Nadiezhda Mandelstam y Yelena Bulgákova: las esposas de dos grandes escritores rusos

Las compañeras sentimentales del poeta Ósip Mandelstam y del novelista y dramaturgo Mijaíl Bulgákov sufrieron también la represión del régimen soviético

Nadiezhda Mandelstam

De los ochenta años que duró la vida de Nadiezhda Jazina algo menos de dos décadas las pasó con Ósip Mandelstam, hasta 1938, cuando el gran poeta murió en un campo de concentración cerca de Vladivostok. Al enterarse de la muerte de su marido, Nadiezhda huyó temiendo que la arrestaran y cambió su lugar de residencia durante veinte años: dejó Moscú por el Asia Central.

Enseñó inglés, trabajó en una tesis y durante todo ese tiempo conservó en su memoria su mayor tesoro: cientos de versos de su marido. Temiendo que sometieran su vivienda a un registro y que confiscaran sus bienes, se los aprendió de memoria.

Se conocieron en 1919 en Kiev, en un café bohemio al que Mandelstam había ido a parar de un modo fortuito. “De un modo fácil e irreflexivo”, según las palabras de Nadiezhda, se enamoraron. Escribe esta última, que “ya entonces se manifestaron en nosotros dos características que conservaríamos toda la vida: la ligereza y la conciencia de una perdición irremediable”. Pero la pasión dio paso a un amor fuerte. Nadiezhda compartió con su marido con la misma “ligereza” sus vagabundeos por el país y su acuciante falta de dinero, siempre presente.

No lo abandonó ni siquiera cuando buscó refugio temporal en otra mujer, una poeta por la que se apasionó fugazmente. Anotaba todo lo que él creaba. Ósip cantaba y entonaba sus versos, como un pájaro, y ella los apuntaba: grandes versos, creados fuera de la vida cotidiana, sin la seguridad en el día de mañana.

Mandelstam no figuraba en el círculo de escritores leales al poder soviético. Discutía con hombres de letras, mediocres y relevantes. Pidió su baja con ostentación de la Organización de Escritores de Moscú. Y al final escribió un breve poema de carácter sarcástico sobre Stalin que decidiría su destino. Fue arrestado por primera vez en 1934 y posteriormente en 1938, año de su muerte.

Al final de su vida Nadiezhda Mandelstam se instaló a las afueras de Moscú. En su apartamento se daban cita intelectuales disidentes y eslavistas extranjeros. Allí escribió tres libros de memorias despiadados, subjetivos, en los que ajustaba cuentas con el pasado.

Estos libros se publicaron en el extranjero donde causaron furor: hasta ese momento nadie había escrito de manera tan directa y precisa sobre lo que tuvieron que soportar los intelectuales rusos en tiempos de Stalin. Pero sobre todo, con la escritura de estos libros, Nadiezhda conservaba la memoria de su marido. La mayoría de sus versos vieron la luz sólo gracias a ella.

Contra toda esperanza es el libro de memorias de Nadiezhda Maldestam. Está publicado en la editorial Acantilado y ha sido traducido por Lydia Kúper.

Yelena Bulgákova

Mijaíl y Elena Bulgákov.

En 1961, un joven filólogo que estudiaba la obra de Mijaíl Bulgákov visitó a su viuda, de 67 años. Ésta al principio desconfió del investigador, pero poco después le dejó leer el manuscrito de la novela que el escritor había compuesto en los últimos años de su vida. Así, veinte años después de la muerte de Bulgákov, se abrió de nuevo la novela El maestro y Margarita, que llegó a convertirse en uno de los libros rusos más conocidos del siglo XX. Yelena, la tercera y última mujer de Bulgákov, mecanografió el libro que él le dictaba. Además, Margarita era ella, ni más ni menos.

Dice la leyenda que el conde Alekséi Tolstói le dijo a Bulgákov que era necesario casarse tres veces, pues en eso residía la llave del éxito literario (el propio conde se casó cuatro veces). Según otra leyenda, los tres matrimonios de Mijaíl fueron vaticinados por una zíngara en Kiev. El propio escritor contaba que, cuando se conocieron, Yelena le pidió que le atara una cinta a su ropa y que de la misma manera “la atara” a él hasta el final de su vida. Sea como sea, ambos consideraban que su unión era cosa del destino.

Para Yelena, el matrimonio con Bulgákov fue también el tercero. Había contraído nupcias con un jefe militar soviético, influyente y rico, y decidió cambiar la abundancia y el bienestar por el destino de la esposa de un escritor desgraciado. A pesar de que su obra Los días de Turbin gozaba de gran estima por parte de Stalin, desde 1930 a Bulgákov dejaron de publicarle sus obras y de llevarlas a escena. Intentaba marcharse del país, pero todas sus peticiones eran denegadas.

Escribió su gran novela sabiendo que nunca la vería publicada en vida. Por su parte, ella corregía el manuscrito, llegaba a acuerdos con teatros, obtenía algún que otro honorario y llevaba un registro detallado de su vida junto al escritor. “Hago todo cuanto está en mi mano para que no se desaparezca ni una sola de las líneas que él escribió… Es el objetivo, el sentido de mi vida. Le prometí muchas cosas antes de morir y creo que lo cumpliré todo”, confesaba en una carta al hermano del escritor Yelena Serguéievna.

La suya fue una vida difícil. Sin embargo, durante la década que pasaron juntos, no se produjo ni una sola riña entre ellos. Yelena escribió: “A pesar de que pasamos momentos negros, absolutamente terribles, no tristeza, sino terror ante una vida literaria fracasada, si me decís que tuvimos una vida trágica replicaré que no. Ni un segundo. Fue la vida más luminosa que uno podría escoger, la más feliz…”.

El maestro y Margarita acaba de ser publicada en español por Nevsky y ha sido traducido por Marta Rebón.

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