Objetos cotidianos de la URSS

Fuente: kinopoisk.ru

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Protagonistas y objetos que Rusia ha relegado al olvido: el escritor Alexander Kabakov, autor de las novelas 'Sin retorno' y 'El fugitivo', elabora una lista de las reliquias más excepcionales de la URSS.

Redecilla para el cabello

Gorrito compuesto de una malla elástica, destinado a mantener en perfectas condiciones el peinado de los hombres que llevaban el pelo corto. Normalmente se la colocaban después de lavarse en pelo, cuando el cabello aún estaba húmedo. La raya en medio no era muy popular, era más frecuente la raya al lado o, como se decía entonces, a la inglesa. Aun así, la mayoría llevaba el cabello bien pulido peinado hacia atrás.

De todas formas, la redecilla era una muestra de dandismo. En todos los pisos comunales había un solterón empedernido, una especie de playboy de la comuna. Pues ese es el que te podías encontrar por las mañanas con la redecilla en la cabeza”.

La pitillera

Fuente: Yuri Sómov / Ria Novosti

Actualmente fumar es una actividad cada vez peor vista, pero hace 30-50 años lo hacía todo el mundo. Así lo atestiguan las películas soviéticas, en las que los protagonistas aparecen muy nerviosos antes de afrontar una decisiva reunión del Partido Comunista. En estas escenas aparecen fumando en la cama, algo que por cierto entrañaba un cierto riesgo de incendio.

Y allí podemos ver al protagonista, tumbado en la cama, con su camiseta de tirantes, actualmente conocida en Rusia como “la camiseta de los alcohólicos”, algo que resulta de lo más ofensivo porque todo el mundo, tanto en Rusia como en Europa, usaba estas camisetas.

Solo los norteamericanos tenían camisetas de manga corta. Allí se consideraban una pieza del uniforme militar. Como decíamos, allí vemos al hombre con su camiseta “para alcohólicos”, con el cogote total o parcialmente afeitado, y un pitillo de liar de la marca “Belomor” o, para los que tenían más dinero, “Kazbek”. Está tumbado en la cama y da una calada tras otra. Sobre su estómago reposa un platillo que hace las veces de cenicero. Está muy nervioso. En aquellos tiempos en que todos fumaban, no solo en el cine, sino en la vida misma, todo el mundo tenía una pitillera.

La gente con buen gusto tenía pitilleras de piel, normalmente con emblemas. Después, a medida que se fueron poniendo de moda los paquetes de cigarrillos, las pitilleras desaparecieron. Y, actualmente, incluso fumar es prácticamente equiparable a un delito.

Telogreika: el chaquetón guateado

Fuente: G. German / Ria Novosti

Quiero cantar el himno nacional, y al mismo tiempo expresar un amargo resentimiento por la injusticia que el destino le deparó al típico chaquetón acolchado.

[Fotografías] Kommunalka, un elemento clave para entender la URSS

Una prenda que, por sus muchas cualidades, se podría equiparar a los jeans norteamericanos: era práctica, universal y cómoda.

Sería una combinación perfecta: jeans con chaqueta acolchada. Solo conozco a una persona que supiera llevar correctamente esta combinación, se trata de Yura Rost, fotógrafo, periodista y escritor. Se enfundaba unos buenos jeans (aunque hay que reconocer que usaba un cordel como cinturón), y un chaquetón acolchado. Pero esta combinación no tuvo un seguimiento masivo. Es insultante: los jeans han conquistado el mundo entero, mientras que el chaquetón acolchado, en el fondo, nunca llegó a cruzar los límites del GULAG.

El amargo destino del chaquetón acolchado va de la mano del amargo destino de su patria. Es una prenda de soldado, era una pieza del uniforme militar. Lo llevaban los reclusos, aunque también es cierto que los que ellos llevaban estaban tan raídos que resultaría complicado identificar al chaquetón en sí. Su propio origen, en este caso, le jugó una broma cruel.

Galoshi: chanclos de goma

Fuente: TASS / Bruya

Incluso la gente adinerada, salvo raras excepciones, llevaba los chanclos gastados y andrajosos. El motivo es que se los quitaban y ponían con mucha frecuencia, hincándoles el pie con las botas puestas. Por eso el forro de tela roja brillante no tardaba en despegarse (literalmente al cabo de unas dos semanas de usarlos). Y después se desgarraba la goma de la parte del talón, que es donde se metía el tacón de la bota.

Así que los chanclos iban adquiriendo un aspecto bastante descuidado. Entonces las aldeas vivían en la miseria y los aldeanos huían hacia las ciudades. Las mujeres empezaron a trabajar como empleadas del hogar para las familias de la ciudad. Eran ellas las que se cuidaban del aspecto del calzado masculino, y cuando los chanclos ya estaban estropeados, le indicaban a su propietario que había llegado el momento de hacerse con unos nuevos.

El infiernillo Primus

Fuente: Mijaíl Kleméntiev / Ria Novosti

En la ciudad la mayoría de las casas no tenían instalación de gas, y la comida se cocía en un horno de queroseno o el infiernillo, unos utensilios donde ardía el queroseno. Su estructura era más o menos la misma. Después apareció un nuevo aparato que se llamaba kerogás, un hornillo de gas de queroseno. Básicamente era el mismo utensilio, pero resultaba más efectivo a la hora de rociar el queroseno ardiendo.

El hornillo de gas, el infiernillo y el kerogás se colocaban en línea en la cocina comunal. Por la noche, cuando los inquilinos llegaban del trabajo y se reunían en la cocina a la hora de cenar, se podía oír un zumbido constante. El silbido del infiernillo es una seña característica de la vida comunal soviética.

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Artículo publicado originalmente en Lenta.ru

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