Pero lo más sorprendente no fue eso, sino que su madre —que era, por cierto, una estrella de cine mudo y pertenecía a una de las más reconocidas dinastías de teatro moscovitas— la encontró entre la multitud y contempló con entusiasmo el baile improvisado de la pequeña.
La tía de Plisétskaya, Sulamish Messerer, una estrella del
Teatro Bolshói, le dio a su sobrina sus primeras clases de ballet y la oportunidad de hacer su primera representación,
Muerte del cisne, con tan solo siete años. Por entonces ya había notado la agilidad de la que gozaban sus manos y la penetrante mirada de sus enormes ojos oscuros.
Luego llegó la fama, y se convirtió en la estrella del mayor teatro de Moscú. Tras una representación del
Lago de los cisnes, Marcello Mastroianni se coló entre bastidores con lágrimas en los ojos simplemente para decir: "Los actores somos tan pobres que solo tenemos la mímica y los gestos, pero tú, Maya, hablas con todo el cuerpo".