Un satélite espía soviético inactivo a punto de destruir un telescopio de la NASA

Se da a conocer que el año pasado la basura espacial amenazó el observatorio espacial de rayos gamma Fermi. Fuente: NASA E/PO, Sonoma State University, Aurore Simonnet

Se da a conocer que el año pasado la basura espacial amenazó el observatorio espacial de rayos gamma Fermi. Fuente: NASA E/PO, Sonoma State University, Aurore Simonnet

Uno de los aparatos astronómicos más importantes en la historia de la humanidad (el telescopio espacial de rayos gamma Fermi) pudo dejar de existir por casualidad hace un año y convertirse en un montón de basura espacial. Así lo afirma el Centro de Vuelo Espacial Goddard.

El 4 de abril de 2012, uno de los observatorios más conocidos y eficaces, con un precio de 690 millones de dólares, podría haber dejado de existir en cuestión de segundos al chocar con un satélite espía soviético fuera de funcionamiento, el Cosmos-1805. 

La NASA por alguna razón, más de un año después del incidente, ha decidido sacar de nuevo los datos de la catástrofe que estuvo a punto de suceder, añadiéndole además dramatismo. 

El comunicado del departamento de relaciones públicas de la institución espacial fue acompañado por un corto vídeo, que recuerda a las películas americanas que investigan catástrofes. En este vídeo Julie McEnery, una importante colaboradora científica del proyecto, relata con voz temblorosa como recibió la noticia de la posible colisión de artefactos. 

"Supe de la posible colisión el jueves por la tarde. Y pensé: Es extraño, pero no perdamos la cabeza. Pero el viernes recibimos nuevos datos, tenía peor pinta y me asusté", nos relata la investigadora. La comunicación de la futura colisión fue generada automáticamente por el servicio automatizado de valoración de riesgos de colisión y enviada una semana antes del momento crítico". 

A partir de este comunicado McEnery pudo deducir que el 4 de abril los dos aparatos, que se movían en órbitas perpendiculares, pasarían a una distancia de menos de 213 metros. 

"Mi primera reacción fue: ¡Vaya! ¡Nunca hemos visto algo parecido a esto!", recuerda McEnery. A partir de ese momento los especialistas de los servicios de tierra comenzaron a hacer un estrecho seguimiento de las trayectorias de los dos satélites que volaban a una altura de 500 kilómetros y a definir sus órbitas. 

El satélite Cosmos-1805 con un peso de casi una tonelada y media fue lanzado por la URSS en 1986 para vigilar las señales de la armada. Era parte del sistema de espionaje radiotecnológico. El sistema recibe y registra del espacio las emisiones de aparatos de radio terrestres en un amplio diapasón de frecuencias del espectro electromagnético, permitiendo de esta manera, determinar las coordenadas de emisores de radio y establecer su fin, tipo, características y modo de funcionamiento. Además, el seguimiento de ondas de radio utilizado por parte del ejército permite descubrir preparativos para cualquier tipo de operación gracias a los cambios de intensidad en el volumen de información. 

Los ingenieros temían que se repitiera lo sucedido el 10 de febrero de 2009, cuando otro satélite de comunicaciones ruso muerto el Cosmos-2251 y el satélite Iridium 33, chocaron convirtiendo los dos aparatos en pedazos que llenaron el espacio cercano a la tierra. 

En aquel caso los servicios de tierra habían predicho el paso de los dos aparatos a 600 metros de distancia, pero no consiguieron evitar la catástrofe, desde tierra se pudo observar por primera vez en la historia el choque de dos satélites en órbita terrestre. 

Actualmente estos restos ruso-americanos siguen representando un peligro, ya que en cuatro años tan solo una quinta parte de ellos ha ardido en la atmósfera.

Los expertos de la NASA calcularon que la colisión del telescopio Fermi a una velocidad de 17 kilómetros por segundo con el satélite espía con una tonelada de peso podría provocar una explosión equivalente a 2,5 toneladas de explosivo, lo que destrozaría completamente ambos aparatos. 

“Es algo así como predecir lluvia en un lugar concreto y en un momento concreto una semana antes de que suceda: a medida que se acercaba la fecha el pronóstico se hace menos difuso y el escenario inicial podía cambiar de forma dramática”, explica Eric Stoneking, especialista en el control del telescopio Fermi. 

La determinación de la órbita del 30 de marzo de 2012 anunciaba que la colisión era todavía más probable: los dos satélites iban a coincidir en un mismo punto del espacio con una diferencia de 30 milisegundos. "Estaba claro que teníamos que prepararnos para desplazar el Fermi, le comuniqué al equipo de control que se prepararan para la maniobra", cuenta McEnery. 

La única posibilidad que había de hacerlo era encender los motores a reacción del telescopio, que están pensados para sacarlo de su órbita una vez que termine su vida útil. 

Sin embargo la situación se hacía un poco complicada porque en todos estos años de utilización estos motores nunca se habían encendido por motivos de seguridad. 

"Haciéndolo podíamos asegurarnos de que el sistema funcionaba como debía y que podríamos realizar este tipo de maniobras en el futuro", nos explica la especialista. El 3 de abril, 24 horas antes de la posible colisión, la amenaza no había desaparecido y los ingenieros dieron la orden de detener los trabajos de investigación del telescopio, retraer los paneles solares y desviar la antena de comunicaciones para evitar que entrara en contacto con el chorro de reacción. 

"La maniobra, que había sido diseñada mucho tiempo antes, resultó muy sencilla: los motores se encendieron todos al instante. Antes de este momento había mucha tensión y confusión, pero cuando todo terminó, pudimos respirar tranquilos", dice Stoneking. 

Pasadas unas horas el telescopio volvió al programa científico y en la hora indicada escapó de la amenaza del satélite soviético a una distancia de cuatro kilómetros. "Nos quitamos un enorme peso de encima. Tuve la sensación de haber perdido siete kilos", dijo McEnery compartiendo sus emociones. 

Habiendo estado a punto de perder uno de los buques insignia de su flota de satélites astro físicos, en la NASA comenzaron a preocuparse por el problema de la contaminación del espacio más cercano a la tierra. 

Literalmente unos días después, en el Darmstat alemán, terminó la sexta conferencia sobre la protección de la Tierra de la basura espacial. Según datos de la NASA, actualmente en las órbitas cercanas a la Tierra vuelan varios millones de restos de origen tecnogénico de un diámetro mayor de 1 mm. 

Artículo publicado originalmente en ruso en Gazeta.ru.

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