El calentamiento global afecta a los ecosistemas del norte de Rusia

Fuente: ITAR-TASS

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Los servicios meteorológicos auguran otro invierno cálido en el norte de Rusia. A partir de octubre y durante todos los meses hasta la primavera de 2015, la temperatura media del aire estará entre 1 y 1,5 grados por encima de la norma climática. Aves y peces se ven obligados a adaptarse al cambio constante y, para ello, alteran sus costumbres y hábitats.

La temperatura media en la península de Kola, en la región noroeste de Rusia, se incrementa en 0,6 grados por década. Los servicios meteorológicos llevan registrando estos cambios a lo largo de los últimos cuarenta años. En 2014, las temperaturas durante la mayoría de meses fueron más altas de lo que marca la norma climática.

“Nos encontramos ante un calentamiento climático estable y, en la península de Kola, sucede a mayor velocidad que en el resto de Rusia. Más al norte, en el archipiélago de Svalbard, el calentamiento es incluso más visible”, afirma la meteoróloga Yelena Siekkinen, del Centro Hidro-meteorológico de Murmansk. “En febrero, la temperatura se desvió 12 grados de la norma. ¡Nunca habíamos visto una aberración igual!”.

Este año no será la excepción. Según las predicciones, y dejando a un lado octubre, la temperatura del aire será entre 1 y 1,5 grados más alta de lo habitual. Los científicos no han decidido todavía si deben hablar de calentamiento global o sólo de fluctuaciones naturales.

Sin embargo, hay algo en lo que todos están de acuerdo: el aumento de las temperaturas ya ha afectado al ecosistema del mar de Barents, que limita con la península al norte, así como con una parte de Noruega, y es el centro de pesca comercial de la región. El número de aves en la costa ha disminuido, cosa que altera el equilibrio en otras partes del planeta.

Las gaviotas migran hacia las ciudades

Los habitantes del mar de Barents dependen de la temperatura del agua. El ejemplo perfecto es el capelán, un pequeño pez que vive en aguas norteñas. Cuando su ambiente habitual se vuelve más cálido, el pez migra hacia el este del mar de Barents, donde las aguas son más frescas.

Esto significa que las aves del este se quedan sin sustento, sobre todo porque también luchan contra la feroz competencia de los pescadores. En busca de comida, estas criaturas abandonan sus hogares y se asientan a lo largo de toda la costa, aunque su capacidad de multiplicarse se reduce notablemente.

“Actualmente, las colonias occidentales de aves se están degradando y podrían desaparecer por completo”, advierte Alexéi Ezhov, colaborador en el Instituto de Biología Marina de Múrmansk. “En los últimos 14 años, las colonias de la península de Ríbachi, en el norte de la península de Kola, han disminuido a la mitad, hasta las 25.000 parejas nidificantes. Hablamos de aves como la gaviota tridáctila, el arao aliblanco, el alca común o las grandes gaviotas”.

Aunque las gaviotas han encontrado solución a su problema. Migran a las ciudades, más cerca de la población humana, y se alimentan en los vertederos. “Antes no había tantas gaviotas en la ciudad”, prosigue Ezhov. “Pero debido a la caída de los niveles de pescado en el mar de Barents, estos pájaros se han visto obligados a migrar hacia territorios inusuales y buscar nuevas fuentes de alimento”.

La disminución de la cantidad de aves en la costa del mar de Barents altera también el equilibrio natural en otras partes de la Tierra, donde éstas pasan el invierno: las orillas de Inglaterra, Escocia y las costas del este y norte de América.

“Allí, las especies de ave no tradicionales expulsan a las especies tradicionales, y el equilibrio entre lo antiguo y lo nuevo se ve afectado”, añade Ezhov.

Los peces se mudan al norte

Por otro lado, para algunos habitantes del mar de Barents, las aguas templadas se han convertido en salubres. Por ejemplo, nunca ha habido tanto bacalao como en nuestros días. En 2012, el nivel de biomasa de desove, es decir, el número de ejemplares macho y hembra adultos, alcanzó el máximo histórico al llegar a las 1,6-2 millones de toneladas, según los registros anotados desde 1995.

“No hay que preocuparse por las principales especies comerciales”, dice Konstantín Sókolov, director del Laboratorio de Investigación Costera en el Instituto Científico Polar de Pesca y Oceanografía. “La única excepción es la vieira, pero en este caso las causas son naturales.

El bacalao se siente tan cómodo en las nuevas condiciones que ya ha empezado a explorar otros territorios: se está moviendo hacia el norte del mar de Barents, más arriba del archipiélago de Svalbard. El Cónsul general de Noruega, Andreas Lindeman, presentó dicho fenómeno en un seminario sobre cambio climático en septiembre.

En 2012, el bacalao se extendió hasta 82 grados de latitud norte, esto es, más al norte que la Tierra de Francisco José. Y la pregunta que todavía está sin respuesta es si los pescadores deberían ir a trabajar tan arriba.

Ahora los científicos deben determinar qué cambios son causados por fuerzas naturales y cuáles por culpa del ser humano. Otra pregunta es en qué medida deberíamos implicarnos y cuánto hay que dejar en manos de la propia naturaleza.

“Es necesario saber hasta qué punto todos estos cambios alteran el equilibrio del ecosistema”, dice Dmitri Ishkulov, subdirector del departamento de Ciencias en el Instituto de Biología Marina de Murmansk. “Cualquier cosa perjudicial para la naturaleza, tarde o temprano afecta también a la humanidad”.

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