Fuente: Anna Jarzéieva
La Nochevieja es, por tanto, el mejor momento para pasar tiempo tanto en familia y también con los amigos.
Así es como celebra la Nochevieja la mayoría de los jóvenes rusos: desde las 21:00 a la medianoche se atiborran con los platos más sabrosos de la madre o la abuela; tras escuchar el discurso del presidente a las 23:55 y las campanadas de la torre Kremlin a las 24:00, se lanzan a la calle con tres botellas de champán bajo la manga; después de pasar una entretenida noche, llegan a casa sobre las 5:00 y caen rendidos en la cama, pero no pueden conciliar el sueño hasta las 9:00 porque los fuegos artificiales continúan hasta el amanecer.
Los siguientes tres días se dedican a terminar la comida que sobró el 31 de diciembre. Lo mejor de todo es que los rusos tienen vacaciones hasta el 11 de enero.
En la cena de Nochevieja no puede faltar la ensaladilla Olivier; el pan blanco con boquerones ahumados en aceite (conocidos en ruso como schproti); muchas mandarinas y naranjas; una ensalada de remolacha llamada vinagreta; la típica ensaladilla de ‘arenques bajo abrigo de piel’, que lleva zanahoria, patata, remolacha y cebolla; encurtidos, y una o dos botellas de champán soviético. De postre, en mi casa tomaríamos ‘biskvit’, la única tarta que se ha cocinado siempre en mi familia.
Siempre se pone el mayor empeño en la preparación de la noche más especial del año, aunque el resultado depende de la época y la capacidad financiera de cada uno.
“Mi madre me contó que, en una ocasión, le pedí una naranja y ella fue a Torgsin [una tienda que no aceptaba pagos en rublos, solo en moneda fuerte] y cambió una cuchara de plata por la naranja”, recuerda mi abuela las Nocheviejas de su infancia.
Yo le pregunto si fue la mejor naranja que se había comido nunca —una que valiera la plata de la familia—, pero no lo recuerda. Finjo que no me desconcierta y me imagino encargando una naranja de plata para emplear en algo mis rublos antes de que su valor siga cayendo.
Otra historia que recuerda mi abuela es cuando su madre, durante la Segunda Guerra Mundial, quiso preparar una vinagreta en el pueblo al que habían sido evacuados y los vecinos le dijeron que “tenían todos los ingredientes necesarios, pero que ese tipo de comida se la daban solo a los cerdos”. Probablemente me contó esa historia cuando yo era muy pequeño, ya que yo tampoco como nunca esta ensalada.
Esos mismos vecinos parecían más receptivos con respecto a la tarta biskvit. Durante la guerra, en todos los pueblos se recogían regalos para los soldados que estaban en el frente y mi abuela preparaba la tarta biskvit para la recolecta. Al parecer, a todo el mundo le encantaba la tarta o eso dice la leyenda. Me he dado cuenta de que, en las historias de mi abuela, todo el mundo queda encandilado con las cosas que ella hace.
Esta Nochevieja me perderé tanto la cena de las nueve de la noche como la fiesta de medianoche, pues estaré volando a Pekín y después a Sídney. Sin embargo, haré todo lo que pueda para dejar a todos boquiabiertos con mi vinagreta y mi tarta biskvit en cuanto aterrice. Por suerte, no hará falta vender la plata de la familia para ello.
Biskvit, (unos 296 rublos, algo más de 5 dólares)
100 gramos de harina de
trigo
100 gramos de harina de patata
1 taza de azúcar
10 huevos
¼ cucharadita de vainilla
Separar las claras de las yemas de los huevos. Poner las claras en un lugar fresco. Batir las yemas con el azúcar hasta que ya no se vea nada blanco. Aquí se puede añadir la vainilla. Después añadir la harina y remover la mezcla. Batir las claras de huevo a punto de nieve y mezclarlas con la masa suavemente.
Colocar la masa en un molde redondo ligeramente engrasado y enharinado. Rellenar tres cuartas partes del molde. Colocarlo en el horno a temperatura media y hornear hasta que la tarta se desprenda con facilidad del molde. Dejar enfriar la tarta sobre una rejilla.
Cortar el bizcocho por la mitad (o en varias capas) y extender mermelada entre las capas. La parte superior de la tarta se puede cubrir con azúcar glaseada y decorar con más mermelada, frutos del bosque, fruta confitada o frutos secos. Cortar en trozos finos con un cuchillo afilado.
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