Rosneft coloca a Rusia a merced de China

El acuerdo alcanzado en junio para el suministro de petróleo entabla considerables riesgos para Rusia. Fuente: Lori / Legion Media

El acuerdo alcanzado en junio para el suministro de petróleo entabla considerables riesgos para Rusia. Fuente: Lori / Legion Media

El acuerdo cerrado en junio entre Rosneft y la petrolera china CNPC para el suministro adicional de petróleo al país asiático fue valorado inicialmente como un éxito de la política petrolera de Rusia, que le permitiría reforzar su posición en el vertiginoso —en términos de crecimiento— mercado chino.

El acuerdo sirve para estimular la prospección y posterior explotación de los yacimientos de Siberia Oriental, y garantiza nuevas adquisiciones para la compañía estatal mediante una rebaja de la carga de la deuda.

Sin embargo, ya no hay duda de que China está tomado el control de los hidrocarburos localizados junto a sus fronteras, a la vez que disfruta de unas condiciones claramente favorables para ellos. 

Miramientos y beneficios

Los miramientos no han tardado en aparecer. Los dirigentes de Transneft (compañía rusa de control estatal responsable de los oleoductos) han advertido de que el aumento de suministros de Rosneft a China requerirá una inversión considerable para la ampliación del sistema de oleoductos al este del país, la cual se tendrá que cubrir mediante una subida de las tarifas del transporte a todos los usuarios de la red principal de oleoductos.

Por lo tanto, los beneficios de un solo exportador se obtendrán a expensas de un aumento de los gastos en todo el sector.

La rapidez y el apremio característicos de las políticas de Rosneft del último año y medio han empujado al Ministerio de Energía a analizar cuidadosamente el balance petrolífero del país, y Transneft ha tenido que sacar a colación la necesidad de coordinar los planes de cada empresa con los intereses del sector.

Los expertos, tras estudiar las posibles consecuencias políticas y económicas a largo plazo de la sonada transacción, han manifestado sus dudas sobre que las condiciones de esta respondan plenamente a los intereses inmediatos de Rusia.

Nina Pusenkova, investigadora del Instituto de Energía Global y Relaciones Internacionales de la Academia de las Ciencias rusa, ha preparado un informe sobre la política energética rusa en oriente cuyas conclusiones son desoladoras.

“Las tentativas de Rosneft de aprovechar el dinero chino para lograr sus objetivos —incluido el de absorber a otras corporaciones rusas— no siempre contribuyen al establecimiento de una cooperación energética mutuamente beneficiosa, ya que coloca a Rosneft (e indirectamente a Rusia) a merced de los acreedores chinos”, señala la investigadora. 

El ejemplo de Asia Central

Para comprender mejor los métodos y las razones que motivan a las empresas chinas a actuar en el espacio postsoviético, conviene repasar los resultados que han obtenido en los países de Asia Central.

En 2009, la empresa estatal turkmena Turkmengaz solicitó un préstamo de 4.000 millones de dólares al Banco de Desarrollo de China para costear los trabajos efectuados en el yacimiento gigante Galkinish (anterior Ýöloten-Osman sur), que dispone de unas reservas de gas de hasta 21 billones de metros cúbicos.

En 2011, China asignó a Turkmengaz otros 4.100 millones de dólares para el mismo propósito. Por otra parte, se firmó un acuerdo de cooperación multilateral entre la corporación estatal Turkmengaz, PetroChina (una filial de CNPC) y el Banco de Desarrollo de China, que estipula la devolución del crédito mediante el suministro de gas natural turkmeno.

En la primera fase de desarrollo de Galkinish, para la que hay prevista una extracción anual de 25.000 millones de metros cúbicos de gas a partir de septiembre, se han gastado ya 9.700 millones de dólares.

De estos, 8.100 millones, que equivalen al 84 % del total, procedían de China. Además, Pekín ha gastado al menos otros 6.500 millones de dólares en la construcción de la primera fase de un gasoducto que atravesará Turkmenistán, Uzbekistán, Kazajistán y China, el cual está pensado para el transporte de 40.000 millones de metros cúbicos de gas al año, principalmente de origen turkmeno (los costes totales del proyecto ascienden a 20.000 millones de dólares). 

