Rostros de la Revolución: Lenin y la batalla por el socialismo

Vladímir Lenin, agosto de 1917.

Vladímir Lenin, agosto de 1917.

Mary Evans/Global Look Press
Ningún político de aquella época ejerció tanta influencia en el desarrollo de la Revolución rusa como Lenin. Sin embargo, antes de llevar a cabo el golpe de Estado de octubre en la capital, Lenin tuvo que asegurarse el apoyo de su propio partido en abril. Esta tarea no fue tan fácil, teniendo en cuenta que a muchos de los líderes bolcheviques las ideas de Lenin les parecían una auténtica locura.

La revolución de febrero de 1917 sorprendió al líder de los bolcheviques en Suiza. Lenin no volvió a Rusia hasta el mes siguiente, a principios de abril.

El Sóviet de Petrogrado, formado por los Diputados de Obreros y Soldados, que entonces compartía el poder con el Gobierno provisional, de corte liberal, organizó una celebración para recibir a Lenin, el líder de uno de los principales partidos socialistas. El director del Sóviet de Petrogrado, Nikolái Chjeidze, en su encuentro con Lenin en la estación de Finlandia la noche del 3 al 4 de abril, inmediatamente le propuso que apoyara la idea del Sóviet de unirse al Gobierno provisional, que estaba a favor de continuar la guerra.

La respuesta de Lenin no fue del agrado del director del Sóviet de Petrogrado. El líder de los bolcheviques, ignorando a Chjeidze, se dirigió a los trabajadores, soldados y marineros, a los que saludó como “la vanguardia del ejército mundial del proletariado”. Les dijo que “la expoliadora guerra imperialista es el principio de una guerra civil por toda Europa”. Después de que la gente lo llevara en brazos desde la estación hasta la plaza, iluminado por focos y subido a un automóvil blindado proclamó el triunfo de la revolución socialista en todo el mundo.

1919. Lenin se dirige a la multitud en Petrogrado. A la derecha, Lev Trotski. Fuente: ZUMA Press/Global Look Press1919. Lenin se dirige a la multitud en Petrogrado. A la derecha, Lev Trotski. Fuente: ZUMA Press/Global Look Press

Según escribía más tarde un historiador, “iluminado por los focos que penetraban en la oscuridad de la noche y con la mano extendida hacia delante, Lenin parecía un gigante”. “Lo que decía se salía del contexto de la revolución rusa en el sentido en que la entendía la gente que había participado en ella o que había sido testigo directo. ¡Fue algo extraordinario! De pronto, ante nuestros ojos, ante todos nosotros, resplandecía una luz brillante, cegadora, que nos dejó pasmados a todos porque estábamos desconcertados por las tareas revolucionarias cotidianas” –recuerda el menchevique Nikolái Sujánov, que no era uno de los mayores seguidores del partido bolchevique.

La apuesta por la revolución socialista

Esa “luz” que recuerda Sujánov fue una escena de Lenin para preparar la revolución socialista. Lenin, a diferencia de la aplastante mayoría de los socialistas rusos, incluidos los miembros de su propio partido, estaba seguro de que la etapa “burguesa” de la revolución, en la que un Gobierno provisional formado por ministros capitalistas ostentaba el poder, debía terminar. El poder debía pasar “a manos del proletariado y de las clases más pobres del campesinado”. Es más, Lenin proclamó el fin de las formas políticas existentes de organización del poder.

“No una república parlamentaria […], sino una república de los Sóviets de los Diputados de obreros, peones y campesinos por todo el país, de abajo hacia arriba”, -aseguraba el líder de los bolcheviques. Estos puntos figuraban en un artículo de Lenin que más tarde se conocería como “Las Tesis de abril”.

Fuente: Karl Bulla/RIA NovostiFuente: Karl Bulla/RIA Novosti

Las ideas de Lenin fueron recibidas con hostilidad por muchos bolcheviques. Estos aseguraban que no se podía considerar terminado el periodo del desarrollo de la burguesía en Rusia y añadían que el socialismo en Rusia no sería posible debido al atraso que sufría el país, a la preponderancia del campesinado y a la escasez de la clase obrera.

Lenin respondió a esto en decenas de intervenciones con declaraciones sobre el peligro del dogmatismo y sobre la necesidad de “tener en cuenta la vida real de la gente”. Finalmente fue capaz de convencer a los líderes bolcheviques y a los miembros de las concurridas asambleas del partido que se celebraron en Petrogrado durante el mes de abril. Accediendo a los deseos de Lenin, los bolcheviques aceptaron las consignas “¡Ningún apoyo al Gobierno provisional!” y “¡Todo el poder para los Sóviets!”.

El éxito en el golpe de Estado

Tras la publicación de las “Tesis de abril”, los mencheviques acusaron a Lenin de querer empujar a Rusia a una guerra civil. Sin embargo, el líder de los bolcheviques declaró en respuesta que él instaba a los miembros del partido a promover un traspaso del poder a los Sóviets, y no a iniciar una guerra armada por el poder.

Durante los meses siguientes hubo dos manifestaciones masivas de los obreros y soldados de Petrogrado contra el Gobierno provisional, en abril y en julio, que contaron con el apoyo de los bolcheviques. Sin embargo, en aquel periodo los líderes del Sóviet de Petrogrado y el gobierno todavía tenían más influencia que los partidarios de Lenin.

La situación cambió radicalmente en otoño, cuando después de un intento frustrado de golpe de Estado desde la derecha emprendido por el general Kornílov en Petrogrado comenzó a aumentar la simpatía por la izquierda y los bolcheviques obtuvieron la mayoría en el Sóviet de Petrogrado.

Aprovechando esta coyuntura, a finales de octubre derrocaron el Gobierno provisional y tomaron el poder en nombre del Segundo Congreso de los Sóviets de Todas las Rusias, creado entonces en la capital. Lenin, como en abril, desempeñó en octubre un papel decisivo a la hora de convencer a sus camaradas más vacilantes acerca de las opciones de victoria para los bolcheviques.

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