Un largo adiós al Homo sovieticus

Svetlana Alexievich. Fuente: RIA Novosti

Svetlana Alexievich. Fuente: RIA Novosti

Svetlana Alexiévich ha pasado 35 años explorando la identidad soviética a través del terreno, poco conocido y lleno de desafíos, de la vida interior. A través de experiencias reales, explora el camino psicológico de la gente soviética y, más importante, de la postsoviética.

Alexiévich estaba considerada como una firme candidata al Nobel de Literatura en 2013, antes de que se le concediese a Alice Munro. Su nueva obra, Tiempos de segunda mano. La historia moderna de Rusia y la antigua Unión Soviética en confesiones dramáticas, acaba de ser publicado en Rusia, Suecia y Alemania. En su entrevista con Rossíyskaya Gazeta, la escritora habla sobre su obra, sobre la superación de la herencia soviética y los desafíos de la nueva era. 

 

Svetlana Alexiévich nació en el pueblo de Stanislav –hoy Ivano-Frankivsk– en Ucrania, pero se crió en Bielorrusia. Estudió periodismo en la Universidad de Minsk. Sus obras las realiza en base a entrevistas y testimonios de manera que sus textos están a medio camino entre la literatura y el periodismo. Su obra es una crónica personal de la historia de los hombres y mujeres soviéticos y postsoviéticos. En español se publicó en 2006 Voces de Chernóbil, (Siglo XXI) libro escrito en 1997 y traducido por Ricardo San Vicente.

 

En su nuevo libro explora la vida del socialismo en el alma humana 

Exploro el socialismo “doméstico” porque todo el socialismo oficial desapareció junto con sus rituales y aparato. Pero permanece en las profundidades del ser humano. Hace 20 ó 25 años pensamos, de una manera valiente e ingenua, que sería fácil apartarse de esa experiencia terrible, casi inhumana.

Pero resulta que no lo es. Que el “hombre rojo” todavía vive en nosotros. 

Este “hombre rojo interior”, según los testimonios recogidos en su libro, es una criatura complicada 

No estoy presentando excusas en su nombre. Simplemente, creo que lo tratamos bastante mal en el pasado. Todo fue destruido sin pensar seriamente en planes para el futuro. No hago apología de la era soviética, pero creo que es terrible que no hayamos analizado el valor de las cosas por las que se vertió sangre. Personalmente, prefiero una sociedad socialdemócrata.

Viví en Suecia varios años y vi la disponibilidad de diversos beneficios, la administración del Estado y la igualdad de la gente. ¿No sería un desarrollo así más natural que el que vivimos nosotros? 

¿Por qué la experiencia del “hombre rojo” dio paso de repente a tal hedonismo? 

Creo que tenemos un tipo de humanos que no está completamente desarrollada en el plano cultural. Todas nuestras energías se dirigen a alcanzar algún tipo de poder, a conseguir algo, pero nadie se pregunta cómo debe organizar su vida, su alma.

Los valores elevados, como morir por la patria o defenderla contra los enemigos, nunca llegaron a la vida cotidiana. ¿En qué estamos gastando ahora nuestras energías cívicas? ¿En proteger los sentimientos de los creyentes? Pero nadie está asaltando iglesias. ¿En el debate sobre los gays? Pero nadie le ha quitado a un adulto el derecho a decidir cómo vivir su vida.

Quizá las energías cívicas deberían dirigirse a aprender cómo vivir juntos y disfrutar de la vida. 

¿Cómo encontró entre el coro de voces la idea principal de su libro, esto es, que estamos viviendo “un tiempo de segunda mano”? 

Durante 35 años he ido escribiendo una serie de cinco libros llamados El Hombre Rojo. Voces de la utopía. Tiempos de segunda mano es el libro final. Es una metáfora de nuestra ineptitud para lo nuevo.

Fuimos incapaces de vivir esta nueva vida, no encontramos la fuerza para ello, o para tener ideas, deseos, experiencia. Durante la perestroika, creímos que era cuestión de hablar y ya tendríamos libertad. Pero resultó que la libertad cuesta un montón de esfuerzo.

De algún modo, siempre creemos que si derramamos nuestra sangre por elevados ideales, algún tipo de vida nueva va a llegar. Se encuentran a menudo ese tipo de esperanzas en la literatura rusa. Pero una “vida nueva” es un trabajo largo y aburrido.

Los tiempos de segunda mano son tiempos de prejuicios muy, muy viejos.

Europa tiene miles de pequeños grupos, comunidades, siempre están debatiendo cómo mejorar sus ciudades y hogares, cómo criar a sus hijos, cómo ayudar a la gente hambrienta en África. Pasar el tiempo de este modo produce un alma de cierta calidad. Y nosotros no la tenemos. Por alguna razón, todo acrecienta el odio, directamente.

Una vez más, estamos haciendo lo único que sabemos: determinar si alguien “es enemigo de la causa o amigo”. Así piensa la mitad del país.  

Si se nos ha legado esa herencia difícil y no podemos ponernos al día en esquemas de comportamiento ¿cómo puede nacer un “hombre interior” diferente? 

Rusia es enorme; es imposible controlarlo todo y nivelar las experiencias de libertad. Está apareciendo gente nueva, con coraje cívico. La nueva generación tiene ideas diferentes sobre todos los temas. Pero para estos jóvenes será duro dominar la difícil experiencia de la libertad y los intelectuales deberían comenzar a dialogar con ellos. Hoy tenemos las voces de Ulítskaya y Akunin. En Rusia también tenemos figuras culturales de la talla de Olga Sedakova. Estoy convencida de que hay más personas así de lo que podríamos pensar...

Muchos de los héroes de mi libro, cuando sus amigos fueron encarcelados por 'samizdat' (autoedición de libros prohibidos), creían que lo más importante era abrir una puerta a la libertad. Y cuando esa puerta se abrió, la gente corrió en la dirección opuesta.

Quieren vestirse, calzarse e irse a Antalia de vacaciones. De cada una de estas personas bien vestida ha emergido un monstruo terrible. Sentimos que no estamos listos para este cambio. Una cosa es luchar contra un enorme monstruo y vencerlo, pero otra muy diferente es descubrir que tuvo cientos de crías. En algunos aspectos es peor, y no tenemos las habilidades culturales para enfrentarnos a ello.

Han pasado 20 años y el silencio de la intelligentsia y de la elite debe terminar. Es hora de hablar claro. 

Publicado originalmente en ruso en Rossiyskaya Gazeta.

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