El amor en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial

Fuente: Galina Kmit/RIA Novosti

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En la Unión Soviética, entre 1941 y 1945, la guerra se saldó con la muerte de 19,5 millones de hombres y 6 millones de mujeres. Este desajuste entre sexos y el horror de la guerra provocaron que la natalidad cayera en picado y se redujera el número de matrimonios. Pero ni siquiera durante aquel terrible periodo la gente dejó de amar.

“La guerra causó un desajuste colosal en la proporción de mujeres y hombres, pero durante los primeros años de la guerra la gente ni siquiera se planteaba formar una familia –explica la psicóloga Elena Gálistakaia–. El terror a los bombardeos, la muerte de los seres queridos, las evacuaciones, el hambre… a la gente solo le preocupaba sobrevivir”.

El 23 de junio de 1941 se anunció una movilización de reservistas entre los 23 y los 36 años de edad. En agosto del mismo año llamaron a filas a los jóvenes de 18 años y los hombres de hasta 51. Posteriormente la edad de reclutamiento bajó hasta los 17 años, y la milicia popular alistaba a voluntarios de todas las edades. En todo el país se procedió a evacuar a las mujeres, los niños y los ancianos.

Larisa Zúbova, moscovita de 88 años, conserva recuerdos de aquella época que puso por escrito hace varios años.

“El 22 de junio de 1941 había la fiesta de graduación en el colegio –explica la jubilada–. Como era costumbre, estuvimos toda la noche paseando por Moscú. Cuando volvía a casa por la mañana, en la parada del autobús oí que había estallado la guerra. Y tan solo un mes después empezaron los bombardeos, y mi madre y yo fuimos evacuadas a Tashkent, en Uzbekistán. Moscú se convirtió en una ciudad restringida”.

La muchacha entró en el instituto y empezó a trabajar, pero en 1943 les permitieron regresar a la capital rusa. En Moscú encontraron trabajo en una fábrica y en la portería de un edificio de viviendas comunales donde alquiló una habitación y… encontró a su amor.

“Una vez fui a la cocina compartida y allí mi futuro marido se fijó en mí. Me miró y dijo sin pensarlo: 'Ahora mismo me voy al Registro Civil del distrito Kúibishev, enseguida vuelvo y nos casamos”.

“Como estábamos en guerra no había que entregar ninguna solicitud antes de casarse. Fuimos al registro y nos casamos. Recuerdo que el Registro Civil era un sótano sucio, y te extendían el certificado de matrimonio en un papel de tan mala calidad que un año después ya estaba muy deteriorado y tuvimos que pedir otro. Pero eso eran cosas sin importancia, lo principal era que éramos felices”.

Según datos de la Dirección del Registro Civil de Moscú, en 1941 se registraron en la capital casi 44.000 matrimonios. Tan solo un año después ya fueron 12.500; en 1943, casi 17.500; y en 1944, subieron a los 33.000. Durante el primer año de después de la guerra se registraron prácticamente 85.000.

“Aquella dinámica tiene una explicación lógica –dice la psicóloga–. Mientras que a principios de la guerra la gente confiaba en que el conflicto duraría poco y simplemente trataba de sobrevivir, al cabo de unos dos años ya fue evidente que la guerra no iba a terminar enseguida y que había que tirar adelante un proyecto de vida. Porque el ser humano no puede limitarse a sufrir siempre, incluso durante la guerra quiere enamorarse”.

A pesar del hambre y las dificultades, en enero de 1945 Larisa y Víctor Zúbov tuvieron un hijo, y en mayo del mismo año terminó la guerra.

“Claro que queríamos tener un bebé. Puede que lo que voy a decir parezca terrible, pero llegamos a acostumbrarnos a la guerra y no estábamos dispuestos a posponer nuestra vida personal: éramos jóvenes y estábamos enamorados. Ahora mucha gente no entiende que nuestra generación se animara a tener hijos, pero en aquel entonces era algo natural, anhelábamos ser felices, como todo el mundo”.

Un año antes de que acabara la guerra en Moscú nacieron casi 110.000 bebés. En plena guerra este número cayó más de un 70%. En 1946 hubo un drástico crecimiento: los hombres regresaron del frente, llegaron tiempos de paz y el nacimiento de más de 102.000 bebés puso de manifiesto que la vida iba volviendo a su cauce. 

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