Pan moreno, una loncha de queso y huevos pasados por agua: esto es un desayuno preparado según el “Libro de cocina saludable y sabrosa” soviético. Fuente: Anna Jarzéeva
Mi primera comida soviética suena fácil y no demasiado laboriosa, tal y como debe ser. Lo único que necesitas es comprar carne o pescado, freírlos, pasar por agua un par de huevos, cortar pan y queso y hacer té o café, o servir un vaso de leche. Pero es más laborioso que: “Saca un yogur de la nevera”, que es el grado de sofisticación que puedo soportar un día laborable por la mañana.
En realidad, la diversión comienza antes, con la recomendación “compra carne”: incluso ahora, conseguir carne decente, especialmente de ternera, no es tarea fácil. En Rusia apenas se produce carne de calidad; la mayor parte es importada. Por lo que sé, esto se debe a que Stalin eliminó todo el ganado para carne y decidió que las vacas lecheras se utilizasen para carne y leche. El resultado es una carne de vacuno muy dura que siempre es necesario ablandar. A veces, no basta con hacerla a fuego lento, y ni pensemos en conseguir un corte suficientemente bueno como para freír un filete.
Recomendación del “Libro de cocina saludable y sabrosa”: “El desayuno tiene que ser saciante sobre todo; puede consistir en carne frita o cocida, pescado, huevos, queso, pan, té, café o leche”. Fuente: servicio de prensa
Hay siete tiendas de comestibles a unos 10 minutos andando de mi casa pero, por lo que sé, ninguna vende buena carne. Bueno, excepto una, que ofrece carne de importación que cuesta un ojo de la cara. Pero me gustaría conservar mis ojos y, por suerte, prefiero la carne de ave. Aunque esto no es nada comparado con lo que mi abuela me contaba sobre conseguir carne en la época soviética: “Los carniceros eran la gente más ricas del país. Ser amigo de un carnicero no tenía precio. Los carniceros vendían el género a sus amigos y conocidos antes de ofrecerlo al público; de hecho, en las tiendas solo se encontraban huesos.
La suegra de una amiga mía tenía una tienda de comestibles y solíamos ir allí para comprar la carne. Pero incluso la tendera dependía del humor del carnicero: a veces, ni siquiera ella podía conseguir buenas piezas”. Esto hacía que este desayuno compuesto por carbohidratos y proteínas fuese inaccesible para la gente corriente.
Tomarse la molestia de conseguir buena carne era algo que se hacía solo en ocasiones especiales; es como cuando yo me acerco al mejor mercado de la ciudad para comprar una pata de cordero, ciertamente algo que no se hace cada día para desayunar. El pescado era mucho más asequible y había una buena selección de caviar rojo y negro. Pero mi bisabuela, que perdió a su marido en la II Guerra Mundial y tuvo que criar sola a sus hijos haciendo malabarismos con tres trabajos, no se podía permitir pescado caro y, por supuesto, tampoco caviar.
Parece que el “perfecto desayuno soviético” era una posibilidad tan realista como ser bailarín principal del Bolshói después de un par de clases de ballet. Mi abuela dice que solían tomar gachas; a mi abuelo le encantaban las gachas de sémola con mermelada de cereza. También comían pan con mucha frecuencia, con mermelada o embutido, y solo a veces huevos. Creo que yo también prefiero ese desayuno a un filete duro.
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