Fuente: Ria Novosti
A principios del siglo XIX Rusia sufrió graves problemas en la fabricación de armas de tiro. En el país únicamente operaban dos fábricas de armas: la de Tula y la de Sestroretsk. Una gran parte del armamento se fabricaba en pésimas condiciones. La calidad también se vio afectada por ello.
El ejército ruso apenas podía contrarrestar a un cañón francés diseñado en 1777, el mejor del momento. Además, tenía cañones de 28 calibres distintos, lo cual volvía todavía más complejo su reparación y la fabricación de municiones. Para resolver rápidamente esta situación no había tiempo ni instalaciones.
En el contexto de una creciente amenaza desde el exterior, el gobierno ordenó comenzar la construcción de fábricas de armamento adicionales. Una de ellas se estableció en los bosques de los Urales, junto al río Izh. Esta fábrica se convirtió en el núcleo de la futura ciudad de Izhevsk.
La ubicación no podía ser más adecuada para la producción de armamento. Tenía muy cerca las materias primas (el metal de los Urales), así como el combustible (los bosques de los alrededores, con los que se preparaba el carbón vegetal). La construcción de la fábrica estuvo dirigida por el ingeniero A. F. Deriabin. Este se había impuesto una ambiciosa tarea: crear prácticamente desde cero y en tiempo récord una fábrica con una concentración de instalaciones como no se había visto en ninguna otra fábrica rusa.
En la fábrica se abrirían todo tipo de talleres: herramientas, cañones, cerrojos, etc. Contrataron a expertos extranjeros que compartieron su amplia experiencia con los fabricantes de armas locales.
Hacia 1812, esta fábrica, que apenas había cumplido cinco años, ya producía armas. A principios de la guerra contra Napoleón, se lograron fabricar 2.000 unidades de cañones lisos de 17,7 mm de calibre diseñados en 1808. La calidad de estas armas no tenía nada que envidiar a la de los modelos franceses. Durante los años de la guerra, la fábrica produjo 6.000 cañones adicionales.
Además de estos, se fabricaba carabinas para los soldados de caballería, pistolas, así como armas blancas: machetes, sables, bayonetas y otro tipo de cuchillos. La fábrica fue ampliando su producción a grandes ritmos. 25 años después de su creación producía más de 25.000 cañones al año, y en 1836 batió el récord absoluto entre todas las fábricas de armas de Rusia: más de 30.000 unidades de armas de tiro. Alrededor de la fábrica iba creciendo constantemente la ciudad.
Durante los años 1853-1856 Rusia participó en la extenuante guerra de Crimea, durante la cual su ejército hizo frente directa e indirectamente a todas las principales potencias militares de Europa.
Fue en esta guerra donde jugaron un importante papel los cañones de Izhevsk, basados en el principio del contacto, con cápsula en lugar de cerrojo de pedernal. A principios de la guerra, la fábrica logró producir casi 40.000 unidades. Durante tres años de acciones militares, Izhevsk dio al ejército más de 130.000 armas de tiro. En 1867 tuvo lugar uno de los primeros casos de privatización de una propiedad estatal en Rusia: la fábrica de Izhevsk pasó a estar en manos de un arrendamiento privado. El capital privado cambió radicalmente el sistema de producción en una década y media. Como resultado, la producción de la fábrica tuvo un crecimiento sorprendente: se llegó a producir 160.000 unidades solo de fusiles en 1878.
En 1884, por decreto del zar, la fábrica volvió a formar parte del erario público para lanzar en ella la producción en serie de un nuevo fusil semiautomático diseñado por el ingeniero Mosin, el conocido fusil Mosin-Nagant. Este fue el principal producto de la fábrica durante las décadas siguientes.
Durante los años de la Primera Guerra Mundial, Izhevsk producía más de 2.000 fusiles al día, y solo desde 1914 hasta 1918 suministró al ejército casi un millón y medio de unidades.
La fábrica sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y después de ella comenzó a dedicarse a un nuevo ámbito de actividad: la producción de fusiles de caza, que hasta hoy en día se consideran los mejores en Rusia. El fusil de Mosin se convirtió en uno de los principales tipos de armamento del soldado soviético en la Segunda Guerra Mundial.
La fábrica alcanzó su máximo esplendor en la posguerra, cuando el ingeniero Mijaíl Kaláshnikov comenzó aquí la producción de su legendario fusil, que se comenzó a fabricar en serie en 1949. El fusil Kaláshnikov fue durante muchos años el símbolo de la fábrica. En su honor recibió esta su nombre actual: Consorcio Kaláshnikov, la mayor empresa de producción de armas de tiro de Rusia que exporta su producción a 30 países del mundo.
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