Evgueni Yevtushenko: “Me acusan a menudo de vender el alma a la CIA”

Fuente: Serguéi Kuksin / RG

Fuente: Serguéi Kuksin / RG

El poeta cuyas obras se consideran clásicas, reflexiona sobre el racismo, el odio, sobre Rusia y EE UU durante una velada poética en Moscú.

Evgueni Yevtushenko, poeta y novelista ruso nacido en Zuma, Siberia, en 1933. Se mudó a Moscú siendo un niño. Cursó estudios en el Instituto Literario. Alcanzó la fama internacional en 1961, con su poema Baby Yar, donde denunció el exterminio de judíos y el antisemitismo de Rusia. También ha escrito novelas y guiones cinematográficos. En 1987 fue designado miembro honorario de la Academia Americana de Artes y Ciencias. Fue especialmente popular durante el deshielo de los años 60. Formó parte de la llamada poesía de los estadios, que llenaba arenas deportivas con sus versos. Su poesía fue social, dirigida principalmente a los jóvenes que anhelaban cambios. En 1989 fue elegido diputado del Soviet Supremo de la URSS. Desde 1991 vive entre Rusia y los EE UU, donde imparte clases en la universidad. Su poesía se ha traducido a más de 70 lenguas. Habla español y ha traducido a poetas al ruso, como el chileno Raúl Zurita.

 

Sobre el alma rusa

Un recuerdo de mi infancia. En 1944 vi como los soldados alemanes abandonaban Stalingrado. Había unas 30.000 personas. A su alrededor había mujeres rusas que se echaron a correr hacia las columnas de soldados alemanes. Parecía que iba a pasar algo horrible. Pero las mujeres llevaban pan a aquellos chicos de 16 ó 17 años, no soportaron ver como se marchaban heridos con sus piernas envueltas en vendas, algunos apenas se sostenían de pie. No lo olvidaré nunca. Para mí fue una gran lección de cómo es el alma rusa.

Precisamente de esto escribía Fiódor Dostoievski. Cuando habló de su poeta favorito, Alexander Pushkin, dijo que su principal característica fue la bondad. Me parece que ahora están buscando una nueva idea nacional y creo que la gran idea rusa es la bondad.

Sobre la tolerancia

Me acusan a menudo de dar clases en EE UU, incluso de vender mi alma a la CIA. Pero yo doy clases a los nietos de aquellos que se abrazaban con nuestros abuelos en las orillas del río Elba.

En una ocasión, una de mis estudiantes norteamericanas escribió sobre mi película La guardería: “Le estoy tan agradecida Sr. Yevtushenko, por esta película. A pesar de que Rusia luchó en el bando de Hitler contra EE UU, siguen existiendo buenas personas allí. Usted nos lo mostró”. Saben, sentí un desgarro en mi alma, pero luego le miré a los ojos y hablé con ella con dulzura. Le conté todo. Se convirtió en una de mis mejores alumnas. Simplemente no se puede decir que todos son unos extraterrestres y están perdidos. A veces simplemente no saben algo. Todos debemos ser, en cierto sentido, pedagogos, profesores pero sin señalar con el dedo. Y entonces, no habrá ni más Stalin, ni Hitler en el mundo.

Sobre el rencor

Hace unos días escuché una terrible discusión sobre lo ocurrido en Armenia, en la ciudad de Gumrí, donde un soldado ruso fusiló a una familia entera. A pesar de una larga amistad entre el pueblo ruso y el armenio, lo que hizo nuestro soldado fue una salvajada. Claro que no estaba en su sano juicio, estoy convencido de que perdió la cabeza y se enfadó con todo el mundo. Pero lo que más me sorprendió fue el hecho de que hubo gente que echaba leña al fuego y empezó a sumar su supropio odio a este caso.

Recientemente tuve un acto en San Petersburgo, allí me crucé con una chica muy simpática del Museo Pushkin y le pregunté: “Has pensado alguna vez qué pasaría si Pushkin hubiera resucitado y estuviera paseando por la calle Moyka? ¿No crees que algunos de nuestros compatriotas le habrían matado durante el paseo?” Y me respondió que este pensamiento también le había pasado por la cabeza. Se echó a llorar. Por eso hay que luchar contra esto. Debemos parar estas explosiones de ira que muchas veces se pueden observar durante las disputas en internet.

Sobre el odio

Recuerdo que me quedé estupefacto cuando murió uno de los mejores hombres del mundo, un hombre justo, Nelson Mandela. Él no guardó odio hacia los blancos, a pesar de que estuvo encerrado 27 años en una celda solo. Cuando salió de allí, todo estaba preparado para una explosión, pero él comprendió que la responsabilidad por su pueblo, su futuro y por el de toda la humanidad recaía sobre él. Y tendió la mano a su rival evitando de esa manera que se derramara sangre. De lo contrario, el racismo podría haber contagiado a todo el mundo.

Sobre un libro sorprendente

Me acuerdo a menudo del libro El vértigo de Evguenia Ginzburg. Es uno de los mejores libros sobre el humanismo. Dedicado a los campos de concentración de mujeres, este libro me impactó incluso más que Un día en la vida de Iván Denísovich de Alexander Solzhenitsyn y muchas otras obras sobre el tema, porque en este caso se trata del acoso de mujeres. Y lo más sorprendente es que en este libro documental la autora no se permitió el lujo de caer en el odio.

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Publicado originalmente en ruso en Rossiyskaya Gazeta.

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