Autores rusos que han escrito el futuro

Autores de ciencia ficción han adelantado con sus palabras e imaginación objetos que hoy son cotidianos. Fuente: La revista Tehnika Molodezhi

Autores de ciencia ficción han adelantado con sus palabras e imaginación objetos que hoy son cotidianos. Fuente: La revista Tehnika Molodezhi

Rusia Hoy repasa las páginas de autores de ciencia ficción que hablaron en sus obras de objetos que son cotidianos actualmente. Ellos se adelantaron a su época o nosotros vivimos en el futuro o quizá las dos.

El traje de buceo

En 1928 Alexander Belyáyev publicó la novela El hombre anfibio, la historia de Ijtiandre, un joven a quien siendo niño le trasplantaron las branquias de un tiburón.

Según el argumento, Ijtiandre pasaba mucho tiempo en el mar con un fino traje ceñido al cuerpo, aletas, guantes y gafas de gruesos cristales. Hoy en día este equipo resultará familiar a todo aquel que se dedique al buceo, el surf o la caza submarina. Los trajes de buceo modernos de neopreno, parecidos a una segunda piel y que conservan la temperatura, empezaron a aparecer en los años 50 en EE UU.

En 1962 se rodó una película homónima que obtuvo un gran éxito.  

El periódico electrónico

El escritor soviético de ciencia ficción Kir Bulychiov describió un gadget para leer periódicos electrónicos en 1978. En su relato Dentro de cien años se menciona un dispositivo parecido a un smartphone o tableta, aunque se le llama periódico.

El personaje del libro tenía que pulsar en el lateral de una cajita negra parecida a una pitillera, para que apareciera una pantalla multicolor. Allí podía verse la noticia de un festival en la Luna y un debate en la ONU. A pesar de que la idea de los libros electrónicos ya no era nueva en los años 60, el primer lector para textos en formato electrónico similar al actual apareció en 1992.  

Mediateca y trajetas de memoria

Las grabaciones en vídeo y los audiolibros, tan habituales entre nosotros, resultaron un descubrimiento sorprendente para los protagonistas de la novela Aelita de Alexéi Tolstói,  escrita en 1923. Según el argumento, dos terrícolas encontraban en Marte una ciudad destruida y, en ella, el edificio de una biblioteca.

Además de los habituales tomos de papel, había una pantalla de televisión en la que los huéspedes llegaron a tiempo para ver un vídeo corto. El ingeniero Los, uno de los protagonistas principales, encontraba unos objetos que recordaban a las tarjetas de memoria, así como un libro del cual salía una música maravillosa.

El holograma

En el relato La sombra del pasado, publicado en 1945, Iván Yefrémov describió un fenómeno que dos años más tarde descubriría el físico húngaro Dennis Gabor y que bautizaría con el nombre de holograma.

Los protagonistas del libro eran unos paleontólogos que habían visto, como si fuera real, un tiranosaurio en una capa de resina petrificada. Gabor inventó el método holográfico en 1971, por lo que fue galardonado con el Premio Nobel. Mientras estaba perfeccionando un microscopio electrónico, Gabor se interesó por cómo obtener una imagen con volumen mediante rayos de luz.

Comida hecha de petróleo

En la novela de Yevgueni ZamyatinNosotros, publicada en 1920, la humanidad había inventado los alimentos derivados del petróleo, que resolvieron de una vez para siempre el problema del hambre. En un mundo donde las razas, los nombres, la moda y la vida personal habían desaparecido, se repartían a todos unos cubos alimenticios obtenidos mediante la refinación de petróleo. En los años 50 la síntesis microbiológica de los hidrocarburos del crudo empezó a usarse en la producción de proteínas y también de vitaminas y antibióticos.

La energía nuclear

En 1908 Alexander Bogdánov describía un aparato atómico interplanetario en la novela La estrella roja. El Eteronef de Marte, “una nave para los viajes a través del éter”, se parecía a un huevo de aluminio y cristal y podía alcanzar una velocidad de hasta 50 km/ segundo.

Los elementos de la sustancia radioactiva se desintegraban en sus motores y la energía liberada movía la nave. En 1932 el inglés James Chadwick descubrió el neutrón y, con él, los nuevos horizontes para la física nuclear, por lo que obtuvo el Premio Nobel en 1935.

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