Los mayores escándalos artísticos de Rusia

Fuente: Reuters

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En la época soviética, en el mundo del arte imperaba un único método creativo: el realismo socialista. Después de la caída de la URSS, la ausencia de prohibiciones comenzó a dictar un nuevo estilo de comportamiento. El escándalo y la provocación se convirtieron en medios de declaración política o estética.

Malévich, mamá, perro

En los años 90, el arte acababa de zafarse de las garras de la censura soviética y se radicalizó por completo.

Aleksander Brener era entonces el artista más radical de Rusia. En el año 1993 interrumpió un recital del famoso poeta Evgueni Yevtushenko en el Museo Politécnico. Brener saltó de su asiento y comenzó a gritar “¡Mi madre quiere dormir!”. Más tarde, organizó junto con unos amigos una huelga de hambre con la exigencia de eliminar el postmodernismo, poner el nombre Pol Pot a un asteroide y pagar 666 dólares a cada uno de los participantes de la protesta… Brener organizó muchas performances más: posó desnudo en una galería y se masturbó en un trampolín de la piscina Moskva. En 1997, en el museo Stedelijk de Ámsterdam dibujó con pintura imborrable el símbolo del dólar sobre un cuadro de Kazimir Malévich. ¡Este fue su momento estelar! Por esta acción Brener pasó cinco meses en la cárcel. En aquel momento, en Rusia era imposible pensar que alguien pudiera entrar en la cárcel por algo relacionado con el arte.

Con sus performances, Brener influyó e inspiró a otro artista conceptual importante en Rusia: Oleg Kulik. Durante la segunda mitad de los años 90, Kulik se convirtió en un perro. Recorrió todo el mundo viviendo en galerías, arrastrándose desnudo a gatas, mordiendo al público y ladrando en voz alta. Pero todo finalizó cuando en Estocolmo mordió al conservador de la exposición Jan Aman. Si Kulik hubiera mordido simplemente a un espectador, quizás no habría ocurrido nada, pero el conservador de una exposición es un ser superior. Todo esto provocó un grave escándalo mediático que dio fama mundial a Kulik.

“No soy el hijo de Dios”

En el ocaso de la época del gobierno de Borís Yeltsin, cuando el país comenzaba a cansarse del caos de aquellos años, la voz de las capas más conservadoras de la sociedad comenzó a oírse por encima del resto. Los artistas jóvenes protestaron airadamente contra esto.

Avdéi Ter-Oganián llevó a cabo en 1998 una performance titulada “El joven ateo”, durante la cual destrozaba con un hacha iconos ortodoxos. Se le abrió una causa penal, pero consiguió escapar del país y obtuvo asilo político en la República Checa.

Oleg Mavromatti organizó en el año 2000 una acción en Moscú llamada “No creas lo que ven tus ojos”: fue crucificado. En la espalda desnuda del artista escribieron con una navaja “Yo no soy el hijo de Dios”. El artista fue acusado de incitar al odio religioso, tras lo cual se vio obligado a emigrar de Rusia.

En 2003, en el Museo de Andréi Sajárov se celebró la exposición “Cuidado, religión”. Unos fanáticos religiosos irrumpieron en las instalaciones y la destrozaron. Un tribunal declaró al comisario de la exposición, Yuri Samodurov, culpable de incitar al odio religioso.

En 2007 el comisario Andréi Eroféiev celebró en el mismo lugar la exposición “Arte prohibido”. Los conservadores de esta exposición exponían la religión del mismo modo que sus predecesores. Por ejemplo, en un cuadro de Alexander Savko aparece Mickey Mouse en lugar de Jesucristo. 

Durante el juicio contra Eroféiev, el grupo artístico Voiná (sobre el que se habla más abajo), liberó 3.000 cucarachas en el edificio del juzgado. Todo el mundo entró en pánico. Finalmente, el tribunal condenó al comisario de la exposición a pagar una cuantiosa multa. 

Más allá de los límites del código penal

La reactivación de las protestas políticas en los últimos años se ha dejado notar en arte, que en muchas ocasiones ha adquirido la forma de una clara declaración política.

En 2007 se armó un escándalo alrededor de una fotografía del grupo de arte Blue Noses en la que se muestra a dos policías rusos besándose. Y aunque en aquel momento la ley sobre la propaganda homosexual todavía no se había adoptado, el ministro de Cultura expresó su preocupación por que esta fotografía se mostrara en París, en una exposición de arte ruso. Pero esto era sólo el principio. Este tipo de activismo político comenzó con la aparición del grupo de arte Voiná.

Primero mantuvieron relaciones sexuales en grupo frente al Museo Zoológico con consignas políticas. Después pintaron un falo en el puente levadizo Liteini de San Petersburgo que por las noches se levantaba junto al puente. Y como el puente se encuentra justo delante del edificio del Servicio Federal de Seguridad (FSB) de San Petersburgo, esta acción adquiría una connotación política. Han volcado coches de policía y han colgado maniquíes de trabajadores inmigrantes en supermercados, han besado a policías en lugares públicos, etc. Los activistas han sido arrestados, liberados, buscados por la policía, arrestados de nuevo y vueltos a poner en libertad…

El último escándalo ocurrido está relacionado con las acciones de Piotr Pavlenski, que clavó su propio escroto a los adoquines de la Plaza Roja a finales del año pasado, el Día de la Policía. Se abrió una causa penal contra él y se enfrenta a una condena de cinco años. Este no es el primer caso de autolesiones por causas políticas. Un año antes Pavlenski se cosió la boca frente a la catedral de Kazán de San Petersburgo como señal de protesta contra la detención de las cantantes de Pussy Riot.

“La frontera entre la libertad de expresión, - comenta Dmitri Vrúbel, autor de la mítica pintura 'Beso de Brézhnev y Honecker' en el muro de Berlín, - debe pasar por el código penal. Pero incluso en este caso el arte puede ir un poco más allá. Muchas obras de protesta, con el paso del tiempo, acaban en museos. Estoy seguro de que no puede haber ninguna condena social si el arte se mantiene en el marco de la legalidad”.

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