Segunda Guerra Mundial: la diplomacia soviética ante el desembarco de Normandía

El Desembarco de los soldados británicos en Normandía. Fuente: UllsteinBild / Vostock-photo

El Desembarco de los soldados británicos en Normandía. Fuente: UllsteinBild / Vostock-photo

El 6 de junio de 1944 cientos de miles de británicos, estadounidenses y canadienses desembarcaron en Normandía durante la mayor operación de desembarco de la historia. En ese momento, mientras millones de personas en Europa daban con honor su vida en la lucha, en los despachos de Moscú, Londres y Washington se libraba un juego diplomático en el que estaba en juego Europa y puede que el mundo entero.

El 22 de junio de 1941 la URSS se quedó de facto sola en su lucha contra Alemania y en realidad contra una buena parte de Europa, por no hablar de la posible entrada en la guerra en cualquier momento de Turquía y Japón.

Antes de la guerra, el Reino Unido y EE UU vertían críticas igual de duras a la Alemania nazi y a la URSS, pero acabaron reconociendo que sin el esfuerzo soviético no podrían enfrentarse al potencial militar de los países del Eje.

Stalin planteó la cuestión de la organización de un segundo frente el 18 de julio de 1941. Inicialmente le propuso a Churchill "desembarcar las unidades 25-30 en Arjánguelsk o llevarlas a través de Irán hacia el sur de la URSS", o llevar su aviación a los aeropuertos de Crimea para aniquilar el principal centro de explotación petrolífera del Reich, las explotaciones de Ploiesti en Rumanía.

"La posición tan moderada" de Londres y Washington a la hora de ayudar a la URSS se explicaría no solo por el rechazo al régimen comunista sino también por la idea de que el blitzkrieg en Rusia acabaría igual que en Francia.

El 6 de noviembre Churchill se despedía del ministro de Asuntos Exteriores al partir para Moscú con la exigencia de "no prometer nada".

El segundo frente se retrasa

En diciembre la situación había cambiado. Quedó claro que el blitzkrieg contra Rusia fracasaba. Antes de mayo Moscú, Londres y Washington llevaron a cabo una ronda de negociaciones que culminó con la gira del comisario del pueblo de Asuntos Exteriores de la URSS, Viacheslav Mólotov por Inglaterra y EE UU, donde se firmaron acuerdos para una alianza militar contra la Alemania nazi y sus aliados en Europa.

Pero Mólotov necesitaba garantías de que se abriría un segundo frente, garantías que podía obtener de Roosevelt. En Londres el secretario del pueblo solicitó directamente "que se unieran las guerras en Europa Occidental aunque solo fuera la 40 división alemana", pero Churchill se negó a dar una respuesta directa.

La promesa de Roosevelt también resultó, en palabras del historiador inglés R. Parkinson, "infundadamente optimista". Ese mismo día, el 1 de junio, el comité inglés de jefes de Estado se pronunció finalmente en contra del plan de invasión a través de La Mancha en 1942.

El 23 de julio Stalin declaró en una carta a Churchill que la cuestión de la organización de un segundo frente en Europa estaba empezando a adquirir un "carácter poco serio".

De las conclusiones de la conferencia anglo-estadounidense de Casablanca quedó claro que la apertura de un segundo frente en la práctica quedaba relegada a 1944.

Los preparativos de los aliados en el Mediterráneo y su posterior desembarco en Sicilia cambiaron poco la situación para la URSS. Después de una movilización total de todas sus fuerzas y medios, la Alemania nazi desplegó, el 5 de julio de 1943, un tercer ataque veraniego contra la Unión Soviética en el arco de Kursk

La derrota nazi

Los acontecimientos que tuvieron lugar durante el verano y el otoño de 1943 en el frente germano-soviético cambiaron radicalmente la situación militar y política. Quedó claro que Alemania estaba condenada y que la URSS podía ejecutar la sentencia en solitario. La decisión de abrir un segundo frente se tomó el 28 de noviembre de 1943 en la conferencia de Teherán.

A principios de 1943 la dirección de la URSS recibía de forma regular informes de inteligencia sobre los contactos secretos entre la oposición alemana con los gobiernos de EE UU e Inglaterra.

La batalla de Crimea durante la Segunda Guerra Mundial

Al tiempo que se producía la epopeya de Kursk, Roosevelt, Churchill y sus consejeros más cercanos se reunían en Quebec para sopesar la cuestión de si "los alemanes ayudarían" ante una entrada de los ejércitos occidentales en el territorio de Alemania "para resistir frente a los rusos".



Paralelamente al plan de desembarco en Normandía, el plan Overlord, se aprobó el plan Ranking en cuya base estaba alcanzar un acuerdo con la élite alemana desencantada con Hitler para que la Wehrmacht no actuara en caso de que hubiera un desembarco de los aliados. Al mismo tiempo esto permitiría controlar más rápidamente una gran parte del territorio de Europa antes que la URSS.



El 24 de mayo de 1944 el departamento de estado de EE UU informó a la embajada de la URSS en Washington que "habían llegado hacía poco tiempo a la representación estadounidense en Suiza dos emisarios de un grupo alemán con la proposición de derrocar el régimen nazi".

Estaban en realidad advirtiendo a Moscú de que los estados occidentales tenían en su bolsillo un plan de emergencia para poner fin a su guerra con Alemania y que se pondría en marcha inmediatamente si la URSS no aprendía a "respetar" las pretensiones de los aliados. 



Los planes de los aliados quedaron interrumpidos por el fallido atentado contra Hitler del coronel Claus Stauffenberg. En el Reich se produjo una febril purga de los implicados en el complot y de personalidades discrepantes en el ejército y todas las estructuras gubernamentales. El plan de emergencia de disolver de facto el frente occidental no funcionaba con el Führer vivo.

Segundo frente

La apertura de un segundo frente no puso fin a las contradicciones pero de una forma u otra consiguió lo importante, el fascismo fue vencido y se estableció la paz, aunque fuera con una guerra fría, durante muchos años.

¿Podía haber ganado la URSS a Alemania sin la ayuda de los aliados? Unos de los historiadores militares rusos contemporáneos más conocidos y populares, Alexéi Isáiev, considera que podía: "Ciertamente el Ejército Rojo podía seguir avanzando y hubiera sido muy difícil que los alemanes hubieran podido detenerlo. Por otro lado, las pérdidas hubieran sido mucho mayores". La tardía ayuda de Occidente salvó probablemente las vidas de cientos de miles de soldados soviéticos".

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