligerar las trabas burocráticas y recuerda a los empresarios españoles que es un proceso similar al que vivió España hace solo unas décadas.

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