Anselmo Santos: “Me vuelve loco este país”

Fuente: Julián Jaén.

Fuente: Julián Jaén.

El español Anselmo Santos, exmilitar y hombre de negocios, decidió pasar su jubilación en Rusia. Alquiló una casa en Moscú y desde entonces lleva más de 20 años viajando por lugares remotos del país y de las antiguas repúblicas soviéticas. Ha publicado dos libros: 'En Rusia todo es posible’ (Editorial Trymar, 2003) y ‘Stalin, el Grande’ (Edhasa, 2013).

 Fuente: Julián Jaén

Para escribir su segunda obra, la más extensa y polémica, dado que en ella no aborda la crueldad del dictador, recopiló todo tipo de información y testimonios sobre Josef Stalin durante décadas. Sin embargo, asegura que no pretendía publicar nada. Tampoco se considera un escritor. En una entrevista exclusiva con 
RBTH, Anselmo 
Santos (Salamanca, 1930) relata su profunda atracción por esta tierra y el origen de su idea de retratar a uno de los personajes más controvertidos de la Historia.

¿Por qué eligió Rusia?

A mí este país me ha fascinado siempre. He leído literatura rusa desde pequeño, pero por diversas circunstancias ­—en primer lugar, porque trabajaba como ejecutivo en una multinacional durante muchas horas al día— no pude visitar el país hasta 1989. ¡Entonces ya tenía 59 añitos! En ese momento estaba en una compañía de Suiza, un país que me aburría mucho. Aquí, por el contrario, descubrí un lugar donde todo el mundo parecía estar loco: Rusia. Pensé que era el sitio ideal para una jubilación activa [ríe]. Cogí un apartamento en Moscú y no paré de moverme por el país. Conozco casi todo el territorio de la antigua Unión Soviética. He estado en Kamchat­ka­, varias veces en Yakutia, en Armenia, Georgia... Me vuelve loco este país, no hay nada más maravilloso. 

¿Por qué su interés por Stalin? 

Empecé a interesarme por él hace 61 años. Entonces era teniente, es decir, oficial franquista. Cuando Stalin murió, el 5 de marzo de 1953, salieron muchos artículos en la prensa. En aquella época yo acababa de llegar al regimiento y estaba a cargo de los transportes. Un día el coronel me envió a hacer una gestión y tuve que pasar por una oficina militar. Allí, mientras estaba esperando en la sala, vi un número de la revista Foreign Affairs en el que leí el artículo Generalísimo Stalin y el arte de gobernar. Me quedé impresionado.

Volví al regimiento y se lo conté a mi coronel. Inteligente y muy bien preparado, me dijo: “Bueno, no digas nada fuera. Fue un hijo de perra, pero era un genio”. Así, comencé a buscar información sobre Stalin. Al principio no había nada. En 1989 pasé a la vida civil, empecé a viajar más e iba a menudo a París, donde siempre encontraba alguna cosa. Ese mismo año asistí por primera vez a un seminario sobre ciencia política, organizado en la Sala de las Columnas de la Casa de los Sindicatos, en Moscú. Allí conocí al hijo de un miembro del Comité Central del Partido Comunista. A partir de ahí empecé a contactar con más gente y a acumular testimonios seriamente. 

¿Ya tenía la idea del libro en la cabeza?

Nunca había pensado en escribir un libro. Era un hobby. Quería ofrecer mi archivo de Stalin a una universidad española, pero me dijeron que no tenían tiempo ni dinero para clasificarlo. En vista de ese rechazo, hace 10 años empecé a plantearme qué podría hacer con tanta información. Poseo un archivo enorme. Muy poca gente en el mundo dispone de tanta documentación como yo. Empecé a estudiarla y a hacerme una idea del libro. Clasificaba la documentación en sobres y por capítulos. Me llevó dos años leerlo todo. Luego estuve siete años escribiéndolo. Cuando lo terminé, a principios de 2011, se lo mandé a la editorial Edha­sa. Les gustó y lo pusieron a la venta en 2013. 

Su libro es bastante controvertido. ¿Cree que se puede hablar de Stalin sin tener en cuenta su crueldad y sus acciones inhumanas?

Yo analizo a Josef Stalin desde el punto de vista del poder; si me hubiera dejado guiar por el sentimentalismo, no habría podido escribir este libro. Y desde el punto de vista del poder, fue uno de los grandes genios.

Imagino que habrá recibido muchas críticas. ¿Cuál ha sido la más dura?
La de Ricardo San Vicente, traductor de literatura clásica rusa que era buen amigo mío. Ahora hemos roto. Le entró tal indignación cuando se publicó la obra, que escribió una carta al presidente de la editorial poniendo a Edha­sa a parir por haber sacado el libro [sonríe].

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