El cine ruso aterrizó en Montevideo

Fragmento de la película "La balada del soldado". Fuente: kinopoisk.ru

Fragmento de la película "La balada del soldado". Fuente: kinopoisk.ru

En Montevideo acaba de celebrarse por primera vez la Semana del Cine Ruso, lo que ha permitido a los espectadores uruguayos conocer las leyendas del cine soviético. Este ciclo constituye la continuación del festival que se celebró a mediados de setiembre en Buenos Aires. Ambos eventos están vinculados entre sí por un importante acontecimiento en la historia del cine ruso: la celebración de los 90 años del estudio Mosfilm.

Mosfilm significa para Rusia lo mismo que Hollywood para Estados Unidos: es la capital del cine. Su propia historia está plagada de intrigas propias del cine más fascinante. En las paredes de sus interminables pasillos cuelgan fotografías de directores cuya contribución al cine es reconocida en todo el mundo: Serguéi Eisenstein, Serguéi Bondarchuk, Andréi Tarkovski y otros.

En Montevideo se presentaron películas de Mosfilm como La balada del soldadoAndréi RublevCuidado con el coche, Moscú no cree en las lágrimas, Dersu Uzala, El sol blanco del desierto, El Pabellón nº 6, El tigre blanco, Unos días en la vida de Oblómov y La parentela.

Como ocurre con Hollywood, se podría decir que Mosfilm es una fábrica de sueños. Las mejores películas en la época soviética constituían más que un mero acontecimiento artístico, eran una representación fiel de su tiempo (denominado realismo socialista), una forma de conservar el ritmo, el carácter y el ambiente de entonces para nosotros.

Una idea ambiciosa

En la Unión Soviética había un único productor, el Estado. Este estudio de enormes dimensiones se creó con el ambicioso objetivo de reunir a todas las productoras de cine de Moscú (grandes y pequeñas) en una sola, para que las películas, como los automóviles, se planificaran y se rodaran en un único centro industrial: desde la elaboración de los planes de producción y la preparación de los escenarios, hasta el revelado de la película, el montaje y la distribución.

Era una idea muy ambiciosa: en Europa no existía ningún estudio como este en aquella época. En el enorme territorio de Mosfilm se podía reconstruir de todo: desde una ciudad del siglo XVI para el rodaje de una epopeya histórica hasta una nave espacial para las películas de ciencia ficción.

Mosfilm atraía a lo mejor del mundo del arte y se convirtió en el mayor estudio cinematográfico de Europa. Un ejército de redactores se encargaba de la búsqueda de guionistas con talento y de que la temática fuese variada; en lugar del departamento de control de calidad, estaban los consejos de artistas, donde se controlaba minuciosamente la calidad y la fidelidad de las películas.

Paradójicamente, fue en los momentos de control más estricto cuando se rodaron en el estudio las mejores películas; películas galardonadas que entraron a formar parte de los clásicos del cine mundial. Entre ellas están La balada del soldado, de Grigori Chujrái (1959, premio especial del jurado en Cannes, premio Bafta a la mejor película) y Andréi Rublev, de Andréi Tarkovski (1966, premio Fipressi en Cannes).

Road movie soviética

La balada del soldado fue una de las mejores representaciones cinematográficas de la Segunda Guerra Mundial. Apenas hay escenas bélicas. Es una especie de road movie, en la que cada nuevo personaje deja una huella imborrable en el espectador. El estudiante del Instituto de Cinematografía de 19 años que interpretó a Aliosha, Vladímir Ivashov, se hizo famoso en la URSS y en todo el mundo; mientras que el director, Grigori Chujrái —ya conocido por la película El cuadragésimo primero (premio en el festival de Cannes)–, se consolidó como maestro del cine internacional.

Más complejo fue el devenir del cuadro épico dibujado por Andréi Tarkovski sobre el pintor ruso del siglo XV Andréi Rublev (conocido por sus iconos). En un país ateo, el director decidió adentrarse en el tema tabú de la conciencia religiosa, abriendo tales abismos que la cúpula de la industria cinematográfica se asustó.

En el consejo de artistas de Mosfilm se sucedieron acaloradas discusiones sobre la película. Los testigos del rodaje hablaban de la crueldad del director, quien para dar realismo a la escena quemó viva a una vaca y lanzó varios caballos desde un campanario. La película no se estrenó directamente y tuvo una distribución muy reducida, pero su eco llegó a todo el mundo y los críticos dedicaron grandes libros al método de Tarkovski.

El gran director japonés Akira Kurosawa prefirió rodar con Mosfilm Dersu Uzala(1975) sobre el viajero ruso Vladímir Arséniev y su expedición por la taiga siberiana con un compañero yakutio, Dersu Uzala. La película ganó un Oscar y cuando le preguntaron a Kurosawa por qué había rodado en la URSS respondió: “Mosfilm me ha dado la posibilidad de filmar exactamente la película con la que yo soñaba. En Japón un director solo cuenta con un mes y medio para rodar una película, aquí no me pusieron ningún plazo”.

Rompiendo las normas

Otra leyenda del cine fue El sol blanco del desierto, de Vladímir Motyl (1970): en Rusia se convirtió en una obra de culto, los astronautas se la llevan al espacio como si fuera un talismán. Se trata de una parodia western de los años 1920, basada en un hecho real: un adinerado basmach abandona su harén (formado por 10 bellezas orientales) en medio del desierto para escapar de la guerra civil.

En la película, el soldado del Ejército Rojo Fiódor Sújov debe encargarse de salvarlas. La película rompía con la norma, lo que también asustó a la cúpula del estudio: el director tuvo que realizar más de 50 cambios en la película que estuvo a punto de ser descartada. Se salvó gracias a Leonid Brézhnev, amante del género western: cuando vio la película, le encantó.

Los espectadores uruguayos pudieron ver también una obra de otro conocido director ruso, Eldar Riazánov, cuyas películas no dejan de emitirse por televisión y son parte del cine de culto. Cuidado con el coche (1966): una obra de la época de la generación de 1960, cuando el país se alejaba del período de terror estalinista, el mundo del arte vivía una etapa de renacimiento y llegaban nuevas ideas, géneros y estilos al cine; esta película se acercaba con bastante precisión a la realidad de la época.

El argumento se basa en una historia que pasa de la realidad a la leyenda: un tal Robin Hood roba coches a unos ladrones de poca monta, los vende y dona el dinero a los niños de los orfanatos. La cúpula cinematográfica también dudó en esta ocasión: temían que los espectadores empezaran a robar coches siguiendo el ejemplo deYuri Détochkin. Pero finalmente se rindió: la película fue un éxito durante muchos años.

Otra obra de la colección de Mosfilm galardonada con el Oscar, la película de Vladímir Menshov Moscú no cree en las lágrimas(1979), resucita el alma del Moscú de los años de 1950, con los primeros festivales de cine e infinidad de tentaciones que atraen a tres amigas de provincia a la capital con la esperanza de encontrar marido.

En cierto modo se repite el argumento de la Cenicienta en busca de su príncipe, aunque en esta ocasión la trama se desarrolla con un trasfondo soviético y se aleja de los cánones del cuento. El elenco de actores, la variedad de personajes y una dirección diestra convirtieron la película en todo un acontecimiento; se transformó en un favorito y desde entonces no deja de proyectarse.

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