¿Qué recibió Pekín a cambio?

A cambio Pekín ha obtenido bastante. En 2007, la CNPC fue la única empresa extranjera en firmar con Turkmenistán un acuerdo de reparto de la producción vinculado a las extensiones de tierra de Bagtiyarlik, que almacenan importantes reservas de gas (1,3 billones de metros cúbicos).

Actualmente este proyecto constituye la principal fuente de gas destinada al suministro a través del gasoducto entre Turkmenistán y China (13.000 millones de metros cúbicos en 2012); en la explotación trabajan empresas chinas.

Todo el gas correspondiente a la primera fase —25.000 millones de metros cúbicos anuales— está reservado a China, según anunció a finales de mayo el presidente de Turkmengaz, Kakagueldi Abduláev.

En cuanto a cuál será el paradero del gas de la segunda fase (otros 25.000 millones de metros cúbicos al año), tampoco cabe ninguna duda. 

La estrategia de China en Rusia

La relación de Rosneft con los socios chinos encaja plenamente con la estrategia general de China para con sus vecinos.

Rosneft entró por primera vez en su plan de crédito en 2004 —en un contexto marcado por la adquisición de Yuganskneftegaz—, cuando recibió 6.000 millones de dólares de los chinos avalados por el suministro de petróleo.

El plan les resultó ventajoso y, en 2009, cuando surgió la necesidad de obtener financiación para construir el gasoducto VSTO y explotar los yacimientos para la extracción del gas que se transportaría por él, se firmó un contrato que estipulaba la exportación de 15 millones de toneladas de petróleo al año —durante los próximos 25 años— a cambio de un préstamo que ascendía a 25.000 millones de dólares (15.000 para Rosneft y 10.000 para Transneft).

De forma paralela, se discutieron otros puntos de posible cooperación: la construcción de refinerías en China y Rusia o la prospección y explotación conjunta de territorios en Siberia Oriental.

Sin embargo, aún no se han producido importantes movimientos en este sentido, aunque la exportación de petróleo correspondiente al contrato de 2009, eso sí, se está cumpliendo puntualmente (a excepción de una pequeña interrupción, a costa de la cual los chinos han negociado una rebaja de 1,5 dólares por barril).

Y finalmente, en 2013, las partes alcanzaron un nuevo acuerdo, en este caso para el suministro de 365 millones de toneladas de petróleo durante 25 años, para lo que se estableció un pago por adelantado de 60.000 millones de dólares.

Ahora, Transneft tendrá que aumentar su capacidad de tránsito en el tramo chino de 15 millones a 30 millones de toneladas al año.

China es consciente de lo difícil que resulta renunciar al crédito barato para una gran productora de recursos energéticos después de haber recibido el primero.

El dinero fácil permite la adquisición de unos activos verdaderamente atractivos, lo que conduce a la empresa a proyectar sus esfuerzos en el crecimiento orgánico.

Además, un hundimiento de los precios aumentaría la dependencia financiera del prestatario y le obligaría a endeudarse aún más para mantenerse a flote.

En el caso de Rosneft, la primera hipótesis ya se ha hecho realidad: cuando avistó en el horizonte la posibilidad de adquirir TNK-BP, la empresa estatal no se pudo resistir a la tentación.

La otra cara de la moneda la representa el hecho de que el petróleo extraído de las explotaciones de TNK-BP ahora se destina a China, lo que forzará una reducción de la exportación a Europa y una disminución de las ventas de crudo a los productores independientes de Rusia.

Esto último podría dar lugar a un aumento de los precios de la gasolina en el mercado ruso.

Y es que el crédito barato permite trazar unas composiciones tan atropelladas, que semejante prosa de la vida —como el precio de la gasolina— se desvanece en ese trasfondo. 

Artículo publicado originalmente en ruso en Kommersant.

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