Los últimos días de los escritores rusos: Alexander Pushkin y Mijaíl Lérmontov

Duelo entre Alexander Pushkin y Georges d'Anthès. A. Naúmov. 1884.

Duelo entre Alexander Pushkin y Georges d'Anthès. A. Naúmov. 1884.

Los genios rusos viven vidas extraordinarias e incluso su muerte se convierte en el último capítulo de sus obras.

Una tarde de invierno, en un bosque a las afueras de San Petersburgo, dos hombres dieron diez pasos en sentido contrario el uno del otro y se apuntaron con sus relucientes pistolas. El barón Georges H. d’ Anthès, un oficial francés del servicio ruso, fue el primero en disparar. La bala impactó en el estómago de su contrincante, y el poeta Alexander Pushkin se desplomó sobre la nieve.

En cuestión de segundos llevaron al poeta en un trineo hasta su casa. Uno de los doctores confirmó que Pushkin no sobreviviría. “Todo ha acabado. Me voy. Apenas puedo respirar, me ahogo”, le dijo el poeta a sus amigos. Después de 48 horas de agonía, el 29 de enero de 1837, el poeta ruso cerró los ojos por última vez.

Este hombre de piel broncínea, descendiente de un esclavo abisinio al servicio de Pedro el Grande, de corta altura y pelo rizado, era el poeta más importante de Rusia y se le calificaba de “gloria nacional”. Pushkin quería ser por encima de todo un poeta libre.

“Ansío derechos mejores y distintos, preciso otra libertad más plena: depender del soberano o de la plebe, ¿acaso no es lo mismo?” Y su desafío le valió muchos periodos de exilio, numerosos enemigos y una relación incómoda con el zar Nicolás I, quien, además de ejercer su profesión de monarca, vigilaba muy de cerca lo que escribían sus escritores.

Pushkin era de natural nervioso, incisivo y orgulloso, además de un incansable donjuán. Su matrimonio con Natalia Goncharova fue acogido con alivio. Finalmente el enfant terrible sentaría la cabeza. Pero su mujer era una tentación irresistible, incluso para el propio zar. Nicolás I podía ser un Romanov, pero Pushkin era el rey de los celos. Quería ganar dinero trabajando como escritor para poder mantener apartada a su familia, sobre todo a Natalia, de los codiciosos ojos de los nobles. Para este propósito, fundó una revista literaria, El contemporáneo, pero la realidad fue decepcionante. Los ingresos eran escasos.

Endeudado hasta las cejas, Pushkin tuvo que aceptar una designación de la corte que le obligaba, entre otras cosas, a asistir a los bailes de palacio acompañado de su maravillosa mujer. Un día recibió una carta anónima que le informaba de que una supuesta Orden de los Cornudos tenía el honor de nombrarle suplente del Gran Maestro e Historiógrafo de la Orden.  El culpable de su honor mancillado sólo podía ser un hombre: Georges-Charles de Heeckeren d’Anthès, un petimetre que quería conquistar a Natalia, la esposa de Pushkin. El poeta no tenía más elección que retar en duelo a su ofensor.

Las noticias de la muerte de Pushkin hicieron que se aglutinara mucha gente delante de su casa. Nicolás I mandó protección policial a la vivienda y ocultó los planes para su funeral, temiendo que se produjera una rebelión. Fue sepultado en mitad de la noche y a toda prisa en un monasterio de Svyatogorsk.

Una muerte no predicha

Tras el fallecimiento de Pushkin, el joven poeta y oficial de caballería Mijaíl Lérmontov acusó en un poema, distribuido de modo no oficial, a la alta sociedad de ser cómplice del asesinato de Pushkin y exigió un castigo ejemplar para D’Anthès.

Debido a esto, el zar Nicolás desterró a Lérmontov al Cáucaso, zona en estado de guerra en aquellos tiempos, pensando que el destierro zanjaría el escándalo y sería un buen escarmiento para ese joven alocado. Pero cuando Lérmontov regresó del Cáucaso ya no sólo era famoso por su atrevida actitud, sino también por sus múltiples obras.

En 1841 el poeta volvió al Cáucaso. En la ciudad de Pyatigorsk, Lérmontov se encontró con Nikolái Martynov, su viejo compañero de armas y un tipo bastante sencillo que ansiaba relacionarse con nobles doncellas locales, desfilando con su uniforme militar caucásico. Áspero y arrogante incluso con sus amigos, Lérmontov escogió a Martynov como blanco para sus amargos e insultantes chistes. Pero Martynov fue sólo paciente hasta que el poeta empezó a burlarse de él obscenamente delante de mujeres. Y por este motivo los viejos amigos se retaron en duelo.

El 15 de julio, en las estribaciones de la montaña Mashuk, mientras que Lérmontov erró intencionadamente el tiro, Martínov disparó contra su objetivo. El poeta de 27 años murió en el acto.

Se dice que se desató al instante una gran tormenta. Bajo la lluvia torrencial, en compañía de un único amigo, su cuerpo permaneció a merced de la lluvia y el viento durante varias horas.

“La muerte del perro para el perro”, dijo el zar Nicolás tras recibir las noticias. Pero minutos más tarde añadió: “Quien podría haber ocupado el hueco que dejó Pushkin está muerto”.

Dos días después, sin siquiera celebrar una ceremonia religiosa (quienes morían en duelo no merecían ese honor), el poeta recibió sepultura en el cementerio de Pyatigorsk, donde una multitud fue a presentar sus respetos. Más tarde, el cuerpo de Lérmontov fue llevado a la cripta familiar en la finca de Tarjani (provincia de Penza).

Es sorprendente el hecho de que en su novela más famosa, Un héroe de nuestro tiempo, acabada un año antes de su muerte, Lérmontov describe el duelo entre el protagonista, de nombre Pechorin, y un charlatán imprudente llamado Grushnitski, un personaje muy parecido a Martynov. En la novela, Pechorin mata a Grushnitski. En la vida real resultó exactamente al contrario.

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