Fuente: Ria Novosti / Vtaliy Ankov
En su día, Rusia arrastraba un atraso considerable en este campo, por lo que se vio obligada a superar la brecha que le separaba de los países más avanzados. Esta historia versa sobre cómo la Unión Soviética logró en pocos años ponerse a la par con las principales potencias en el mundo de los tanques.
El ejército del zar tan solo conocía los tanques de oídas, y es que en la Rusia prerrevolucionaria no existía esta industria, tan solo disponían de algunos diseños y prototipos aislados de vehículos militares. Entre 1914 y 1915, los ingenieros rusos presentaron varios proyectos de tanques: el Porojovshikov y el Lebedenko. Los dos diseños eran radicalmente distintos, pero ambos resultaron inútiles en condiciones bélicas.
El primero consistía, en esencia, en un todoterreno blindado del tamaño de un carruaje. El segundo, por el contrario, tenía unas dimensiones gigantescas. Pesaba cerca de 60 toneladas y tenía una enorme rueda delantera que le daba un aspecto parecido al de una bicicleta antigua. El tanque Lebedenko fue uno de los mayores vehículos militares jamás fabricados y pasó a la historia como el ‘tanque real’.
Desesperados por obtener un tanque nacional, el gobierno zarista decidió continuar por la senda conocida encargando los vehículos militares al extranjero. Estaba previsto que Francia fabricara 300 tanques Renault para el Ejército imperial, pero la revolución de 1917 anuló todos los planes.
En realidad, los tanques franceses sí llegaron a Rusia, pero no como mercancía importada. La Triple Entente se los entregó al Ejército Blanco de Denikin y Wránguel, pero los refuerzos occidentales no les ayudaron. Tras la derrota de Denikin, los Renault acabaron en manos del Ejército Rojo, que llevó aquellos singulares vehículos a Moscú para desmantelarlos.
El primer tanque soviético se construyó a partir de los moldes extraídos del tanque francés, y se empezó a fabricar en serie bajo el nombre de ‘Compañero libertario Lenin’.
El gobierno soviético fue completamente consciente del protagonismo que adquirirían los vehículos blindados en la siguiente gran guerra europea en la segunda mitad de la década de 1920.
En 1924, la URSS creó una oficina de diseño bajo la Dirección general de la industria militar: un órgano centralizado orientado a diseñar, probar y fabricar nuevo tanques. El Estado se dedicó plenamente a la fabricación de tanques, tarea que se convirtió en una de las prioridades nacionales.
En 1926, se puso en marcha el primer plan trienal soviético para la fabricación de tanques. En aquel momento, nadie pensaba en cómo se usarían aquellos ‘caballos de hierro’ en condiciones bélicas. Los tanques fueron concebidos como un medio de apoyo a la infantería. Esa fue precisamente la función asignada al nuevo tanque soviético que debía empezar a suministrarse al ejército en 1929, cuyo diseño se tuvo que improvisar a partir de los modelos extranjeros disponibles. Durante la guerra ruso-polaca de 1920, cayó en manos de la caballería de Budionni el tanque italiano Fiat 3000, fabricado a partir del mismo Renault.
El pequeño tanque de acompañamiento MS-1 o T-18 fue el primer tanque de diseño puramente soviético. Para la época, no tenía mal aspecto: disponía de un cañón de 37 milímetros y 8 mm blindaje antibalas; además podía desplazarse a una velocidad de hasta 16 km/h.
T-20. Fuente: wikipedia
El vehículo pasó a fabricarse en serie y enseguida se convirtió en el núcleo del parque de tanques del Ejército Rojo. Hasta 1931, se fabricaron cerca de 1.000 tanques Т-18. Sin embargo, continuaron apareciendo nuevos avances técnicos y, ya en 1929, se tomó la decisión de modernizar las unidades de tanques. Se intentó someter el Т-18 a una profunda modernización, pero el tanque resultante (el Т-20) ya había agotado todos los recursos de perfeccionamiento que se podían extraer de la serie Renault.
Para los fabricantes de tanques soviéticos, el ingeniero norteamericano John Christie constituyó un auténtico hallazgo. Aquel entusiasta era un auténtico ‘genio de los tanques’. Por encargo del gobierno norteamericano, presentó varios diseños que cambiaban sustancialmente la idea de cómo fabricar estos vehículos en términos de calidad, aunque no obtuvo ningún reconocimiento en su país natal. Pero la colaboración de Christie con los fabricantes de tanques soviéticos merece una historia aparte.
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